Capítulo 23

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Desde que estamos en Maui, Nathan me ha enseñado unos cuantos lugares, a resultado ser un gran guía de su propia isla. Tras conocer a su familia, al día siguiente, hicimos la ruta de Hanna ¡Es algo espectacular! Recorrer acantilados que dan a la costa y bosques repletos de vegetación, incluso a veces parece que estés en la selva, sin olvidarnos de sus magníficas cascadas. Pasamos el día allí, porque la ruta requiere de cinco horas en coche y nosotros, además, queríamos hacer paradas en diferentes lugares para visitarlos. También me ha llevado a playas paradisiacas, como la de Makena state park, donde poco a poco le voy perdiendo el miedo al agua y empiezo a bañarme, eso sí, siempre en la orilla.

-¡Venga vamos despierta! -Oigo de fondo que dice Nathan y siento que me da una palmada en el culo.

-¿Qué hora es? -Pregunto más allá que aquí.

-Las nueve. Tengo el desayuno ya preparado. -Dice.

Decido abrir los ojos y lo veo parado al otro lado de la cama sonriendo, simplemente con un bañador y una camiseta de tirantes básica, y me parece el hombre más sexy del mundo.

-¿Por qué estás tan bueno? -Bromeo.

-Creo que no estás teniendo en cuenta las vistas que tengo yo.

Claro que lo estoy teniendo en cuenta, estoy estirada boca abajo tan solo con un tanga puesto. Se empieza a formar una sonrisa en mi rostro.

-Si sigues haciendo eso, Ares, me vas a obligar a quedarme entre estas cuatro paredes todo el día y quiero enseñarte cosas.

Suelto una carcajada porque lo de "cosas" me lo llevo al doble sentido y cuando Nathan se da cuenta empieza a negar con la cabeza.

-No ese tipo de cosas, eso lo dejamos mejor para la noche. -Dice con una sonrisa que promete mucho. -¡Va levanta y ponte el bikini!

-¿A dónde vamos?

-Sorpresa. -Dice mientras se va de la habitación.

Al final, después de ronearme cinco minutos más en la cama, me levanto y me preparo. Cuando salgo al comedor Nathan ya casi ha acabado de desayunar, así que me doy prisa y en diez minutos estamos saliendo de casa. Después de casi cincuenta minutos conduciendo, llegamos a una playa preciosa de arena blanca y aguas turquesa, de la cual me enamoro al instante. ¡Cada playa que me enseña es más bonita que la otra!. Cojo el bolso que hemos preparado del maletero mientras Nathan desmonta la tabla de paddle surf de la vaca. Cuando termina, lo llevamos todo hacia la orilla y cuando los dejamos en la arena él dice:

-El agua está muy tranquila, perfecto para que hagamos paddle surf. -Sonríe.

-Para que hagas. -Le corrijo.

-¡Vamos! -Intenta convencerme. -Será solo por la orilla. -Niego con la cabeza. -Lo prometo. ¿No confiar en mí?

-Eso se llama chantaje emocional. -Me rio.

-Si vamos por la orilla no cubre nada.

Resoplo, pero al final claudico.

-Está bien.

Nathan sonríe, me besa y acto seguido, nos quitamos la ropa para quedarnos en bañador. Dejamos toda la ropa bien guardada en el bolso, y como hemos dejado los móviles y las carteras en el coche, y no tenemos nada de valor, nos vamos al agua tranquilos. Nathan me sujeta la tabla para que me suba, y según lo hago, me siento en uno de los extremos. Después, se sube él detrás de mí y entro un poco en pánico porque la tabla empieza a moverse, pero rápidamente se estabiliza, Nathan está de pie justo detrás y empieza a remar.

-La tabla de paddle surf no es como la de surf, es mucho más estable y con el mar en calma como está hoy, será difícil caernos si no hacemos movimientos muy bruscos. -Dice y sé que lo hace para tranquilizarme.

Inconsciente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora