Impulsivo

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。 ₊°༺ ✯ ♜  A S P E N ♜ ✯ ༻°₊ 。

No me considero una persona impulsiva. O al menos no en extremo.

A veces si cedo ante mis ideas raras, pero la verdad suelo evitarlo la mayor parte de las veces, porque si no lo hago, sale mal.

Muy mal.

Como la vez que se me ocurrió inscribirme a clases de karate durante la secundaria. Siendo una persona extremadamente pacifista (Sí, lo soy. Sí, sé que no parece), no me atreví a golpear a otro chico que obviamente no tenía problema en hacerlo y así fue como terminé con ambos ojos morados.

Parecía un lindo panda.

O cuando mi extraña madre nos llevó al circo a Dylan y a mí. Detuve a mi hermano de jalarle la cola a un camello pero igual terminé haciéndolo yo mismo, ¡no pude evitarlo! Quería ver qué pasaba, resulta que pateó a una señora en el trasero. Pobre señora.

Y luego está la vez que me uní al club de teatro porque solía tener delirios de que iba a ser actor y sería genial. Spoiler: no lo fue. Me olvidé de mis líneas en la primera presentación, y terminé inventando una trama completamente nueva que involucraba una guerra entre dragones y ninjas. Sí, los padres se quejaron, y la obra pasó de ser una tragedia shakesperiana a una comedia improvisada. El director no lo tomó bien.

Tal vez ahí, cuando la mayoría del público comenzó a abuchearme, nació mi maldito pánico escénico. Y no sería un problema normalmente, pero es una desgracia cuando pasas casi todo el tiempo rodeado de cámaras y siendo obligado a dar conferencias.

Papá se encarga de recordarme que le parece una estupidez y una exageración que me congele cada vez que aparece un reportero. Pero juro que no es a propósito, trato de repasar mis líneas y de pedirle a Gigi que investigue el número de gente que atenderá a cada evento en el que tengo que dar un discurso.

Sólo son precauciones extra que he aprendido a tomar con el tiempo. El problema viene cuando me toman por sorpresa y aparecen de la nada.

Por eso no soy impulsivo, porque me gusta planear, prever y prevenir.

—...un lagarto gigante, eso haré. La próxima vez que un reportero se aparezca en mi casa, sólo le diré que adopté un lagarto gigante.

Y Carter, por el contrario...

—¿Dónde meterías un lagarto gigante? —pregunta Collin, al parecer fascinado por la idea mientras observa atentamente a Carter.

Tengo que contener mis ganas de poner los ojos en blanco. Cinco minutos más y tendré que pedir una toalla para secar su baba de la mesa.

Carter pone una cara extraña mientras piensa, como si estuviera resolviendo una gran ecuación.

—No sé, Luka se molestaría si dejo que duerma en mi cama —responde, picando el gran trozo de lasaña frente a él—. Pero lo llamaría Herminio.

Collin suelta una carcajada, Andrea sólo sonríe suavemente antes de tomar de su copa de vino, supongo que está acostumbrada a los diecisiete chistes que Carter lanza cada segundo y ya no tienen el mismo impacto en ella.

—¿Herminio?

—Herminio Crawford —completa el ocurrente chico frente a mí, soñando con su lagarto gigante mientras su mirada se pierde en el techo—. Es un nombre distinguido, digno de un reptil de su tamaño.

No pienso reírme. He logrado mantener la sonrisa cortés durante todo el almuerzo mientras escucho la extraña plática entre Collin y Carter.

Tal vez Andrea y yo deberíamos dejarlos solos, parecen entenderse muy bien.

El robo perfectoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora