Capítulo 12: Canción de ángel

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Igual que su predecesora, Jasmine prefería hacer sus negocios en el piso de ventas, donde podía mantener un ojo tanto en la mercancía como en sus clientes. Siendo así, la oficina de manejo de ventas del centro de Arzenal era poco más que un enorme armario dominado por varias filas de gabinetes que contenían copias físicas de registros de ventas, órdenes de compra, y los historiales de sus clientes. La Inspectora a menudo se quejaba de lo mucho que a veces tardaba encontrar algo, pero a Jasmine no le gustaban mucho esos artilugios con forma de tableta que todos usaban estos días. Sus archivos podían ser hackeados o alterados, y nunca lo sabrías. Al menos con un candado sólido podías saber cuándo alguien había irrumpido en el lugar. Aunque ahora, lo que Jasmine estaba buscando no era un rastro de papeles. Entre las cajas de delantales, productos de limpieza y basura esparcida por el suelo, había escondido algo muy importante. Y ahora estaba desesperada por encontrarlo.

«Demonios, ¿en dónde lo metí?» maldijo.

Rio la estaba esperando y ella no podía seguir aplazándolo. Detrás de ella, Vulcan gimió y Jasmine se giró para echarle una mirada enojada.

– ¡No, no lo perdí! – le espetó. – Es sólo que... no recuerdo dónde está. ¡No me mires así!

Jasmine siguió echando un vistazo en el desorden que había en la habitación, y se le ocurrió una idea.

– Vulcan, cariño, – canturreó – ¿podrías hacerle un favor a mamá? – Vulcan se sentó y se rascó la cabeza con su pata trasera. Increíble, pero Jasmine no tenía tiempo para discutir ahora. – Te daré tres hamburguesas, tómalo o déjalo.

Vulcan pareció pensarlo, luego se irguió y movió la cola. Ahora que tenían un acuerdo, Jasmine cogió algo de un estante y extrajo una caja sellada. Era el primer lugar donde había revisado, pero por desgracia no hubo ningún resultado. Pero tal vez algo allí dentro sirviera. Cogiendo el interior, Jasmine cogió una tira de piedras pulidas y se la acercó al hocico de su perro.

– Huele esto. – le dijo. – Ahora encuéntralo.

Vulcan cogió el olor del brazalete y empezó a olfatear por toda la habitación. Con suerte, para cuando ella regresara lo habría encontrado.

...

Afortunadamente, el resto del día había transcurrido sin ningún incidente. Luego de haber "interrogado" a Ange y Hilda, Bronson lo había llevado a la enfermería, donde una de las pilotos del segundo escuadrón, Chelsea, estaba siendo tratada por quemaduras de segundo grado en su brazo. En otra cama, una chica del tercer escuadrón yacía en tracción, ya que su brazo (acorde con su expediente médico) tuvo que serle reinsertado quirúrgicamente luego de que un ataque de un Clase Bergantín perforó el casco de su Glaive. Aunque su brazo recuperase la movilidad suficiente para pilotar un Para-mail, Rio sabía que le llevaría varios meses de rehabilitación para lograrlo. Y en ese tiempo, la administración de Arzenal le pondría una multa de un millón por cada día de servicio que se hubiera perdido.

«Este lugar merece arder en llamas,» pensó.

Pero al menos, Maggie evitaba que su tiempo aquí fuese aburrido. Jasmine tenía razón en que la doctora tenía un talento para meterse debajo de la piel de la gente. Mientras estaba aquí, el olor de whisky en su aliento era tan fuerte que podía olerlo incluso a un metro de distancia, y la Inspectora la regañó por ello. Así que, en represalia, Maggie la llamó para que se acercara, echó una mirada en dirección a él, y murmuró algo que hizo que el rostro de Bronson se pusiera tan rojo como un tomate, antes de que la regañara por decir algo tan descarado, y salir casi corriendo hacia la puerta.

– ¿Qué le dijiste? – le preguntó él. Maggie simplemente se encogió de hombros.

– Sólo le pregunté si le gustaba estar bajo un oficial de tu calibre. O si preferiría estar encima de ti.

Cross Ange: El Caballero de HildaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora