𝐋𝐋𝐔𝐄𝐕𝐄𝐍 𝐏𝐋𝐄𝐆𝐀𝐑𝐈𝐀𝐒

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Quedan dos días en el reloj de arena. La última partícula llega a la base y Pierre permanecerá el resto de su vida siendo la nueva sombra de Shungit, el tigre hambriento que cazará las presas que prometió no tocar cuando el hambre no estaba en su panorama. Tenemos el filo de la espada en la garganta.

No han vuelto a haber discusiones en la Estancia Drákon. Ryan no me ha dirigido la palabra, aunque en la cena lo he captado viéndome de reojo con algo de compresión. Comprensión que no busco, no necesito de nadie. Si no examina con responsabilidad lo que tenemos enfrente, entonces dudo que pueda solucionar esta situación.

Lo que si necesitaba era ser «alguien» en la búsqueda de soluciones. Me he encargado de investigar a la par de Ryan los últimos días, de comprender en qué estado estamos y qué ha descubierto él. Es complejo, casi no logro conectar una idea con otra, pero lo intento hasta que anochece y me duele la cabeza, hasta que Melanie me aleja del papelerío para darme un plato de alguna de sus comidas magnificas que cada día se vuelven más deliciosas.

Paso las tardes leyendo libros inmensos, relatándoselos a Pierre e incluyéndolo en la construcción de su propia salvación, como debería haber hecho Ryan desde los inicios. Acabo los días agotada, pero con distintas pizcas de esperanza.

Pierre también la conserva. Su dragón negro se descarrila en distintas horas, atraviesa revoluciones de sensaciones y en cada segundo lo siente más y más parte de él, pero no se ha demostrado condenado a un final inmodificable. En nuestras charlas, las cuales se han vuelto diarias y constantes, repartimos la gravedad de los temas. Llegamos a un punto intermedio: no abusamos de hablar del problema que nos engloba, de la oscuridad y lo que produce, y tampoco corremos al extremo de actuar como si nada estuviese sucediendo.

Así ambos salimos victoriosos.

Se han comprado nuevos cristales, un tanto más gruesos, y se ha reparado la Caja. Para nuestra fortuna y con un poco de esfuerzo de por medio de mi parte para no subir la barrera y dejar entrar la oscuridad, no hemos vuelto a destrozar nada. Aunque eso no quiere decir que nos hemos controlado.

Se ha vuelto rutina visitar la Caja cada noche a pesar del cansancio que me inhabilita la mente y perderme en Pierre. Es interesante la idea titilante de nuestro poder contrario uniéndose. Arrasa y me lleno de dudas sobre los resultados que podríamos obtener. Me tiento a probarlo cientos de veces más, pero no nos queda demasiado.

No nos queda nada.

Deslizo mis manos por el volante del auto de Pierre y espero a que el semáforo se vuelva verde para acelerar. Mi misión esta mañana es recoger a Marjorie de casa e instalarnos en la Estancia Drákon hasta revolvernos el cerebro de información entre todos.

A pesar de que esto de conducir se me da horrible y que he olvidado la mitad de mis clases de diciembre, me creo capaz de llegar hasta el otro extremo de Shungit sin estampar el bello y carísimo auto de Pierre contra un árbol.

Atravieso las últimas calles, dejo atrás la cafetería de donas y cafés a la que acudía el verano pasado y estaciono el auto a duras penas fuera de la casa de la abuela Marjorie. Doy un suspiro y dejo caer la cabeza en al volante, demasiado fuerte como para que la bocina rebote en todas las direcciones. De un respingo me enderezo con la risa escapando por mi boca.

Admiro el jardín delantero. Hay poca nieve, las baldosas están embarradas y las ventanas salpicadas por la lluvia de los anteriores días mientras. Marjorie sale por la puerta principal con un abrigo de nylon y botas con peluche dentro que asoman por los bordes.

Me sonríe y entra al auto, cediendo el paso a una ráfaga de viento congelado.

—Buenos días, querida. Miráte, la nueva chofer de la Estancia Drákon —dice con sorpresa, acomodándose en el asiento, y yo suelto una risita—. Cuidate de Jasper, querrá que resuelvas todos los recados con tal de no responsabilizarse de ellos.

EFÍMERO PRAGMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora