13. 𝑹𝑬𝑴𝑼𝑺 𝑳𝑼𝑷𝑰𝑵

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Luego de la guerra mágica...

Remus aún podía oler su perfume en el lado izquierdo de la cama. Jura que si entrecierra los ojos, podría verla allí, durmiendo con su característico semblante tranquilo y despertando con aquella sonrisa que lo hacía comenzar sus mañanas de buen humor.

Cerró los ojos buscando algo de tranquilidad y le dio una calada a su cigarrillo. Desde que ella se había ido, todo había empeorado; había comenzado a fumar de manera preocupante, y por las noches le era verdaderamente difícil dormir.

Cuando Tonks murió, el proceso de duelo fue realmente difícil. Explicarle a Teddy que su mamá ya no estaba y que a partir de ahora serían solo ellos dos junto a su tía Jane fue desgarrador. El niño, a pesar de su corta edad, lo había comprendido a la perfección y, aunque estaba triste, había sobrellevado la pérdida de su madre mucho mejor que Remus. Habían pasado dos años desde la guerra y él aún sentía el mismo dolor en su pecho cada vez que la recordaba. No superaba el hecho de que ella se hubiera sacrificado para salvarlo de aquel Avada Kedavra.

Unos pequeños golpes en la puerta lo distrajeron. Se acomodó en la cama, dejó el cigarro encendido en el cenicero y susurró un "Adelante", permitiendo el ingreso a la castaña del otro lado.

—Recuerda que mañana tenemos la salida con los Weasley. Tal vez sea bueno que tomes una de las pastillas que Harry te recomendó.

La castaña se acercó lentamente a la cama con una taza de té en las manos. Remus, sin decir nada, tomó la taza y se hizo a un lado para que Jane se sentara más hacia los pies de la cama.

Después de la muerte de Tonks, varias cosas habían cambiado, entre ellas, Jane se había mudado a su casa. Con la licantropía de Remus y su depresión, no estaba en las mejores condiciones para subsistir por su cuenta y cuidar de Teddy. Para Remus, Jane era una mujer buena, cálida, muy parecida a su amada Tonks, pero con una gran diferencia: Jane era más dulce, más cariñosa, aunque sin exagerar.

Sabía que su hijo amaba a la castaña; bastaba con tan solo verlo a los ojos cuando ella le daba su desayuno para darse cuenta de que, gracias a ella, la vida de ambos estaba en buenas manos. Se preocupaba por los dos de igual manera, pero con Remus era más detallista. Se levantaba en la madrugada cuando él tenía una pesadilla y lo consolaba hasta que volviera a dormir, le llevaba sus medicamentos, compraba la poción matalobos, lo escuchaba; cuando sabía que no podía dormir, le llevaba una taza de té como ahora, detalles que hacían la diferencia.

Remus admitía que la castaña era un buen partido para cualquiera. A veces se preguntaba por qué perdía el tiempo con el exmarido de su hermana y su sobrino, siendo tan joven y buena. Conocería a cualquier mago que le haría la vida menos complicada.

Era una respuesta que solo Jane conocía.

Ella lo observó en la oscuridad con un semblante tranquilo, vestida con su bata gris algo caída, dejando ver la silueta de la pálida piel de su hombro y clavícula. Buscaba calor con las manos entrelazadas en su taza de café mientras esperaba que Remus hablara. Observó el cigarro encendido y recordó que mañana debería ventilar la habitación para sacar el olor de este.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓 » 𝐡𝐚𝐫𝐫𝐲 𝐩𝐨𝐭𝐭𝐞𝐫Donde viven las historias. Descúbrelo ahora