Capítulo Veintiséis

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Louis, con una resolución que no permitía demora, desechó cualquier consideración sobre sus propias heridas y se dirigió apresuradamente hacia la habitación matrimonial. Cada escalón que subía parecía no hacer más que incrementar la angustia en su pecho, un martilleo constante que amenazaba con desbordar su capacidad de soportar. La mera idea de encontrar a Harry malherido le dejaba sin aliento.

Al llegar, abrió la puerta de par en par, el sonido resonando en el pasillo, su corazón latiendo con una urgencia casi peligrosa. Catherine le había relatado con voz trémula los horrores que Harry había soportado; torturado cruelmente por su tío y sus secuaces, en un intento despiadado de arrancarle información sobre el paradero de Louis y esa carta tan codiciada de sus padres. Solo de pensar en el sufrimiento infligido a su amado, Louis sentía una ira furiosa e implacable, deseando vengar cada herida y cada golpe.

Al entrar, la vista que se presentó ante sus ojos fue devastadora. Harry yacía en el centro de la cama, su cuerpo amoratado e hinchado, diminuto y vulnerable en contraste con el vasto lecho. Louis se apresuró a su lado, sentándose al borde y tomando una de las manos de Harry entre las suyas, que temblaban incontrolablemente. Las lágrimas comenzaron a brotar, surcando sus mejillas al ver que no había respuesta por parte de Harry.

—¿Qué le pasa? —preguntó con la voz quebrada, dirigiéndose a la enfermera con desesperación.

La mujer, afligida, le respondió con una mirada compasiva.

—Está inconsciente, mi Lord. Le administramos un sedante hace unas horas; el dolor era insoportable. Pero se recuperará, pronto podrá hablar con él, si Dios lo permite.

Louis volvió sus ojos hacia Harry. Su ojo izquierdo estaba abultado, su nariz mostraba pequeñas costras, y su labio partido. Su mentón, de un morado profundo, y una de sus mejillas, igualmente contusionada. Y Louis sabía que esas heridas eran solo la superficie de la brutalidad que Harry había soportado.

—Gracias, Catherine —murmuró, sin apartar la vista de su esposo.

Las horas siguientes, Louis permaneció inamovible al lado de Harry, aferrándose a su mano, intentando absorber su calor, aterrado ante la posibilidad de que esta pudiera ser la última vez. Nunca habría imaginado que su tío se desquitaría con Harry, quien no le había hecho ningún mal.

Finalmente, el agotamiento se apoderó de él. Sintiendo el peso de sus párpados volverse insoportable, se recostó ligeramente, permitiendo que su respiración encontrara refugio en el brazo del alfa. Mientras el sueño lo reclamaba, su último pensamiento fue una plegaria silenciosa por la recuperación de su amado.






Los sueños de Louis se vieron invadidos por horrores indescriptibles: pérdida, dolor y un sufrimiento que parecía no tener fin. Su corazón se sentía pesado, afligido por una preocupación profunda, y la impotencia de no poder proteger a sus seres queridos le resultaba insoportable. De repente, sintió un calor abrasador en su mejilla, como una bofetada rápida y dolorosa que le quemaba todo el cuerpo. Su corazón latía lentamente, como si estuviera a punto de detenerse. Sus manos se sentían atadas, incapaces de moverse, pero el calor en su rostro persistía.

Abrió los ojos de golpe, encontrándose en la penumbra de la noche. La piel se le erizaba por el frío, a pesar de la chimenea encendida. Pero el frío no provenía del ambiente, sino de su interior, un frío cortante que lo atravesaba. Sin embargo, su mejilla seguía caliente, y al girar la cabeza, vio una mano grande y suave sobre su rostro, palpando con ternura las heridas.

Louis se estiró y se apoyó en esa mano, deseando que el calor lo envolviera y le devolviera la vida que había sentido perder momentáneamente.

—Harry —su voz apenas un susurro, su pecho hinchado de felicidad contenida—. ¿Cómo te sientes?

Intrigues of Nobility 〔omega!louis〕Donde viven las historias. Descúbrelo ahora