Capítulo 11.

6 0 0
                                    

Alba.

Los días han pasado horriblemente rápidos. Y si digo horrible es porque eso significa que las vacaciones están con los días contados y ¿quién quiere que las vacaciones acaben? Muy pocos. Y yo no estoy dentro de esos pocos.

Además, no es que hice algo extraordinario a lo que suelo hacer en todos mis veranos. He estado con Mad, visité a Estela, entrené un poco más a lo que suelo hacer por la competencia que se acerca y eso de tratar de evitar a Zack se me ha hecho un poco más fácil con eso de que comenzó a entrenar. He ido a fiestas y por suerte me he salvado de ser la novia falsa de Jony, por ahora.

Y también, gracias a un milagro, me he salvado de que mi familia entera volviera a quedarse en mi casa, porque a mamá se le ocurrió extrañar tener la casa completa y llena de personas usurpando nuestro espacio. Papá suspiró con alivio junto conmigo cuando lo dejaron para más adelante a esa reunión.

Y con respecto a la competencia que tengo, me siento bastante nerviosa. Mucho más a como me suelo sentir con este tipo de cosas, porque los nervios no se quitan. Sin embargo, me puse más estricta conmigo misma para que todo salga bien.

—¿Se puede pasar? — mamá abre la puerta de mi habitación de par en par. Se gastó una pregunta innecesariamente.

Ella me ordena que me siente para encargarse de peinar mi cabello.

Agarra un cepillo y comienza a desenredarlo. Es una mañana muy tranquila. Por eso me he levantado temprano exclusivamente para poder desayunar en el jardín.

Me hace una trenza y me sonríe a través del espejo que hay sobre mi escritorio.

—¿Solo serás ayudante?

—Hasta que tenga mi título o pueda poner una clínica veterinaria propia, sí.

Suelo trabajar en una durante el año como ayudante. Otras veces, con lo que sé, ayudo a refugios a cuidar los animales que, por lo general, son perros o gatos.

Cae la trenza sobre mi espalda cuando termina de hacerla. Posa ambas manos sobre mis hombros mientras me observa.

—¿Qué sucede?

Sube sus hombros y se sienta en la orilla de mi cama. Yo giro sobre mi asiento para enfrentarla.

—No sé. Eso te lo pregunto yo a ti.

—No me sucede nada — ella dobla una remera que estaba sobre mi cama y la vuelve a dejar con delicadeza.

—Creí verte mal. En especial porque ayer te pasaste todo el día callada luego de ver su fotografía con esa chica.

Desvío mi mirada y mi pecho se infla a causa de todo el oxígeno que inhalé.

No tiene por qué molestarme, porque no estamos juntos, no lo estamos desde hace mucho, él no me debe nada ni yo a él. Pero una punzada (espero que de celos no) se instaló en medio de mi estómago como si fuese una patada.

No sé si me molestó pensarlo con otra mujer o verlo con ella en especial. Porque fue la misma que gustaba de él en Londres y la causante de muchas de nuestras peleas. Porque ya tenía muchas inseguridades desde entonces y ver los rumores de su posible relación, me hace creer que esas inseguridades no hayan estado tan erradas. Y me molesta, porque me hace sentir como una mierda en verdad. Y en todo sentido también, porque no alcanzó todo lo que le di. Es así como me hace sentir esa fotografía.

—No es eso, mamá. Pensar en la competencia me tiene un poco nerviosa y... — muerdo mi labio por un largo tiempo —. Sí es eso — mi voz tiembla al reconocerlo —. Pero es molestia lo que siento. Hacia él. Lo detesto.

La Luna No Brilla SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora