𝐅𝐋𝐎𝐑 𝐌𝐀𝐑𝐂𝐇𝐈𝐓𝐀

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La situación sí empeora día tras día. Por mucho que me fuerce a mantener una sonrisa en mi rostro, a convivir con el peso del dragón negro en Pierre y con la revolución de estrés de mis amigos, tengo mi propio caos encadenado a mí para que la monstruosidad que contiene no se derribe encima de las heridas que ya tenemos. Inconscientemente regulo mis acciones, las controlo como a un títere, pero querrán liberarse en algún momento.

Y deseo que ese momento no llegue pronto, porque mediante las horas pasan todo se torna más complicado.

Me hecho agua helada en la cara y tomo una bocanada de aire. Me miro en el espejo del baño al levantar la cabeza. Noto el cansancio en cada extremo de mi rostro a causa del poco sueño que me ha acompañado estas últimas noches. Abro los ojos más de diez veces durante las veladas, doy vueltas en la cama, visualizando a Pierre dentro de una jaula, sosteniendo pesadillas con las carcajadas de Sterling y mi sangre deslizándose por sus armas.

El sol se asoma en el horizonte y continúo pensando en Pierre, en su «excepción», en como escogió mantenerme lejos de lo que le sucede. Un par de metros de pasillo nos separan, pero la Caja se vuelve una burbuja que me sostiene lejos de nuestra conexión, de nosotros. Aún duermo en su habitación, entre sus sabanas; vivo en su casa, entre sus amigos, aunque sin su presencia... y se vuelve inevitable no pensar en él la mayor parte del día.

Salgo del baño y me quito el pijama, me coloco un atuendo casual y cómodo para otra mañana igual de rutinaria y básica. No he visitado a Pierre dese ayer, luego de la conversación que tuvimos. No sé si quiero darme un tiempo para pensarlo, darle un tiempo a él, o solo soy una cobarde que está demasiado abombada como para enfrentarse a lo que debe solucionarse. Estoy escapando de agravar la semana, de preguntarme si tiene más razón de la que quiero aceptar. Tal vez debería permitir que cuide de mí si así lo desea.

Abandono la habitación para bajar a desayunar. Sin embargo, me detengo a mitad de camino cuando escucho las palabras impacientadas de Ryan en la habitación del fondo. Volteo la cabeza y me percato que la puerta está apenas entornada.

—Tienes que alimentarte de energía, Pierre —dice—. Los dragones negros funcionan gracias a eso. Entiendo que te cueste trabajo aceptarlo, pero llevas una semana con la oscuridad dentro; comenzarás a debilitarte.

—Me debilitaré todo lo que sea necesario, pero no le robaré la energía a nadie. No puedo y no debo —contesta Pierre.

—Sí debes, sí que debes. —Hace una pequeña pausa, no sé qué estarán haciendo. Yo, no me muevo—. ¿Te da pena? ¿Tienes miedo de quitarle demasiada energía a alguien? Podemos ayudarte. Intentalo primero con Bridget si eso te hace sentir más cómodo. Apuesto que aceptará que te alimentes de su energía —añade con un rejunte de calma inventado en la marcha.

—No voy a tocar a Bridget, no.

—¿Qué tiene de malo que...?

—¿Acaso tú le quitarías la energía que le da fuerza a tu novia para que te sientas un poco mejor contigo mismo? —lo interrumpe.

—¿Qué hay de cualquiera de nosotros? —Silencio expectante, incomodo—. Pierre, las cosas van a empezar a ir muy mal si no aceptas lo que te ofrecemos. Lo digo en serio, muy en serio, puedes volverte violento si no consumes energías exteriores.

Me vuelvo hacia adelante y desconecto de la conversación ajena cuando escucho pasos en la escalera; Melanie sube.

—Buenos días —exclama con una sonrisa de labios rosados en el rostro—. Jasper preparó café para todos, en la cocina hay un vaso para ti. Apúrate antes de que se enfríe.

—Buenos días. Gracias, Mel —contesto apenas, me obligo a avanzar.

—No hay de qué. —Se encoje de hombros y se aleja hasta su habitación dando saltitos.

EFÍMERO PRAGMADonde viven las historias. Descúbrelo ahora