Capítulo 25

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Capítulo 25:

La luz del sol brillaba cálidamente sobre la aldea de Konoha, iluminando el día perfecto para una reunión familiar. En la residencia Uchiha-Uzumaki, el ambiente era alegre y relajado mientras los invitados comenzaban a llegar. Naruto, Itachi, Sasuke, Karin, Sakura, y Shisui, junto con sus hijos, se preparaban para disfrutar de un día en familia. Entre los invitados también estaban los legendarios Sannin, Jiraiya y Tsunade, junto con su hermano Nawaki, quienes compartían risas y recuerdos mientras disfrutaban de la compañía.

Naruto, como Hokage, estaba acostumbrado a las reuniones diplomáticas y eventos formales, pero esta pequeña reunión tenía un toque especial. Era un tiempo para relajarse, olvidar las responsabilidades por un momento y simplemente disfrutar de la compañía de sus seres queridos.

—Esto es justo lo que necesitábamos —dijo Naruto, sonriendo mientras observaba a sus amigos y familiares interactuar. —Es bueno estar rodeado de todos ustedes.

Itachi asintió, abrazando a su esposo mientras observaba a sus hijos correr por el jardín.

—Sí, es un respiro necesario. Han sido tiempos difíciles, pero estos momentos nos recuerdan por qué luchamos.

Sakura y Shisui se acercaron, con Sarada a su lado. Karin y Sasuke también estaban cerca, vigilando a sus mellizos, Kasumi y Dirai, quienes jugaban con Hana, Saiko, Haruki e Inami.

—Es increíble ver cómo han crecido todos los niños —comentó Karin, observando a su hija Kasumi reír mientras intentaba atrapar una mariposa.

—Sí, parece que fue ayer cuando estaban aprendiendo a caminar —agregó Sakura con una sonrisa melancólica.

Jiraiya, con su habitual carisma, se unió a la conversación.

—¡Ah, la próxima generación de Konoha! Estoy seguro de que todos ellos harán grandes cosas. Solo miren la energía que tienen.

Los adultos continuaron charlando mientras los niños jugaban en el jardín. Sin embargo, en medio de la diversión, Saiko comenzó a sentir una energía extraña. Su habilidad para sentir las intenciones y la energía de los demás se activó, y su expresión se volvió seria.

—Hana, Haruki, Inami... —murmuró, llamando la atención de sus hermanos. —Siento algo. No estamos solos.

Hana, que estaba jugando con sus cadenas, las hizo desaparecer en un instante, su instinto de guerrera activado.

—¿Dónde? —preguntó, sus ojos azules escaneando el área.

—En el bosque, cerca de aquí, no se siente común, se siente poderoso —respondió Saiko, señalando hacia los árboles al borde de la propiedad.

Sin pensarlo dos veces, los cuatro hermanos se dirigieron hacia el lugar que Saiko había indicado, moviéndose con rapidez y sigilo. Al llegar al borde del bosque, se detuvieron en seco al ver a un niño de unos 12 años, con cabello castaño y ojos rojos con dos aspas negras girando en ellos.

Hana sintió una punzada de reconocimiento.

—¿Eso es... el Sharingan? —susurró, sin poder evitar la sorpresa.

El niño, que no era otro que Shin, había salido del escondite de Orochimaru con la intención de explorar el mundo exterior. Había estado caminando durante horas, intentando comprender el mundo que lo rodeaba, hasta que se topó con la aldea de Konoha. Había sentido una mezcla de curiosidad y envidia al ver a los niños jugando con sus habilidades. Pero cuando vio a Hana activar el Sharingan, supo que no estaba solo en su diferencia.

Los ojos de Shin se entrecerraron mientras evaluaba la situación. Había planeado pelear si era necesario, pero la presencia de otros niños con habilidades como las suyas lo hizo reconsiderar. Tal vez, estos niños podrían ser más que enemigos; podrían ser aliados.

—No voy a pelear —dijo Shin finalmente, alzando las manos en un gesto de rendición. —Solo quiero hablar.

Hana, siempre cautelosa, mantuvo su distancia, pero su curiosidad la llevó a preguntar.

—¿Quién eres? ¿Qué estás haciendo aquí?

Shin bajó la mirada, buscando las palabras correctas.

—Me llamo Shin. Vine desde... lejos. Solo quería ver cómo es la vida aquí afuera.

Saiko, que aún sentía la energía de Shin, detectó sinceridad en sus palabras, aunque también una profunda tristeza y soledad.

—¿Estás solo? —preguntó Saiko, suavizando su tono.

Shin asintió lentamente.

—Sí. He estado solo por mucho tiempo. Pero al verlos a ustedes, pensé que tal vez... podríamos ser amigos.

Hana y sus hermanos intercambiaron miradas. Habían sido advertidos de no confiar en extraños, pero algo en la voz de Shin les hizo sentir empatía.

—Podríamos ser amigos —respondió Hana finalmente, con cautela. —Pero tenemos que saber más sobre ti.

Shin asintió, comprendiendo la necesidad de precaución.

—Les contaré todo lo que quieran saber. Pero necesito su ayuda...

Antes de que pudieran continuar con la conversación, Saiko se sobresaltó al sentir una energía familiar acercándose.

—¡Nuestros padres! Vienen hacia aquí. —dijo con urgencia.

—Debemos irnos —agregó Haruki, mirando a Shin con preocupación.

Hana asintió.

—Nos encontraremos aquí más tarde, Shin. Pero ahora debes esconderte. No podemos dejar que te encuentren.

Shin asintió y rápidamente se ocultó entre los árboles mientras los hermanos Uchiha-Uzumaki regresaban apresuradamente a la reunión familiar. Cuando llegaron al jardín, encontraron a sus padres y a los demás adultos buscándolos con preocupación.

—¿Dónde estaban? —preguntó Naruto, su tono preocupado pero aliviado al verlos ilesos.

—Solo estábamos... entrenando un poco —respondió Hana, esbozando una sonrisa nerviosa.

Itachi levantó una ceja, pero decidió no presionar el asunto.

—Está bien, pero no se alejen demasiado. Es un día para estar juntos.

Los niños asintieron, un poco inquietos por el reciente encuentro, pero mantuvieron su promesa de volver más tarde.

Más tarde esa noche, mientras los adultos compartían historias y risas alrededor del fuego, los niños se escabulleron al bosque para reunirse nuevamente con Shin. Esta vez, con la intención de escuchar su historia y entender por qué había aparecido en su vida.

—Tenemos que ser muy cuidadosos con esto —dijo Hana en voz baja mientras se adentraban en el bosque. —Si nuestros padres descubren que estamos escondiendo algo como esto...

—Lo sé —respondió Saiko. —Pero algo me dice que Shin necesita nuestra ayuda. No es solo un niño perdido, hay algo más grande en juego.

Cuando llegaron al lugar de encuentro, encontraron a Shin esperándolos, su expresión llena de una mezcla de esperanza y temor.

—¿Están listos para escuchar? —preguntó Shin, su voz temblando ligeramente.

Hana asintió.

—Cuéntanos todo, Shin. Pero debes saber que si nos metemos en esto, no habrá vuelta atrás.

Shin respiró hondo antes de empezar a contar su historia. Una historia de dolor, pérdida, y un deseo desesperado de libertad. Pero mientras hablaba, un plan comenzó a formarse en la mente de los hermanos Uchiha-Uzumaki. Un plan que involucraba no solo la protección de su nueva amistad, sino también un futuro en el que todos podrían vivir libres de las sombras del pasado.

Los niños sabían que estaban a punto de embarcarse en una aventura peligrosa y llena de incertidumbre. Pero también sabían que, juntos, podrían superar cualquier obstáculo. El vínculo que estaban formando con Shin sería la clave para cambiar sus destinos, y nada los detendría hasta asegurar la libertad de su nuevo amigo.

Así, bajo las estrellas que brillaban sobre Konoha, comenzó una nueva etapa en sus jóvenes vidas, una etapa que los llevaría a enfrentarse a desafíos más allá de lo que jamás habían imaginado.

Enemigos Naturales (Itanaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora