31. 𝑮𝑬𝑶𝑹𝑮𝑬 𝑾𝑬𝑨𝑺𝑳𝑬𝒀

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George irrumpió en la sala común de Gryffindor como un vendaval, esquivando muebles y estudiantes mientras se dirigía directamente hacia el grupo de chicas que estaba reunido cerca de la chimenea. Con su habitual energía, levantó la voz para llamar la atención de una en particular.

¡Elena, necesito tu ayuda! —exclamó teatralmente, como si su vida dependiera de ello.

Su tono exagerado provocó una ronda de risas entre las chicas, pero especialmente de Elena, quien se giró hacia él con una expresión divertida. Los ojos celestes de la joven Malfoy brillaban con picardía, y su cabello rosa pastel que había sido teñido en un intento de rebeldía caía en suaves ondas sobre sus hombros, destacando su individualidad entre la multitud. Esa sonrisa que curvaba sus labios siempre dejaba a George sin aliento.

—¿Qué pasa, George? —preguntó ella, fingiendo preocupación, aunque la diversión se asomaba en sus ojos.

George, con una sonrisa burlona en los labios, dio un paso más cerca de ella. A pesar del tiempo que llevaban juntos, cada pequeño gesto de Elena seguía encantándolo como el primer día. Su corazón latía más rápido cuando ella le sonreía de esa forma.

—Hazme la corbata —dijo, inclinando ligeramente la cabeza hacia ella.

Elena soltó una risa suave, negando con la cabeza como si no pudiera creer lo que acababa de escuchar.

—No tienes remedio, Weasley —dijo ella, mientras comenzaba a deshacer el nudo mal hecho y a rehacerlo con la destreza de quien ha hecho lo mismo un millón de veces.

George, con los brazos cruzados sobre su pecho, observaba cada uno de sus movimientos con admiración. Aquella chica que se destacaba no solo por su cabello poco convencional sino también por su carácter y su determinación, lo tenía completamente cautivado. A pesar de las diferencias entre sus familias y todo lo que habían atravesado, George estaba seguro de que ella era la única persona con la que quería pasar el resto de su vida.

—Tampoco tú, Malfoy —respondió él en tono juguetón.

Ambos se miraron, compartiendo una sonrisa que solo ellos entendían. Elena terminó el nudo de la corbata y se apartó ligeramente, asegurándose de que todo estuviera en su lugar.

—Listo, ahora ya pareces presentable —dijo ella, dando un paso atrás para admirar su trabajo.

George se inclinó hacia ella, dejando un beso fugaz en su mejilla.

—Gracias, Malfoy. Sabes que algún día seré yo quien te enseñe a hacer nudos complicados.

Elena arqueó una ceja, claramente escéptica, pero su sonrisa no se desvaneció.

—Quiero ver ese día, Weasley.

Unos años despues

El silencio de su habitación, George se miraba en el espejo mientras intentaba anudarse la corbata. Sus dedos pasaban por el tejido de la tela, pero su mente estaba en otro lugar, lleno de pensamientos nerviosos. Sentía que aquella noche lo cambiaría todo.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓 » 𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora