Capítulo 6: Liberación

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– ¡Espera un minuto! – dijo Hilda cuando Rio de repente le dio la vuelta a su motocicleta, alejándose del Pilar del Amanecer. – ¿A dónde crees que vas? ¡El pilar está por allá!

– ¡Tenemos que hacer una parada primero! – le dijo él. – Aún tenemos dos horas antes de la ejecución, así que usemos ese tiempo para prepararnos.

Por las carreteras y callejones más lejanos, siguieron su camino hasta que finalmente Rio se detuvo en una instalación de almacenamiento al aire libre, y aparcó junto a la cerca del perímetro.

– ¿No debería preocuparnos la seguridad? – preguntó Hilda mientras se desmontaban.

– El crimen no existe aquí, así que no hay necesidad. – respondió él mientras la llevaba alrededor del edificio principal. – Este lugar está abierto las veinticuatro horas los siete días de la semana, y permanece totalmente sin supervisión salvo por el ocasional personal de mantenimiento. Eso lo hace el lugar perfecto para un depósito.

– ¿Depósito?

– Un lugar donde un agente puede recoger provisiones esenciales en una emergencia. Ya antes encontraste uno.

– ¿Cuándo? – preguntó Hilda, y Rio le dio una media sonrisa por encima del hombro.

– ¿No te pareció extraño que hubiera un vehículo pre-Mana en condiciones óptimas esperando en esa tienda de autopartes derruida en medio de la nada? ¿Y además con bastante combustible sin caducar?

Los ojos de Hilda se abrieron de sorpresa. No se había puesto a cuestionar por qué la motocicleta estaba allí. Sólo estaba agradecida de haber encontrado un vehículo que podía operar una Norma.

– Si hubieras buscado más a fondo, podrías haber encontrado casilleros ocultos llenos de armas, ropa y raciones. En realidad, fue algo bueno que lo encontraras cuando lo hiciste. Cuando te metiste allí activaste una alarma que me permitió rastrearte.

Al acercarse a una de las unidades de almacenamiento en la retaguardia, Rio se agachó para posicionar su mano sobre una cerradura en la base de la puerta. Su mano brilló con Mana antes que la cerradura hiciera click y la puerta se abriera a medias hacia arriba. Los dos pasaron agachados para entrar y Rio volvió a bajar la puerta mientras la luz en el techo se encendía para iluminar el contenido.

– Nada mal. – comentó Hilda. Adentro de la unidad estaba todo lo que necesitarían para una pelea. Una motocicleta similar a la de Rio yacía en el medio, mientras que en la pared trasera había montado un armero con varias armas de clase militar. A los lados, había cajas de munición y otros contenedores descansaban en unos estantes de acero. Uno en particular captó los ojos de la chica, gracias al símbolo explosivo que estaba grabado en su superficie. Al abrirlo, sonrió cuando vio que estaba lleno de granadas.

– Esas no. – le dijo Rio. – Habrá civiles en ese lugar. Sólo las aturdidoras.

– Bromeas, ¿verdad? – Quiso agarrar una, pero Rio le sujetó la muñeca antes que pudiese cogerla.

– No... ¡civiles! – le repitió. – Sólo matamos si tenemos que hacerlo, y sólo a combatientes armados.

– ¡Está bien! – dijo ella rodando los ojos. Rio la soltó y volvió su atención a la caja que acababa de abrir, de la cual extrajo un par de overoles militares de cuerpo completo.

– Ten. – le dijo mientras le arrojaba uno. – Cámbiate en eso antes de cargarte de armas.

– ¿Cambiarme? – preguntó ella. – Pero...

– Sólo date la vuelta. – le dijo. – Vamos, que no tenemos tiempo.

Rio se dio la vuelta y empezó a quitarse la camisa, mientras Hilda también desviaba la mirada.

Cross Ange: El Caballero de HildaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora