𝐕𝐎𝐋𝐕𝐄𝐑 𝐀 𝐕𝐄𝐑𝐌𝐄 𝐎 𝐕𝐄𝐑𝐌𝐄 𝐕𝐎𝐋𝐕𝐄𝐑

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Por mi cuerpo viaja un escalofrío, uno de esos que solo Pierre es capaz de generar a la distancia, con solo estudiarme y desearme a lo lejos. Un escalofrío idéntico al que sentí el primer día que me interrumpió en la biblioteca hace tanto tiempo atrás.

Los latidos de mi corazón movilizan mi pecho, dando saltos alocados e imposibles de controlar; escucho como retumban en mis oídos. Tenerlo enfrente ya no se trata de sueños incompletos o recuerdos latentes pero lejanos que se disuelven día tras día. Esto es real, está aquí, viéndome de una forma que grita lo mucho que significa mi regreso.

Me tiemblan las manos y las piernas. Sin embargo, me obligo a empujarlas y avanzar porque supongo que él no es capaz de salir de esa nube que se interpone entre ambos; sus ojos abiertos de par en par me lo hacen saber, los mismos que me hacen picar la garganta.

Una vez doy unos pasos, los convierto en zancadas, zancadas que se transforman en un trote, hasta que acabo corriendo con ganas. Corro y, al romper los metros que nos separan, me lanzo hacia sus brazos. Envuelvo los míos alrededor de su cuello y dejo que él me apriete contra su cuerpo con fuerza, que me reciba como siempre ha sabido recibirme y hundirme en su esencia.

Unas repentinas lágrimas empapan mis ojos mientras inspiro hondo, llenando mis pulmones de su aroma, de ese típico perfume que me condené a no olvidar a pesar del mucho tiempo que pudiese pasar sin apreciarlo. Y sonrío, porque sigue fresco en mis recuerdos.

Su calidez... Sigue siendo la misma. Misma energía descontrolada y fresca, segura de sí y tan invasiva que se vuelca en mí con solo tenerla cerca.

Me toma de la cintura con sus manos firmes y hace que me separe un poco de él para lograr mirarme a los ojos, los cuales tengo hechos cristales. Sonríe entre respiraciones agitadas. Esas malditas sonrisas de Pierre Crawford que me hacen olvidar de la realidad por un momento y desear sumergirme en él por mucho más tiempo.

Recorro el verde de su mirada con relámpagos apurados de fondo, en un paisaje negruzco y triste, lleno de mensajes que me llevan de vuelta a la gran batalla con los dragones negros, la que desencadenó el infierno encargado de cortar el hilo de nuestra historia con un hacha.

Aunque tal vez el hilo sea imposible de cortar... Tal vez solo se enredó al chocar con circunstancias y no sabe cómo volver a su punto inicial.

—Brid... —susurra a centímetros de mis labios. Escuchar mi nombre con su voz se siente como saltar de un rascacielos y dejarse caer, caer y caer.

—Pierre...

—¿Qué carajos haces aquí? —Se aferra más a mí, me pega más a él, y lo agradezco infinitamente.

—Te dije que no iba a parar contigo, Crawford. No iba a parar con Shungit —contesto, cierro los ojos y apoyo mi frente sobre la suya. Lo oigo inhalar y detecto los latidos acelerados en su pecho subiendo y bajando.

Permanecemos así, respirándonos y teniéndonos el uno al otro como si en cualquier instante un chasquido mágico pudiese volverme a Toronto y arrancarme del momento de un tirón.

Cuando abro los ojos y me aparto levemente, Pierre lleva una mano a mi nuca, la entierra entre mi pelo sin una pizca de duda, lo que dice mucho sin palabras de por medio. «No sé qué cosas hayan sucedido en la vida de Pierre en esos tres meses», acabo de confesar llena de temor. Tal vez no lo sepa, pero el miedo de que haya sido algo drástico titubea ahora.

El tacto de Pierre significa fuego en este preciso instante. Pero no me quema, más bien me hace arder junto a él.

—Nena.

—¿Sí? —respondo, perdiéndome en su mirada. «Nena...». Entonces roza sus labios con los míos y el mundo se me da vueltas.

—Dime que aún puedo...

EFÍMERO PRAGMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora