Capítulo Catorce

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Louis deambulaba por la mansión sin un destino claro, sus pasos resonando suavemente sobre el suelo de mármol mientras sus pensamientos se enredaban en una madeja de dudas y sueños. La grandiosidad del lugar, adornado con colores claros y pasteles que irradiaban una alegre serenidad, contrastaba con la inquietud que sentía en su interior. El esplendor de las lámparas de araña y la delicadeza de los tapices parecían susurrar promesas de un futuro que, aunque incierto, tenía el poder de despertar en él una tímida alegría. La idea de vivir allí, en esos majestuosos salones y bajo esos techos altos, le producía un tenue entusiasmo.

Mientras observaba un retrato antiguo enmarcado con esmero, una voz masculina y conocida rompió el silencio, llegando desde la puerta del salón.

—Buenas tardes, barón Tomlinson —dijo Alec Montgomery, con una sonrisa que iluminaba su rostro de manera genuina, como si realmente se alegrara de verlo.

Louis sintió una punzada de sorpresa y un leve aceleramiento en su corazón al encontrarse con la figura de Alec, cuya presencia siempre le causaba una extraña inquietud. Inclinó la cabeza en un gesto de cortesía y se acercó a él.

—¿Por qué Harry no está contigo? —preguntó Alec, sus ojos brillando con una curiosidad amistosa.

—Está hablando con el rey —respondió Louis, sus palabras impregnadas de una leve inquietud que no logró disimular por completo.

Alec asintió con comprensión, y su sonrisa se amplió mientras extendía una mano invitadora.

—Quiero mostrarte algo. Ven —le dijo, su tono divertido y cómplice.

La curiosidad de Louis se despertó de inmediato, sintiendo cómo un leve cosquilleo recorría su espina dorsal al ver la reacción del otro omega. Sin vacilar, siguió a Alec, sus pasos resonando en armonía con los de él mientras avanzaban hacia el establo. El aire fresco del exterior les recibió al salir, y pronto llegaron a las caballerizas, donde seis majestuosos caballos descansaban en sus respectivas celdas. Sin embargo, fue el animal al final del camino, en su propia y espaciosa cuadra, el que dejó a Louis sin aliento.

—Ahí está —dijo Alec, y con una prisa contenida, tomó el codo de Louis, guiándolo hacia aquel espléndido ser.

Ante ellos, un caballo de pelaje blanco salpicado con manchas negras aguardaba, su presencia imponiendo una majestuosa calma. El animal, indiferente a la fascinación de los dos omegas que lo observaban a través de la tranquera, irradiaba una belleza serena que hizo que una sonrisa se dibujara en los labios de Louis.

—Es hermoso —susurró con una admiración sincera.

—¿Verdad que sí? —respondió Alec con entusiasmo—. Es tu regalo de bodas... bueno, uno de tus regalos.

Louis se giró rápidamente, su rostro reflejando una mezcla de sorpresa y escepticismo. La idea de que estuvieran allí, contemplando un regalo que no había sido presentado oficialmente, lo llenaba de una inquietud repentina.

—¿Qué?

—No me mires así —replicó Alec, levantando las manos en un gesto de defensa mientras se encogía ligeramente—. Te traje porque me pareció importante que lo vieras primero. Nadie querría que, cuando lo recibieras, no te gustara.

La expresión de Louis se suavizó un poco y volvió su mirada hacia el majestuoso animal.

—Puedes entrar a verlo, es muy dócil —añadió Alec con tono alentador.

Sin dudarlo, Louis abrió la puerta y entró en la celda del caballo. El animal, al percatarse de su presencia, se volvió hacia él con una nobleza tranquila. Louis se acercó lentamente, sus movimientos medidos y cautelosos. Extendió una mano temblorosa y acarició suavemente la punta del hocico del caballo, su toque ligero y respetuoso. El caballo exhaló una respiración pesada, pero permaneció inmóvil, aceptando la caricia con una serenidad imperturbable.

Intrigues of Nobility 〔omega!louis〕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora