Un terror incontrolable, asfixiante y desbordado me aprieta el pecho. Recolecto algunas partes de la Obsidiana entre mis manos, otras se me caen del arrebato, y me mancho con el pegajoso aceite anaranjado. Encastro unos pedacitos con otros a la fuerza. Se pegotean, pero nada cambia que la piedra esté molida.
—No, por favor... No, no, no —susurro con la voz temblorosa.
Suelto los trozos de Obsidiana a la nieve y me apresuro en voltear a Sterling. La coloco boca arriba para apoyar mi oreja en su pecho. Me concentro en escuchar sus latidos, sus inhalaciones o suspiros; sin embargo, su cuerpo suena como un acantilado vacío y solitario, nada fluye, nada sucede. No hay latidos, inhalaciones o suspiros.
Sterling se ha ido. Pierre la ha asesinado.
Me alejo de golpe cuando el cuerpo inerte de la dragona comienza a expulsar aire grisáceo y niebla negra de la boca, hilos descontrolados que suben, se arremolinan entre sí y salen disparados hacia Pierre, lo envuelven, lo acechan de todos lados. Él no intenta escapar, solo me mira con sus ojos empapados en terror y arrepentimiento y se deja atravesar por esos hilos de oscuridad.
Me levanto de un salto y salgo corriendo hacia él. Me adentro en la neblina negruzca de a su alrededor por más que deba empujar los remolinos, y me lanzo de rodillas a su lado.
No tengo idea de dónde floreció ese rayo de poder, cómo fue posible que lo haya despedido desde su propio cuerpo o si es factible para los dragones guardianes un suceso como este. Tampoco tengo la maldita idea de que si fue un accidente o lo hizo apropósito para deshacerse del odio generado en estas últimas horas de torturas diseñadas por Sterling.
Pero lo que sí sé es que la oscuridad que comienza a teñir sus venas desde los brazos al pecho no es normal. Mierda, no es para nada normal, no es...
—Pierre —jadeo y lo obligo a mirarme. Está asustado, no sé qué revolución estará sintiendo por dentro, pero está aterrado—. ¿Qué hiciste? —susurro con un hilo de voz.
Cierra los ojos y echa la cabeza hacia atrás como si lo estuviesen desgarrando por dentro y no tuviese la capacidad de expresar el dolor a gritos.
—Pierre —insisto. Tomo su cara entre mis manos para que vuelva su mirada a la mía—. Contestáme, ¡¿qué hiciste?!
Traga saliva con fuerza, pero no contesta. Con mis manos temblorosas trazo un camino por sus brazos, donde las venas se van tornando del color de la noche, del dolor y la maldad. Siento mis mejillas calientes y las lágrimas agolpándose en mis ojos hasta desbordar. Una brisa incontrolada me despeina, el poder sigue arremolinándose encima de nosotros.
—Debía hacerla pagar por... por todo lo que ha hecho —murmura en voz baja, inhala una buena cantidad de aire y lo suelta de golpe—. Te prometí que iba a acabar con ella si tenía la oportunidad enfrente.
Niego con la cabeza, las palabras se me agolpan en la boca aunque ninguna salga de ella. Las respuestas convertidas en reproches, las contradicciones convertidas en furia y escándalo.
—No, Pierre, yo no... No me refería a eso cuando te hice prometer que... —Mis ojos se desvían a su cuello, la oscuridad sigue haciéndose paso adentro de él y mi cabeza resuena a gritos—. Podíamos hacerlo de otra forma... ¡Lo sabías!
No responde.
Sus alas se tiñen del mismo color oscuro que las alas de los dragones negros. Pasan de ser blancas, ensuciadas y rotosas a un nuevo par de cartílagos con membranas de piel. La energía lo está renovando, lo repara y convierte en lo que desea.
Un sollozo se escapa de mi garganta junto a más lágrimas espesas que recorren mis mejillas. Sus ojos verdes llenos de pasión, esas esmeraldas hechas obras de arte, se convierten en dos cristales negros apagados.
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EFÍMERO PRAGMA
FantasyPosterior a abandonar un alma capaz de hacerla brillar, la calidez de sonrisas que acompañan y un pueblo oscuro y sigiloso que se convirtió en el significado de la palabra "hogar", Bridget Wilson transcurre sus días sumergida en recuerdos, nostalgia...