XXXIX

24 4 0
                                    


El gran previo del carnaval de los dieciséis, era otra noche más de opulencia, de lujos, de escándalo, de chismes. Pero aquella noche era sumamente especial, ya que por primera vez desde hace más de diez años, la celebración se realizaba la noche antes del evento más esperado de la temporada. El Truco Final.

Para el carnaval era una ocasión importante, para los miembros del Cirque era una forma de analizar a la competencia. Pero para mí, era otro grito de auxilio, de escapar, de querer quemar hasta el último salón de aquella gran mansión.

La gran velada se llevaría a cabo en los dominios del Gran Maestro. Se nos había hecho llegar a cada uno la invitación en telas rosadas, la cual mencionaba puntualidad y un completo refinamiento. La lista de invitados era completamente selecta. En aquella recepción, solo serían invitados los dos grupos concursantes, el Cirque y el carnaval. Excluidos y exclusivos, quedaban fuera por primera vez.

Solo debíamos esperar. El silencio se transformaba en parte de mi familia, mientras observaba mi reflejo en aquel espejo y el vestido negro, escotado que había tras mi espalda, colgado sobre el armario.

Me había pasado la mitad de la mañana arreglándome, quitando y luego dejando algo de maquillaje brillante sobre mi empalidecido rostro, sentándome sobre ese tocador una y otra vez. Los pensamientos sobre mi cabeza iban y venían. Apenas podía sostener con mis manos temblorosas aquel labial, sin antes pensar en Ethelia.

Me llevé ambas manos sobre mi rostro, sollozando.

No podía dejar de pensar en ella, en si aun estaba con vida.

La temperatura de aquella carpa bajaba rotundamente, sintiendo mis brazos congelados al igual que una presencia detrás de mí. Sentía su respiración, sin embargo no podía verle en aquel espejo. Solo era yo tratando de buscarle.

Te aconsejo que por esta noche, finjas una sonrisa sobre tu rostro. Porque si descubren un solo ceño fruncido sobre su rostrorio, te matarán o más bien, ella lo hará.

—Y, ¿tú lo permitirás? —inquirí.

—Le hice una promesa a Eamon y también a tu madre. Espero seguir manteniéndola por esta noche.

Me di la vuelta para verle, pero ya este había desaparecido por completo.

El sol ya no se encontraba presente. La noche se dejaba ver una vez más sobre el Cirque mientras todos se terminaban de alistar. Fuera de mi carpa, yacía Lee quien llevaba sobre su rostro un antifaz dorado donde solo dejaba al descubierto su ojo izquierdo. Su ajustado traje de latex negro sin mangas sobre los brazos, lo hacia ver completamente atemorizante. Se apoyaba sobre un árbol, en donde diminutas hadas volaban sobre la palma de sus manos descubiertas. Al tocarlas, cada una parecía evaporarse.

Descubrí que alguna de estas, se desplazaban hacia mi presencia. Sus alas revoloteaban a toda velocidad como las de una pequeña libélula, mientras parecían descansar sobre mis hombros.

—Son hermosas—expresó Lee, acercándoseme—. Y tú, también.

—Gracias—le sonreí.

—Pero algo falta sobre tu cuello. Un accesorio.

Hundió la mano en el interior de sus ajustados pantalones oscuros, dejando algo sobre mi mano derecha. Un collar, con una pequeña gema oscura.

El Antiguo Arte de Matar a un Inocente y Otros EspectáculosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora