𝐏𝐔𝐄𝐑𝐓𝐀 𝐂𝐄𝐑𝐑𝐀𝐃𝐀

149 28 2
                                    

Me quedo en compañía de la brisa fría, la hierba húmeda por la neblina caída y los pasos cada segundo más inexistentes de los pueblerinos que se marchan del cementerio para volver a sus rutinas, sabiendo que, sin Marjorie, el pueblo sigue a salvo en manos de dos nuevos guardianes que han aprendido a combatir con la oscuridad y con los dragones de extrañas procedencias.

Acaricio las lapidas de mis abuelos con las puntas de los dedos; están heladas. Los únicos que rondan el cementerio somos «los cinco dragones de la Estancia Drákon». Así nos llaman según los rumores. Entre palabras de consuelo de personas que no había visto en mi vida pero que sí me conocían a mí hace meses por obvias razones, descubrí que las dudas que cargaba fueron innecesarias.

Somos la nueva seguridad de Shungit, todos ellos confían en nosotros. Los niños nos admiran, los adultos nos dedican amplias sonrisas y grandes alientos. Por alguna razón, que Marjorie y Nick nos hayan escogido fue un mensaje definitivo. Por más de no tener idea de qué estamos haciendo o si estamos cumpliendo correctamente nuestra labor, los pueblerinos nos ven como la viva imagen de una nueva generación capacitada para lo que la anterior generación no fue capaz de abordar.

Nos quieren, sí nos quieren.

Retrocedo para admirar las lapidas de lejos una última vez, y choco contra un cuerpo no tan sólido ni amplio como el de Pierre, un poco endeble y poco familiar.

—Vas a quedarte ciega tanto ver esas tumbas enterradas —dicen en voz burlona, así que volteo de un salto.

Colin, con el pelo dorado revuelto y cara de aburrimiento. Y Gigi a pocos centímetros detrás de él a lo «nueva súbdita de la oscuridad». Ambos vestidos de negro, como si hubiesen estado durante la ceremonia.

—¿Qué haces aquí? —jadeo, doy un paso atrás a la vez que le echo un vistazo a Pierre a lo lejos en forma de mensaje.

Él, junto a Melanie en un banco destartalado, se pone de pie de golpe apenas detecta a Colin, y ya puedo percibir como se estremece.

—¿Qué crees que hago aquí? —contesta el rubio, apreciando con un extraño brillo las mismas lapidas que me acusó de no soltar.

Le hago una pequeña señal a Pierre, que es capaz de cruzar a zancadas el cementerio para sacar a empujones a Colin de mi lado después de ese encuentro poco cómodo en el cobertizo. Él baja la velocidad y enmarca una ceja como pregunta, así que afirmo para que no intervenga. Al menos no todavía.

Cuando vuelvo a centrarme en Gigi y Colin, ambos me estudian lentamente.

—¿A qué vienen? Lo pregunto en serio, no es buen momento para que se dignen a aparecer y mucho menos para que se diviertan burlándose. —Señalo el inicio del cementerio—. Pueden retirarse, tampoco estaban invitados.

—Se trataba de Marjorie, todo Shungit era bienvenido —me contradice Gigi, como si ella validara eso.

—No, no se trata de ninguna burla —menciona Colin y se hecha hacia atrás con las manos en los bolsillos, señal de que no irá a ningún lado—. Supuse que la ayudita extra que le regalamos a tu amigo de los negocios te daría una pista de nuestros próximos movimientos.

Le lanzo una mirada a Georgina en busca de respuestas, pero la esquiva con la mandíbula tensa. Transporta una vibra poco similar a la que portaba apenas la conocí. Es una mezcla de arrepentimiento y vergüenza, furia y control.

—¿Cuáles... movimientos? —quiero saber, en el fondo preparándome para la declaración de una siguiente guerra, porque de Colin puede esperarse cualquier cosa.

—No es muy complicado de descifrar, princesa. —Entorno los ojos sin inmutarme—. Lo sabes, ¿cierto? Ryan corrió a la mansión en busca de datos que ayuden a su investigación y a que el muy sabio de tu novio no caiga en la oscuridad para el resto de su vida.

EFÍMERO PRAGMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora