Capítulo 8: Cebo y engaño

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El shock por el agua fría salpicándola hizo que Ange recuperara la conciencia, mientras se agitaba chisporroteando sobre el duro suelo de piedra. Sus ojos se abrieron y se encontró de repente en otra celda de prisión. ¿Qué había pasado? Lo último que recordaba fue que se iba acercando a Jill y Salia en la playa. Tenía una larga lista de preguntas para la Comandante, pero antes de poder decir nada, algo la golpeó en el estómago, y todo se puso negro.

– ¿Ya despertaste? – le preguntó una voz familiar. Al otro lado de los barrotes, Salia, Vivian, Ersha, Rosalie y Chris la miraban con expresiones que iban desde el desprecio hasta la decepción. Sólo Vivian mostraba algún signo de estar feliz de verla. Alguien tosió junto a ella, y Ange miró para ver a Hilda tendida a su lado. Su largo cabello rojo estaba totalmente suelto y estaba desnuda. Un frío ligero acarició su piel y Ange soltó un gritillo al darse cuenta que ella misma también lo estaba.

– ¡Hola, bienvenidas de vuelta! – dijo Vivian.

– ¡Vivian! – la regañó Salia. Inmediatamente, la piloto exageradamente enérgica se echó para atrás mientras la capitana sostenía su tabla de notas en la mano. – Ahora leeré el castigo para ambas.

– ¿Dónde está Momoka? – demandó Ange.

– Ange y Hilda, – continuó Salia – por haber desertado de su escuadrón, ambas pasarán una semana de confinamiento. Adicionalmente, todos sus activos y posesiones han sido confiscados, incluyendo sus respectivos Para-mails y la sirvienta que compraste, siendo esta última reasignada a la casa de invitados.

– Oh, ¿eso es todo? – preguntó Hilda. – Supongo que tendré que volver a comprarlas de vuelta.

Desde su lugar al lado de Chris, la cara de Rosalie de repente se retorció de rabia, y se lanzó hacia los barrotes.

– ¿Crees que esto es una broma? – les gritó. – ¡Por culpa de ustedes, a todas nos tienen suspendidas! ¡Todos los demás escuadrones están haciendo dinero y nosotras estamos en espera! – Rosalie se mordió el labio y su expresión se suavizó un poco. – ¿Por qué no hablaste con nosotras? Podríamos haberte ayudado.

– ¡Oh vamos! – se burló Chris. – Ambas sabemos que ella nunca nos vio como amigas.

Rosalie se quedó mirando a Chris en shock.

– Es cierto. – sonrió Hilda. – Ustedes dos siempre fueron mis medios para un fin. Me las tuve que aguantar para hacer que mi vida aquí fuese menos miserable.

Los ojos de Rosalie se ensancharon y su boca se abrió de par en par, cuando Chris de repente la empujó a un lado para escupirle en la cara a Hilda.

– Habría sido mucho mejor si ustedes hubieran muerto. – les gruñó. – Oh, y volví a comprar todas las cosas de la Capitana Zola mientras ustedes dos estaban fuera. No tienes permitido acercarte a nada de eso.

Chris se fue furiosa, y Rosalie echó una última mirada triste a Hilda antes de irse tras ella.

– Simplemente no lo entiendo. – dijo Ersha. Ange la miró, y los ojos de la pelirrosa apenas parecían contener las lágrimas. – ¿Por qué huyeron ustedes dos? Todas nosotras... hemos vivido aquí durante todas nuestras vidas. No sabemos nada del mundo exterior ni de ninguna de nuestras familias. No hay nada para nosotros allá afuera. Así que ¿por qué?

Los ojos de Ersha se veían tan tristes y dolidos, que Ange casi podía sentirlo en sí misma.

– Porque ella no es como nosotras. – dijo Salia mientras se alejaba. – La Comandante fue muy tonta en haber confiado en ti. Nunca mereciste a Villkiss. O ninguna otra cosa.

Cross Ange: El Caballero de HildaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora