32. 𝑳𝑼𝑪𝑰𝑼𝑺 𝑴𝑨𝑳𝑭𝑶𝒀

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advertencia; contenido +18, daddy kink, algo de masoquismo, infielidad

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No era un secreto para nadie en el círculo de los Mortífagos que Lucius Malfoy mantenía una amante. Los miembros de su grupo lo sabían: Severus Snape, Bellatrix Lestrange, y por supuesto, el propio Lord Voldemort. Incluso Narcissa, su esposa, tenía pleno conocimiento de la situación. Sin embargo, lo que mantenía a Lucius atado a esta mujer era su hijo, Draco, el único vínculo genuino que parecía conservar.

El día que Lucius había visto a Marinet por primera vez en Hogwarts, había maldecido su destino. Era un día soleado y él había ido a observar a Draco en un campeonato de Quidditch. Pero lo que capturó su atención no fue el partido, sino la figura de Marinet, la profesora más deslumbrante que jamás había visto. Su presencia era tan cautivadora como el vuelo mismo, ya que ella enseñaba la materia de Vuelo.

Marinet tenía unas piernas de una blancura inmaculada, con delicados toques rosas que parecían brillar a la luz del sol. Su cabello rubio, sedoso y ligeramente largo, enmarcaba un rostro que combinaba unos ojos avellana con una sonrisa deslumbrante. Cada uno de esos detalles atrajo la mirada de Lucius y lo cautivó por completo.

No recordaba con precisión cuándo ni cómo comenzó su relación, pero ya había pasado un tiempo considerable desde que mantenían encuentros secretos en la casa de Marinet. Cada vez que se encontraban, era como si el tiempo se detuviera, y el mundo exterior desapareciera, dejándolos solos en su burbuja de pasión y deseo.

Un día, Narcissa, recostada en un elegante camisón verde esmeralda, con su cabello suelto y enredado en una maraña de tristeza y resignación, le lanzó una mirada que captó la atención de Lucius. Ella estaba absorta en la lectura de un libro sobre astronomía, aparentemente ajena a las actividades clandestinas de su esposo.

—Iré a despejarme un poco —dijo Lucius, buscando una salida a la tensión que se acumulaba en su interior.

¿Con despejarte te refieres a ir a la casa de Marinet, verdad? —respondió Narcissa, sin levantar la vista del libro, con un tono que mezclaba resignación y cansancio.

Lucius sintió una punzada de culpa. La indiferencia de Narcissa era un recordatorio constante del dolor que él mismo le causaba. No podían imaginar cuánto le dolía a Narcissa saber que su esposo la engañaba noche tras noche, sin excepción.

Se preguntaba a menudo qué tenía Marinet que ella no tuviera. Sabía la respuesta, por supuesto. Marinet poseía un secreto, un secreto oscuro que solo Lucius conocía. Ella era una mujer con una inclinación masoquista que encendía en Lucius una llama que él había creído extinguida. Ella se convirtió en la chispa que encendía sus deseos más profundos, el fósforo que iluminaba su vida de una manera que nada más podía. Algo que Narcissa no tenía, no le gustaban ese tipo de cosas.

En la penumbra de la casa de Marinet, el aire estaba cargado de una mezcla de anticipación y deseo. La habitación, decorada con muebles de madera oscura y cortinas pesadas, se había convertido en el escenario de sus encuentros clandestinos, donde cada rincón parecía susurrar los secretos de su relación.

Marinet estaba tendida sobre la cama, su cuerpo desnudo y expuesto a la luz tenue de las velas que iluminaban la habitación. La pasión y el dolor se entrelazaban en su piel, donde las marcas de las manos de Lucius todavía eran visibles. Cada cicatriz en su cuerpo era un recordatorio de las noches intensas que habían compartido.

Lucius, de pie a su lado, observaba con una mezcla de deseo y satisfacción. Sus ojos recorrían cada centímetro de la piel de Marinet, admirando cómo se arqueaba y se movía bajo sus caricias. La atracción que sentía por ella iba más allá de lo físico; era una conexión visceral que lo envolvía por completo.

—¿Estás lista para lo que viene, bebé? —preguntó Lucius con voz grave, su mirada fija en el cuerpo de ella.

Marinet levantó la vista, sus ojos brillando con un destello de excitación y sumisión. Su respiración era entrecortada, y su cuerpo temblaba ligeramente, no solo por la anticipación sino también por el frío que se colaba entre las rendijas de las ventanas.

Sí, papi —murmuró ella, su voz suave pero cargada de un deseo palpable—. Estoy lista.

Lucius se deshizo de la última prenda que le quedaba, dejando que su erección se manifestara en toda su plenitud. Marinet, con una rapidez ansiosa, se arrodilló frente a él, sus manos delicadas y firmes a la vez, deslizándose sobre su piel. La mezcla de dolor y placer se manifestaba en sus expresiones, y el ambiente en la habitación se volvía cada vez más cargado.

—Dime lo que quieres, Marinet—ordenó Lucius, su voz endureciéndose. El nombre de ella saliendo de sus labios era como una dulce caricia a su alma retorcida.

Quiero... —Marinet comenzó, su voz temblorosa—, quiero sentirte dentro de mí, Lucius. No puedo esperar más.

Lucius se movió con una mezcla de control y frenesí, acercándose a ella con un deseo que parecía no tener fin. La penetración fue intensa y profunda, y Marinet gimió, sus gemidos resonando en la habitación mientras Lucius comenzaba a moverse en un ritmo que oscilaba entre lo salvaje y lo controlado.

Cada movimiento de Lucius era una mezcla de fuerza y pasión, golpeando y acariciando a Marinet con una precisión que parecía estar diseñada para provocar la máxima respuesta de ella. La piel de Marinet se tensaba y se relajaba con cada embestida, sus gemidos de placer se volvían cada vez más altos, entrelazándose con el sonido de los movimientos frenéticos de Lucius.

—Más fuerte, papi... —gimió Marinet, su cuerpo arqueado en respuesta a cada golpe.

Lucius, sin perder el ritmo, ajustó su velocidad y presión, buscando ese equilibrio perfecto entre el dolor y el placer. La conexión entre ellos se volvía casi palpable, una danza visceral de necesidades y deseos que no conocía límites.

Sí, así... —murmuró Marinet, su voz entrecortada por el placer—. Más... No pares...

Cada golpe parecía encender una llama más intensa en el interior de ella. Marinet se aferraba a las sábanas, su cuerpo temblando de placer y anticipación. La habitación estaba llena de sus gemidos y los sonidos de su unión, un testimonio de la intensidad de su relación.

Finalmente, cuando ambos alcanzaron el clímax, se sumieron en un momento de éxtasis compartido. Lucius colapsó sobre Marinet, sus respiraciones entrecortadas mezclándose con las de ella. La conexión entre ellos se sentía como un lazo indestructible, una fusión de cuerpos y almas que les daba un breve respiro antes de que la realidad volviera a tomar su curso.

Después de un momento de calma, Lucius se inclinó para besar a Marinet suavemente en los labios, susurrándole palabras de cariño y promesas de más encuentros. Ella, aún recuperándose, le sonrió débilmente, su cuerpo aún temblando con la energía de la pasión que acababan de compartir.

Ambos sabían que este era un secreto que debían mantener, una pasión peligrosa y prohibida que les ofrecía un escape de sus vidas cotidianas. Era una relación basada en la oscuridad y el deseo, un vínculo que solo ellos podían entender y apreciar. Un sucio secreto que tratarían de preservar entre ellos dos y esas cuatro paredes.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓 » 𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora