Capítulo 14.

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Zack.

Subo el dobladillo de mi camiseta para limpiar el sudor de mi frente y le paso la pelota al Laio.

Siempre he dicho que los entrenamientos es la parte aburrida del futbol, eso y la dieta estricta que debemos mantener los jugadores, al menos para mí. Lo que realmente me emociona es estar dentro de una cancha, escuchar a los hinchas alentar por nuestro equipo y saber que de un equipo algo emocionante puede salir. Y ni hablemos de lo estupendo que es hacer un gol; tengo que admitirlo, me siento glorioso.

Voy hasta los vestidores cuando terminamos y lo primero que hago es revisar mi celular.

Pasó una semana desde que la vi, siente días desde que la besé y ciento setenta y ocho malditas horas desde que no se nada de ella y la verdad estoy a punto de enloquecer.

Me he matado pensando si sería adecuado caer a su casa al siguiente día o darle su espacio, al final opté por la segunda opción, pero tampoco es que me luzca por mi ausencia. Así que, gracias a que le robé su número a mi abuela, le escribí un mensaje, pero llevo seis hermosas horas sin una respuesta. Ni siquiera tuvo la decencia de al menos clavarme el visto, solo me evita.

Y ahora estoy con la atención puesta en ella porque no sé si habré hecho algo mal. Digo, nos besamos, ella no me alejó y hasta me sonrío. ¿Cuándo me ha sonreído desde que llegué que no sea de forma sarcástica? Sé que soy algo lento para algunas cosas, pero ahora sí que me dejó con la boca abierta.

Rebobino miles de veces ese momento y no recuerdo que le haya dicho o hecho algo malo. Le pregunté si podía besarla por las dudas que me golpeara si lo hacía repentinamente. Pero literalmente estoy que no sé.

Salgo del estadio y en el estacionamiento desactivo el seguro de mi auto, tiro el bolso en los asientos traseros antes de encenderlo. Hoy día almorzaría con Marcus en algún restaurante, así que recorro la ciudad hasta llegar a él.

Marcus fue uno de mis amigos allí en Londres. Quizá nos llevamos bien al instante por la personalidad que tenemos, y no es que nos parezcamos, todo lo contrario. Mi energía es muy distinta a la suya; mientras que yo soy bromista, él es el serio y de bajo perfil. Yo practicante algo debo subir a mis redes y él, mientras más bajo sea su perfil, mejor.

A los días de haberse desatado el gran problema de mi vida, me di cuenta que a quien debía pedirle un consejo era a él. Porque de seguro no me habría dicho nada, solo golpeado e incluso darme pasajes de avión para que no arreglase mis problemas a través de un estúpido celular.

Y hablando de celular, cuando entro al restaurante, lo veo tecleando el suyo a toda prisa.

Carraspeo mi garganta llamando su atención. Pone sus ojos en blanco cuando le sonrío y lo guarda en el bolsillo de su pantalón.

—Veo que te estabas entreteniendo mientras yo venía — le digo para molestarlo. Él también tenía sus asuntos en esta ciudad antes de ir a Londres.

—No iba a estar suspirando mientras llegabas. Por cierto, la próxima vez me largaré si tardas más de diez minutos en llegar.

—¡Pero si llegué en — miro mi reloj de muñeca — siente minutos! Debo respetar las leyes de seguridad.

Frunce su ceño. Creo que no se tatuó su rostro porque su madre le daría un escobazo si lo hace, pero él fue la mala influencia que ahora tenga un brazo completo y el próximo para ser tatuado. No creo que llegue a tanto para tatuarme mi cuello, pero tengo en mente de tener uno que otro dibujo en mi espalda.

—Ni siquiera respetas las señales de tránsito.

—Que tú llegues minutos antes no me hace impuntual.

La Luna No Brilla SolaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora