XXXII

34 3 0
                                    

Esperaba poder volver a su cabello ondulado, a ver como este caía delicadamente sobre sus ojos. Pero al despertar, me encontraba a mi hermana dormir plácidamente a mi lado. Me encontraba nuevamente dentro de mi habitación, con un vestido largo y oscuro sobre mi cuerpo. Al moverme, sentía un trozo de tela presionar aquella herida.

El sabor de los labios de Arlequín, aun se sentía sobre mi piel, haciéndome temblar. Con solo cerrar brevemente mis ojos, sentía que estaba con él, que estaba tocándome, haciéndome el amor de una forma completamente irracional, apasionada. Le deseaba, no podía evitar pensar en él no como un asesino, como el portador de todas mis tragedias, sino como hombre, como quien me había tomado y me había hecho suya.

Pero a pesar de ello, no podía evitar sentir dolor. No se desarrollaba solo por la herida que tenía sobre mi pecho, una en la que en cualquier momento volvería a abrirse. Pensaba en Lachlan. Lo que había hecho, le destrozaría por completo el corazón.

Había dicho te amo y también te deseo a dos hombres diferentes, dos personas que con solo ponerlas en la pista del escenario, se destrozarían el uno al otro.

No podía decir lo ocurrido a nadie, ni siquiera a mi hermana. El arriesgarme sería perjudicar mi estadía dentro del carnaval. El Truco final se estaba acercando a pasos agigantados y no podía siquiera arriesgarme a perder por una aventura pasional.

Arlequín jugaba con cada uno de mis sentidos y yo caía, las veces que fuesen necesarias para poder tranquilizar esa embriagadora necesidad suya.

Un golpeteo hacía que Ethelia se sobresaltase, llegando a apretar inesperadamente mi brazo.

—Tranquila—le mencioné a Ethelia, esperando que me soltase.

—¿En dónde estabas? —susurró—. Estuve buscándote toda la noche.

Le pedí que guardase silencio, abriendo esa puerta con suma inquietud. Lachlan estaba allí de pie, de brazos cruzados.

—Adelantaron el Truco Final—espetó.

—¿De qué estás hablando? —me inquieté—. Aun no es siquiera diciembre.

—Me entregaron una carta y luego se las hicieron llegar a los fenómenos y al Cirque. Te la hubiese dado antes, pero no te encontré después de que salí de esa carpa—comentó—. ¿En donde estabas?

No dije nada, recibiendo la carta que tenía Lachlan en sus manos. Mencionaba que se realizaría un previo privado, solo para los miembros y para el Cirque. Se llevaría a cabo en octubre, la última semana del mes. Halloween sería la ultima vez en que estaríamos todos juntos y luego al día siguiente, vendría consigo el Truco final.

Nos quedaba solo un mes dentro de la mansión del Gran Maestro. Septiembre acabaría en cualquier momento, con un solo chasquido de mis dedos.

—Debemos huir de aquí, esta noche—susurré.

Pero lamentablemente huir no era una buena opción, no sabiendo lo que el Cirque y  el Carnaval, hacían con sus participantes.

—No vuelvas a desaparecer, por favor—suspiró.

Se marchaba a paso veloz. Aquel ceño fruncido, no desaparecía de su rostro. Cerré la puerta lentamente, avergonzada. Le estaba mintiendo, estaba involucrándome en algo que rápidamente se estaba escapando de entre mis manos.

—Roan, ¿en dónde estuviste anoche? —susurró Ethelia, levantándose de aquella cama.

—Estuve entrenando, lejos de la mansión—respondí rápidamente.

El Antiguo Arte de Matar a un Inocente y Otros EspectáculosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora