Gárgola

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。 ₊°༺ ✯ ♖ C A R T E R ♖ ✯ ༻°₊ 。

Hay algo que odio más que los champiñones: hablar de sentimientos.

Andrea siempre me dice que no debo cerrarme a hacerlo, que fortalece las relaciones y otras cosas que no escuché porque estaba ocupado cuidando mi granja virtual en mi iPad.

De todas formas no pensaba hacerlo. Las pláticas sentimentales no hacen más que ponerme incómodo. La mayoría de las veces sólo me quedo tieso mientras la otra persona habla o llora, a veces ambas al mismo tiempo.

Es una mezcla de tristeza, incomodidad y pena ajena.

No lo estoy diciendo para sonar grosero, es sólo que es horrible tener que quedarme ahí en modo planta, esperando a que la otra persona me riegue con sus lágrimas.

Así que sí, evito esas charlas todo lo que puedo, demándenme.

—Car —me llama Dany, soltando el volante mientras estamos en el semáforo en rojo para poner una de sus manos sobre mi rodilla. No respondo, pero sonrío mínimamente—. No has hablado en todo el camino...

O las evitaba... hasta hoy, aparentemente.

Respiro profundo, como si la cantidad de valor se determinara por cuánto aire logro meter a mis pulmones.

Sólo logré ahogarme con el aire sabor alcantarilla neoyorkina.

Bien, Carter.

Gracias, doy clases los jueves y cobro muy caro.

—Eh... ¿Carter?

—Sí, eh... necesito hablarte sobre algo... —comienzo, entonces veo su rostro cambiar por completo. Ahí está, eso es lo que odio. Parece que acabo de anunciarle que soy la muerte en persona y vengo a llevarme su alma—. No es nada grave... de hecho creo que no es importante, olvídalo.

—No, no... —murmura, volviendo la vista al frente para avanzar ahora que el semáforo cambió a verde—. Quiero escucharte, ¿quieres que hablemos al llegar a tu casa o prefieres que pare en algún lugar?

Bueno, considerando que lo único que quiero hacer es abrazar a Luka y ver Friends hasta que se me olvide que casi me muero, me encantaría que fuera en mi casa. Pero no quiero a mi madre acaparando a Dany con asuntos de trabajo apenas lo vea.

—¿Podríamos parar por aquí?

Asiente en silencio y se detiene una calle después. Sólo bajo del auto cuando abre mi puerta y se asoma para mirarme con una pequeña sonrisa triste.

Ahí está lo primero: tristeza. Siento que estoy cocinando un gran pastel de emociones negativas.

Entramos en una pequeña cafetería estilo vintage que se parece mucho a la cabaña del bosque de mi abuelo. Me encantan estos lugares, probablemente disfrutaría más estar aquí si Dany no se viera como si acabara de condenarlo a la silla eléctrica.

Ordenamos y luego nos sentamos. En serio el lugar es muy bonito, adoro las antigüedades, las cosas que tienen una historia.

Es un secreto que sólo conoce Andrea, porque es demasiado cursi para gritarlo a los cuatro vientos y me haría sonar como un coleccionista empedernido.

—Bueno... ¿de qué querías hablar? —susurra, bajando la mirada a la taza de chocolate que acaban de traerle—. ¿Todo bien?

Segundo ingrediente del pastel: incomodidad extrema.

—Ah... no, en realidad no —admito por fin, sorprendiéndome. Okay, lo estoy haciendo bien, qué milagro. Tomo su mano por encima de la mesa y él acaricia mis nudillos—. Dany... me dejaste en Craw hace una hora, ¿por qué no te fuiste?

El robo perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora