Capítulo 18

27 2 0
                                    

Capítulo 18:

El viento soplaba con fuerza sobre el vasto desierto que rodeaba Sunagakure. La arena se arremolinaba en espirales doradas, iluminadas por la luz de la luna. En medio de esa calma, las sombras se movían sigilosamente, acercándose a la aldea con una precisión mortífera. Akatsuki había llegado.

En las murallas de Sunagakure, los guardias vigilaban el horizonte con atención. Era una noche aparentemente tranquila, pero las tensiones por la creciente amenaza de Akatsuki se sentían en el aire.

—¿Escuchaste eso? —preguntó uno de los guardias, tensando su arco.

—Solo el viento —respondió el otro guardia, intentando sonar confiado.

Pero en un instante, el cielo nocturno se iluminó con destellos de explosiones. Deidara, con una sonrisa maliciosa, volaba sobre la aldea en un ave gigante hecha de arcilla, lanzando pequeñas bombas que explotaban con fuerza devastadora.

—¡Arte es una explosión! —gritó Deidara, riendo mientras sus bombas destruían las defensas exteriores de la aldea.

Los guerreros de Suna reaccionaron rápidamente, tratando de organizar una defensa. Pero antes de que pudieran contraatacar, un ejército de marionetas invadió las calles de la aldea. Sasori, escondido en las sombras, manejaba las marionetas con una precisión inhumana, usando sus guantes de tecnología avanzada. Las marionetas atacaban a los guerreros de Suna, bloqueando sus movimientos y causándoles confusión.

—Estas marionetas son solo el comienzo —murmuró Sasori, observando cómo sus creaciones dominaban el campo de batalla.

Mientras tanto, en otro extremo de la aldea, Kisame, con su enorme espada en mano, se abría paso a través de los guerreros de Suna con una fuerza brutal. Hidan, con su guadaña afilada, se movía con una velocidad letal, cortando a sus oponentes con una precisión sangrienta. Kakuzu, desde un punto elevado, disparaba flechas con su arco, derribando a los defensores con una puntería perfecta.

—Es casi demasiado fácil —dijo Hidan con una risa maniaca, mientras su guadaña giraba en el aire, buscando su próximo objetivo.

A medida que el caos se desataba, los líderes de Akatsuki, Pain y Konan, avanzaban hacia el corazón de la aldea. Los guerreros de Suna intentaron detenerlos, pero las habilidades de Pain y Konan estaban más allá de lo que podían manejar. Pain, con su aura imponente, repelía los ataques con una simple onda de fuerza, mientras Konan se descomponía en miles de pequeños papeles afilados, que se lanzaban como cuchillas mortales hacia sus enemigos.

El objetivo de Akatsuki era claro: una pieza de tecnología avanzada que Suna había desarrollado en secreto. Este dispositivo tenía el potencial de crear armas avanzadas que podrían cambiar el curso de cualquier guerra. Era vital para Akatsuki obtenerlo para sus propios planes.

—Aquí está —dijo Pain, mientras se acercaba al edificio donde se guardaba la tecnología. Con un gesto de su mano, destruyó la puerta de entrada, permitiendo a los miembros de Akatsuki acceder a la sala.

Sasori y Deidara se acercaron al dispositivo, examinándolo con cuidado.

—Con esto, podremos crear armas que ni siquiera los más grandes guerreros de nuestras aldeas soñaron —comentó Sasori, su voz llena de admiración por la tecnología.

—Perfecto para nuestro arte —añadió Deidara, mientras comenzaba a manipular la máquina, haciendo ajustes para adaptarla a sus propias creaciones.

Orochimaru, que había acompañado a Akatsuki en esta misión, observaba desde las sombras, satisfecho con el progreso. Su alianza con Akatsuki le había dado acceso a recursos que ni siquiera él había podido obtener por sí solo. Con esta tecnología, sus experimentos llegarían a nuevos niveles de perfección.

Lejos de Sunagakure, en un laboratorio oculto, Izumi se encontraba en una sala de experimentación, observando su reflejo en un espejo. Su vientre, ya notablemente abultado, era una constante recordatorio de los experimentos que había aceptado.

Kabuto, el siniestro asistente de Orochimaru, se acercó a ella con una expresión calculadora. Sus ojos brillaban con curiosidad y ambición, mientras analizaba el estado de Izumi.

—El proceso avanza bien —dijo Kabuto, con una voz suave pero cargada de intenciones oscuras—. Los genes Senju y Uzumaki están respondiendo de manera excelente. Este será un gran logro para la ciencia.

Izumi, que al principio había visto esto como un simple experimento, comenzaba a sentir algo más profundo hacia Kabuto. A pesar de su naturaleza fría y calculadora, Kabuto le había demostrado una extraña forma de cuidado durante todo el proceso. El tiempo que pasaban juntos había sembrado en ella un sentimiento que nunca había esperado desarrollar: el amor.

—Kabuto... —dijo Izumi en voz baja, acariciando su vientre—. ¿Crees que estos niños serán felices?

Kabuto la miró, sorprendido por la vulnerabilidad en su voz.

—Izumi, no somos más que piezas en un juego más grande —respondió, con un tono neutral—. Pero haré lo que sea necesario para asegurarme de que sobrevivan.

La respuesta fría de Kabuto no hizo más que reforzar los sentimientos de Izumi hacia él. Aunque sabía que Kabuto nunca mostraría afecto de la manera tradicional, había algo en su dedicación y en su intelecto que la atraía cada vez más.

De vuelta en Konoha, en un ala privada del hospital de la aldea, Naruto e Itachi estaban juntos en la habitación donde los embriones que habían rescatado se encontraban bajo constante supervisión. El ambiente era tranquilo, pero la preocupación y la anticipación llenaban el aire.

—Mira, Naruto —dijo Itachi suavemente, señalando una de las incubadoras—. Hana está creciendo rápidamente. Pronto podremos sostenerla en nuestros brazos.

Naruto se acercó a la incubadora, mirando con cariño al pequeño ser que descansaba en su interior. Hana, la mayor de sus futuros hijos, ya mostraba signos de fortaleza y vitalidad.

—Es increíble, Itachi... —susurró Naruto, emocionado—. Nunca pensé que llegaríamos a este punto. Adoptar a estos pequeños y ver cómo crecen... me hace sentir que todo el dolor y las luchas han valido la pena.

Itachi sonrió, colocando una mano en el hombro de Naruto.

—Nosotros haremos que valga la pena. Estos niños serán nuestra mayor alegría, y haremos lo que sea necesario para protegerlos.

A su lado, la incubadora que contenía al siguiente embrión mostraba signos de vida. Este sería Saiko, el niño que ya estaba comenzando a desarrollar una personalidad propia, incluso dentro de la incubadora.

—Saiko también está progresando bien —dijo Itachi, observando al embrión—. Y después de él, Hakuri e Inami también están creciendo a su ritmo.

Naruto asintió, sintiendo una mezcla de orgullo y responsabilidad. Sabía que el mundo afuera era peligroso, pero también sabía que con Itachi a su lado, nada podría separarlos de su familia.

El asalto de Akatsuki a Sunagakure marcó un nuevo capítulo en la amenaza que se cernía sobre el mundo. Con la avanzada tecnología en sus manos y la alianza con Orochimaru más fuerte que nunca, Akatsuki estaba un paso más cerca de lograr sus oscuros objetivos. Mientras tanto, en Konoha, Naruto e Itachi continuaban preparándose para lo que estaba por venir, protegiendo a sus hijos y fortaleciendo los lazos que los unían. Pero a medida que el peligro crecía, sabían que las pruebas que enfrentaban serían cada vez más difíciles, y que el destino del mundo estaba en juego.

Enemigos Naturales (Itanaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora