Capítulo 10

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Nada más abrir los ojos, con lo primero que me topo es con la mirada oscura de Nathan y entonces los recuerdos de la noche anterior acuden a mi mente como si se tratasen de un flash. Nos miramos el uno al otro y aunque quiero apartar la vista de sus ojos, porque me intimida su mirada, no cedo y aguanto.

Le estoy agradecida por lo que hizo, por cuidarme y protegerme durante toda la noche, pero no quiero que se equivoque conmigo. Me gusta, no lo niego, pero no quiero nada con él ni con nadie en estos momentos. Me he llevado muchas decepciones seguidas en los últimos años y no quiero sufrir más, igual que un día me cansé de llorar, hoy me he cansado de pasarlo mal.

Veo por el rabillo del ojo como su mano sube lentamente y me acaricia la cara con dulzura, los ojos se me cierran automáticamente en contacto con la suavidad de su tacto.

-¿Saques que?, No te pareces tanto al dios de la guerra mientras duermes. -dice y entonces abro los ojos.

Veo como se le va formando una sonrisilla por lo que me acaba de soltar y porque me va conociendo y sabe que le voy a responder con una de las mías.

-Ya, bueno, tu tampoco pareces Sauron recién levantado. -me defiendo.

La sonrisa se ensancha y acaba en una carcajada por su parte que me roba el alma, son tan pocas las veces que le he oído reírse con tanta sinceridad desde que le conozco, que me ha sorprendido para bien.

Dios, odio ser bipolar y que quiera tanto alejarme de él, como acercarme más para saber todo lo que esconde dentro suyo. Quien me entienda que me compre.

-En fin. -digo levantándome de la cama. -Voy a ducharme...

-¿Es una invitación?. -me interrumpe.

Veo como se tumba boca arriba en la cama con los brazos cruzados debajo de su cabeza y me lanza una mirada lasciva que recorre todo mi cuerpo.

-No, de hecho espero que cuando salga del baño no sigas en mi casa.

-Teníamos un acuerdo. -me recuerda.

-Lo se, pero hoy es el tercer día. -digo con pesar y poniendo cara de pena como si de verdad lo sintiese. -Y gracias a Dios, no tengo porque pasarlo entero contigo.

-Eso es trampa. -me reprocha mosqueado.

-Para nada, tus palabras textuales fueron: Dame tres días para convencerte, si no lo consigo te dejaré en paz. Te los he dado y no me has hecho cambiar de idea, así que nuestro acuerdo termina aquí y ahora. -le guiño un ojo. -Además no quiero nada contigo Nathan. -le aclaro.

-Yo tampoco quiero nada contigo, para la único que te quiero es para que corramos, de la manera que quieras nena. -dice y ahora es él quien me guiña un ojo.

En cuanto me hace ese gesto pillo el doble sentido de la frase y antes de cansarme y pegarle un guantazo digo:

-Adios Nathan.

Cierro la puerta del baño y pongo el pestillo por si se le ocurre entrar.

-Me volverás a llamar, no lo dudes. -escucho que me grita desde la habitación.

Revoloteo los ojos, será engreído, egocéntrico, pervertido e idiota. Cuando pienso que no es tan frío como quiere aparentar ni tan gilipollas y que tiene un mínimo de corazón, me responde con una de esas frases que me hacen volver a la realidad de golpe.

Me desnudo y me doy una ducha rápida, al terminar, me seco y rodeo mi cuerpo con una toalla para salir a mi cuarto a buscar ropa, pero antes, cojo un peine y comienzo a cepillarme el pelo. Cuando acabo me quedo mirando mi reflejo sorprendida, el corazón comienza a golpear contra mi pecho sin cesar, sujeto el peine con tanta fuerza que es posible que me lo cargue y finalmente lo lanzo de mala manera contra la pica.

Inconsciente.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora