25. 𝑵𝒀𝑴𝑷𝑯𝑨𝑫𝑶𝑹𝑨 𝑻𝑶𝑵𝑲𝑺

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advertencia; algo subido de tono.

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Elisa caminaba por los pasillos del Ministerio de Magia con paso firme, su expresión era imperturbable, pero por dentro, cada mirada de curiosidad que recibía le recordaba la cicatriz que marcaba su rostro. No había dejado de ser el centro de atención desde el incidente con el hombre lobo años atrás. Pero había aprendido a protegerse, a construir una muralla de frialdad y seriedad que la mantenía a salvo de las preguntas y los juicios.

Una figura colorida apareció a su lado, contrastando completamente con su propio aspecto sombrío. Tonks, con su habitual cabello rosa y una sonrisa radiante, la saludó con un tono jovial.

—¡Elisa! ¡Qué bueno verte! ¿Cómo va todo por aquí?

Elisa ladeó la cabeza, evaluando a la metamorfomaga con su característico aire distante.

—Todo bien —respondió, intentando mantener la conversación al mínimo. Sabía que Tonks era amistosa, pero también muy persistente.

Tonks no se dejó intimidar por la frialdad de Elisa. Había oído historias sobre la cicatriz, y aunque no quería ser insensible, algo en la seriedad de Elisa la intrigaba. La mayoría de la gente evitaba a Elisa o se incomodaba por su presencia, pero Tonks no era como la mayoría. Había algo en esa frialdad que la atraía, y no podía evitar querer desentrañar el misterio detrás de esos ojos marrones oscuros.

¿Te apetece tomar algo después del trabajo? —preguntó Tonks, su tono ligero pero lleno de intenciones ocultas.

Elisa se sorprendió ante la invitación directa. No estaba acostumbrada a la amabilidad sin segundas intenciones, y su primera reacción fue rechazar. Sin embargo, algo en la sonrisa sincera de Tonks le hizo dudar por un momento.

No suelo... —comenzó a decir, pero Tonks la interrumpió rápidamente.

—¡No te preocupes! No es una cita ni nada. Solo un café entre compañeras. Vamos, te hará bien —dijo Tonks, guiñándole un ojo.

Elisa finalmente asintió, aunque su mente estaba llena de dudas. No estaba acostumbrada a este tipo de cercanía, y mucho menos con alguien tan diferente a ella. Pero algo en la insistencia despreocupada de Tonks la hizo aceptar.

Mientras ambas caminaban hacia la salida del Ministerio, Elisa no podía evitar pensar en lo mucho que había cambiado su vida desde que obtuvo aquella cicatriz. Pero ahora, por primera vez en mucho tiempo, sentía una pequeña chispa de curiosidad. Quizás, solo quizás, Tonks podría ser la persona que derribara sus muros.

El café al que Tonks llevó a Elisa era pequeño, acogedor y bastante apartado del bullicio del Ministerio. La metamorfomaga eligió una mesa en la esquina, cerca de una ventana. Elisa, aunque parecía imperturbable, observaba cada detalle con atención, evaluando el lugar y a la gente a su alrededor, como solía hacer en cada nuevo entorno.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓 » 𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora