—¡La abertura de la puerta debería ir hacia la laguna! —chilla Melanie y da vuelta la carpa unos ciento ochenta grados a la derecha con mucho esfuerzo—. Quiero despertar y ver la laguna.
—Es pleno invierno, el agua está congelada, no creo que puedas ver demasiado —responde Pierre y vuelve la carpa a su anterior posición con una sola mano—. Dejala así.
—¡¿Por qué?!
—Porque yo lo digo.
—¡Y yo digo que vaya hacia el otro lado! —Melanie pone la carpa como quiere, con la abertura de la puerta hacia donde quiere, y empuja a Pierre desde los brazos para alejarlo—. Vete, solo causas problemas. Nosotras ya lo teníamos solucionado.
—¡Tú pediste que te ayudara porque no podías poner la carpa en pie! —Le saca en cara Pierre indignado.
—Shhh, adiós.
Gigi y yo intercambiamos risas silenciosas antes de meter los bolsos dentro de nuestra carpa y organizar las bolsas de dormir que usaremos cada una. Porque, luego de horas y horas de caminata intensa, el sol se escondió y la oscuridad se apoderó de cada rincón de este bosque silencioso en el que la negrura se adueña de todo y las luces de las linternas se vuelven la única salvación.
Las chicas dormiremos en una carpa y los chicos en otra. Melanie no parece querer cambiar de opinión acerca de la ubicación de la nuestra, así que quedará frente a la laguna congelada que tomamos como punto de referencia, mientras que la de los chicos se sitúa unos metros más atrás, en diagonal.
—Esto de caminar tantas horas me va a matar —menciona Gigi, desenrollando su bolsa de dormir blanca—. Deberíamos volar mañana, acortaría el recorrido.
—¿Crees que volar no nos cansaría el doble?
—Bien que los dragones no estamos hechos para recorrer tantos kilómetros, pero valdría la pena intentarlo si así llegamos más rápido. ¿No crees?
—No podría volar una hora seguida, acabaría rendida —contesto y rio por la nariz, también desplegando mi bolsa de dormir para ponerla junto a la de Gigi—. No tengo demasiada práctica en eso, en realidad casi no tengo. Me canso fácil.
—Entiendo, a los dragones nuevos suele pasarles. No es de lo más ventajoso competir contra dragones que vuelan desde pequeños. —Se sienta sobre su bolsa de dormir después de acomodarla y rebusca algo en su bolso—. No es tan sencillo como parece.
—No, no lo es. —Me quedo en silencio unos segundos, concentrada en mi trabajo, hasta que añado—: Con respecto a lo de volar mañana... deberíamos guardar energías. No sabemos qué plan sangriento se le ocurra a Sterling estos días de ausencia. Y, si nos toca correr de regreso, las alas serían nuestra mejor herramienta.
—Verdad, tienes razón —exclama con sorpresa, saca una pinza de su bolso y se recoge el pelo en lo alto con ella—. Jasper lo había sugerido, se me había olvidado. ¿Cuándo no? No pierdo la cabeza porque la tengo pegada al cuerpo.
Ambas nos reímos, y no puedo pasar por alto lo especial que sonó «Jasper» saliendo de su boca, no puedo dejar escapar el momento y abandonar la oportunidad; así que me siento enfrente de ella, abrazando mis piernas.
—Con que Jas, ehh. ¿Qué tal va eso? —suelto sin pensármelo demasiado. Nunca crearemos confianza si no nos animamos a exponer a la otra a lo vergonzoso.
Sus ojos se iluminan como una lluvia de estrellas fugases y una sonrisa pícara y algo tímida a su vez tiñe su rostro en una milésima de segundo.
—¿Jasper? —murmura en voz baja, levantando ambas cuadradas cejas—. Bueno... Nosotros... No sé, ya lo conoces...
—Te gusta.
Abre la boca para contestar. Noto las mil y ciento un excusas que quiere lanzar al balbucear algunas palabras bobas mientras sus mejillas blancuzcas se van enrojeciendo. Me limito a suprimir una risa apurada; en lugar de hablar, espero.
Espero, y espe...
—Me gusta —afirma y suelta una bocanada de aire—. Me gusta mucho, Brid. Es como... no lo sé... Jamás me había sentido como me siento estando con él. Es indefinible. Pero... Pero es bonito, muy bonito. ¿Te ha pasado?
—¿Que si me ha pasado?
—Es como si tuvieran el don de ablandar tu corazón hasta que pareciera que va a derretirse y... —Se frena al notar mi sonrisa y se arrepiente—. ¿Cómo voy a dudar que lo hayas sentido? Tienes a Pierre, claro que lo has sentido.
Soltamos unas carcajadas coordinadas.
—¿Cómo lo has conocido? A Jasper —pregunto mientras ella raspa el esmalte azul marino saltado de sus uñas—. Me han dicho que hablan desde hace un tiempo, desde que me marché de Shungit. Pero ¿cómo diste con él?
—Me gusta que quieras saberlo. —Se inclina hacia atrás, apoya las manos en sus costados, antes de proseguir—: Fue algo espontaneo. Yo no era una chica muy acostumbrada a visitar la biblioteca del bosque. Iba solo en caso de que sea día de recargas. Pero un mágico día, del cual puedo decir que estoy sumamente orgullosa, salí del trabajo y fui a pasar el rato allí para probar nuevos ambientes. No lo sé, estaba algo aburrida.
—¿Estuviste presente en las recargas que llevamos a cabo con Pierre? —indago paralizada, no recuerdo haberla visto.
—Sí, estuve. Pierre me recargo, quizá por eso no me hayas visto. —Hace un gesto para restarle importancia—. El punto es: ese día pasé la tarde en la biblioteca, sola en un rincón. No tengo amigos que asistan ahí a diario. Entonces Jas me vio, yo lo vi a él... y puedes imaginar el resto.
—¿Flechazo a primera vista?
—Supongo, al menos sí para mí. Algún día intentaré saber qué sintió con esa primera mirada, pero me avergüenza aún. Es... demasiado pronto.
Afirmo con la cabeza.
—Te confieso, sin el permiso de nadie —susurro y le saco una risita—, que pensamos que Jasper era todo lo contrario a romántico o cariñoso. Tal vez lo sea. Pero ¿contigo? Es distinto. Verte a ti junto a él es maravilloso.
—¿Sí? ¿Tú dices?
—No soy experta en Jasper Lapointe, pero puedo asegurar que estás haciendo historia. Estamos contentos por eso.
No todos lo están...
—Voy a convertirlo en una inolvidable historia, entonces.
—Hazlo, que tu potencial te lo permita —respondo con una sonrisa ladeada que en el fondo flagea y tambalea poco convencida.
—¡Dejame prender la fogata! —grita Melanie afuera y nos hace dar una salto, nos arranca del momento secreto de confesiones amorosas—. ¡Dame el mechero!
—Vas a incendiar todo el bosque, monstruito —se niega Ryan—. Aléjate. No... Melanie. ¡No! Deja ese mechero. Melanie...
—Dejame hacerlo, o enséñame para que no incendie nada más que estos troncos secos. No te cuesta nada.
—No.
—¡Ryan! —El ruido del mechero se esparce por el silencio, luego el del fuego creciendo, absorbiendo la madera—. ¡Vete a la mierda!
El insultado suelta un resoplido.
—¿Tiene botón de apagado? O ¿cuándo se le acaba la batería? Caminamos todo el día y ni así cierra la maldita boca. Es un loro parlanchín.
—Jamás cierra la boca —murmura Jasper de mala gana, posterior al estruendo de unos troncos al caer en la tierra mojada. Debió recolectar varios para la fogata.
—¡No soy un loro parlanchín!
Me vuelvo hacia Gigi, mordiéndome el labio inferior y negando con la cabeza.
—Deberíamos ir con el loro parlanchín —dice.
—Concuerdo.
Ambas salimos de la carpa y nos acercamos a la fogata que arde en llamas altas en el centro de un círculo armado por nuestros compañeros.
ESTÁS LEYENDO
EFÍMERO PRAGMA
FantasyPosterior a abandonar un alma capaz de hacerla brillar, la calidez de sonrisas que acompañan y un pueblo oscuro y sigiloso que se convirtió en el significado de la palabra "hogar", Bridget Wilson transcurre sus días sumergida en recuerdos, nostalgia...