Papanatas

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。 ₊°༺ ✯ ♖ C A R T E R ♖✯ ༻°₊ 。

Siempre que mi vida se está cayendo en pedazos, duermo bastante bien.

Sí, es en serio. Papá dice que estoy loco.

Como la vez que hice un avión de papel con la única copia de un contrato que mi padre acababa de firmar con nuestro socio en Finlandia y el loco me persiguió por toda la casa hasta que mamá lo convenció de que ni matarme, ni enlistarme en el ejército era una buena idea.

Hasta la fecha es por lo que más estoy agradecido con mi hermosa madre, porque, por Dios, ¿yo en el ejército? Al menos que fuera para rediseñar ese uniforme tan horrible, no tendría nada que hacer ahí.

Pero volviendo al punto, ese día, a pesar de los lamentos de alma en pena de papá, dormí excelente, incluso sentí mi almohada más suave. Y en general, cada vez que siento que todo se va al diablo, puedo cerrar los ojos y dormir como un bebé. Es como si mi cerebro decidiera que, ya que no puedo hacer nada al respecto, mejor me deje descansar para despertar con un plan maestro.

Como ahora, con el esperpento de William haciendo de las suyas con fotos de mi trasero que no tengo idea de cuando tomó.

Una parte de mí sólo quiere llamarlo para insultar hasta a su abuelita, pero sé que la señora Lily no tiene la culpa de lo estúpido que es Will. Así que tendré que tomar venganza por mi cuenta.

Y ojalá la abuela Lily no se entere nunca de que fui yo quien asesinó a su nieto favorito (es su único nieto).

Es un ridículo, no tengo idea de si hace esto por dinero, por venganza o simplemente para probarse a sí mismo que puede ser aún más miserable de lo que fue cuando era mi novio.

Maldito papanatas.

Ja, cómo amo esa palabra.

—Carter... —escucho tres golpecitos en la puerta—. ¿Estás despierto?

Me levanto de la cama, teniendo cuidado de no despertar a Oliver, quien por cierto, terminó durmiendo como si lo hubiera dopado con catnip, porque como siempre, Aspen se equivocaba.

—¿No es muy temprano para empezar a molestarme, Kesington?

No sé por qué no me contesta, ni por qué de pronto me mira como si me hubiera convertido en un teletubbie durante la noche.

Al menos espero que sea el verde, era mi favorito.

—Eh... buenos días —termina diciendo después de un rato—. ¿Cómo...? ¿Cómo estás?

—Todo bien, Aspen, igual que ayer —me burlo, pero me obligo a suavizar mi tono porque en serio es muy temprano para esto—. Pero tengo hambre.

—El desayuno ya está en la cocina —responde de inmediato. Acabo de notar que tiene puesta ropa deportiva. Claro, tenía que ser de los raritos que hacen ejercicio a las seis de la mañana—. Voy a bañarme y te alcanzo.

No me da tiempo de responder, ni de hacer mi brillante comentario sobre su ropa o su boba rutina que acabo de descubrir.

Tenía que ser un completo ñoño también en eso. Son las siete de la mañana, ¿salió a correr? ¿Es en serio? ¿Su cama será de clavos o por qué no le gustará quedarse más tiempo en ella?

Camino a la cocina con mi gran atuendo del famoso diseñador Pijame du Aspen, moviéndome con la elegancia de un gato perezoso, igual a Oliver que me sigue de cerca. Y al llegar me encuentro con una mesa llena de comida. Como si fuera la fotografía de una revista de amas de casa de los cuarenta.

¿Qué carajos...? Definitivamente, este tipo es de otro planeta.

Me sirvo un café y dos hotcakes que siguen calientes, disfrutando del momento de calma antes de que vuelva a lidiar con el desastre que es mi vida en este momento.

El robo perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora