Capítulo 40

13 2 0
                                    

Capítulo 40:

La noche estaba tranquila en Konoha, el cielo estrellado brillaba sobre la aldea, ofreciendo una paz que parecía casi irreal después de todo lo que habían pasado. Itachi y Naruto estaban sentados juntos en la terraza de su casa, mirando las estrellas en silencio. El aire estaba fresco, y una suave brisa acariciaba sus rostros mientras reflexionaban sobre el largo camino que habían recorrido.

Naruto suspiró, rompiendo el silencio. —¿Puedes creer todo lo que hemos pasado para llegar hasta aquí? —preguntó, su voz baja y cargada de emoción.

Itachi asintió, sus ojos oscuros se posaron en las estrellas. —Hemos recorrido un camino difícil, Naruto. Pero cada paso, cada batalla, nos ha llevado a este momento. Juntos.

Naruto se recostó un poco, recordando sus primeros días. —Recuerdo cuando nuestros clanes estaban en guerra, cuando solo nos conocíamos como enemigos. Jamás imaginé que terminaríamos aquí, lado a lado, formando una familia.

Itachi lo miró con una mezcla de tristeza y gratitud. —Yo tampoco. Éramos tan jóvenes, tan cegados por nuestras obligaciones hacia nuestros clanes. Pero incluso entonces, había algo que nos unía, algo más fuerte que el odio o la rivalidad.

—Sí... —Naruto sonrió con nostalgia—. La primera vez que luchamos, fue como si algo despertara dentro de mí. Algo que me decía que había más en ti que solo un guerrero del clan Uchiha.

Itachi cerró los ojos por un momento, recordando aquel primer enfrentamiento. Las espadas chocando, la tensión en el aire, y sin embargo, había algo más profundo, una conexión que ninguno de los dos podía ignorar.

—Nunca olvidaré ese día —murmuró Itachi—. Fue el inicio de todo, aunque nos llevó tiempo entender lo que significaba.

Naruto se giró hacia él, sus ojos azules brillaban con una mezcla de amor y determinación. —Y aquí estamos, después de tantas batallas, tantas pérdidas... finalmente en paz. Nuestra familia, nuestros hijos, ellos son la prueba de que todo valió la pena.

En ese momento, Hana apareció en la terraza, sus ojos rojos brillaban con el poder del Sharingan. Había oído la conversación de sus padres y sintió una necesidad de hacer algo especial, algo que les permitiera ver y recordar cuánto habían logrado.

—Papá, padre, quiero mostrarles algo —dijo Hana, con una leve sonrisa misteriosa.

Naruto la miró con curiosidad, mientras Itachi levantaba una ceja. —¿Qué tienes en mente, Hana?

—Quiero que vean... —respondió Hana—. Lo que nos trajo hasta aquí.

Antes de que pudieran preguntar más, el Sharingan de Hana comenzó a girar, y en un instante, Naruto e Itachi se encontraron envueltos en una serie de imágenes que pasaban ante sus ojos como un sueño vívido.

Primero, vieron los enfrentamientos entre sus clanes, las batallas sangrientas, el odio que los había mantenido separados. Se vieron a sí mismos, jóvenes y llenos de rabia, luchando con todas sus fuerzas por sus respectivas familias. Pero detrás de cada batalla, detrás de cada enfrentamiento, había momentos fugaces de duda, de cuestionamiento, donde ambos se preguntaban si realmente eran enemigos.

Luego, las imágenes cambiaron, mostrándoles sus primeros encuentros fuera del campo de batalla. Momentos de calma en los que empezaron a ver el verdadero uno al otro, más allá de los apellidos y las rivalidades.

Las imágenes continuaron, mostrándoles cómo, con el tiempo, esos encuentros se convirtieron en algo más. Vieron sus primeras confesiones, sus primeros momentos de cercanía, y finalmente, su decisión de dejar atrás las guerras y construir una aldea, para construir su amor.

Naruto sintió una lágrima deslizarse por su mejilla al ver esos recuerdos, mientras Itachi apretaba su mano con fuerza.

—Hemos pasado por tanto —murmuró Naruto, con la voz rota por la emoción.

—Y lo hemos superado —respondió Itachi, sus ojos fijos en las imágenes—. Juntos.

Las imágenes cambiaron una vez más, mostrando los primeros días de su vida como familia, la adopción de sus hijos, los momentos llenos de amor y alegría que compartieron a medida que construían su hogar en Konoha. Vieron a Hana, Inami, Haruki, y Saiko creciendo, desarrollando sus habilidades y formando sus propias identidades.

Finalmente, las imágenes se desvanecieron, y Naruto e Itachi volvieron a encontrarse en la terraza, con Hana mirándolos con una sonrisa suave.

—Quería que recordaran todo lo que han logrado —dijo Hana—. Para que sepan que todo lo que hemos hecho, todo lo que hemos pasado... ha sido gracias a ustedes.

Naruto y Itachi intercambiaron una mirada llena de amor y orgullo. Naruto tiró suavemente de Hana para que se uniera a ellos, abrazándola con fuerza.

—Gracias, Hana —susurró Naruto, con una sonrisa—. Es el mejor regalo que podrías habernos dado.

—No fue solo mi idea —respondió Hana, riendo ligeramente—. Shin me ayudó. Quería que sus padres también comenzaran de nuevo, con el mismo amor que ustedes me han dado a mí.

[Flashback]

Shin se encontraba en casa con Izumi y Kabuto. Después de años de lucha y sufrimiento bajo el yugo de Orochimaru, finalmente tenían la oportunidad de vivir una vida normal. Shin, aún con las cicatrices emocionales de sus experiencias, sentía el amor de sus padres como un bálsamo curativo.

Izumi lo observaba mientras él organizaba sus pertenencias en su nueva habitación. —Este es un nuevo comienzo para nosotros, Shin —dijo con ternura—. Estamos juntos, y eso es lo único que importa.

Kabuto asintió, colocando una mano en el hombro de Shin. —Nunca más tendrás que pasar por eso solo. Tienes una familia que te ama, y amigos que te apoyan.

Shin miró a sus padres, sus ojos brillaban con una gratitud que no podía expresar con palabras. —Gracias, mamá, papá. Por no rendirse conmigo. Por darme una segunda oportunidad.

Izumi y Kabuto lo abrazaron con fuerza, sabiendo que habían dejado atrás la oscuridad y estaban entrando en una nueva vida, una llena de amor, esperanza y paz.

Y así, mientras la noche caía sobre Konoha, dos familias que habían conocido la tragedia, la guerra y el dolor, encontraron finalmente la paz que tanto anhelaban. Naruto e Itachi, junto con sus hijos, sabían que el camino no había sido fácil, pero juntos, habían creado un hogar lleno de amor que nada podría destruir.

Enemigos Naturales (Itanaru)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora