El día había comenzado como cualquier otro, pero el peso de la realidad se hacía cada vez más difícil de ignorar. Me desperté en esa habitación rosa que ya empezaba a odiar, con su decoración infantil y ese molesto olor a perfume barato que asociaba con Vicky. Me estiré bajo las sábanas, sintiendo el cuerpo de una adolescente que aún no terminaba de ser mío, y mi mente regresó a lo que había sucedido la noche anterior. Vicky, en mi cuerpo, había confesado sus sentimientos hacia Natalia, algo que me había dejado un sabor amargo en la boca.
No podía quedarme allí, respirando el mismo aire que esa mocosa borracha. Necesitaba salir, despejarme, poner distancia entre nosotros y, quizás, encontrar una manera de hacer frente a todo esto. Decidí vestirme con algo sencillo: un par de jeans ajustados y una camiseta, lo único que parecía apropiado para un cuerpo que no reconocía como propio. Sin embargo, mientras me ponía los jeans, noté algo que me hizo detenerme. Mis piernas, antes delgadas y firmes, ahora estaban más gruesas, y mis caderas... ¿Habían crecido también? Me giré hacia el espejo, analizando mi reflejo con detenimiento. Había una curvatura más pronunciada en mi cuerpo, algo que no había notado antes. Sentí una punzada de irritación y desagrado. Cuando era un chico, no tenía que preocuparme por estas cosas. Si ganaba peso, era en mi estómago, algo fácil de ocultar bajo una camisa suelta. Ahora, cada cambio en este cuerpo se reflejaba en curvas que no eran las mías y que atraían una atención que no deseaba.
Una parte de mí no quería salir. El pensamiento de enfrentar el mundo exterior con este cuerpo me llenaba de una mezcla de ansiedad y repulsión. Pero no podía quedarme allí, atrapado en esa habitación, compartiendo espacio con una Vicky ebria y roncando como un motor de camión. Me acerqué a la puerta, lanzando una última mirada a mi cuerpo dormido en la cama.
—Espero que no estés cuando regrese —murmuré con resentimiento, aunque sabía que era una petición en vano.
Salí a la calle, sintiendo el frío del pavimento a través de las suelas delgadas de las zapatillas que Vicky solía usar. Caminé sin un rumbo fijo, con la esperanza de que el aire fresco y la distancia me ayudaran a ordenar mis pensamientos. Sin embargo, a medida que avanzaba, empecé a notar algo que hizo que mi piel se erizara. La manera en que me miraban.
Al principio, pensé que eran paranoias mías, que estaba siendo hipersensible debido a todo lo que había pasado. Pero pronto me di cuenta de que no era solo mi imaginación. Hombres de todas las edades, desde adolescentes hasta hombres mayores, giraban la cabeza para seguirme con la mirada. Sus ojos se deslizaban por mi cuerpo, recorriendo cada parte con una mezcla de deseo y algo más oscuro que no podía identificar. Era como si estuvieran desnudándome con la mirada, despojándome de cualquier sentido de seguridad que pudiera haber tenido.
Me sentí expuesto, como si cada paso que daba fuera una invitación a sus pensamientos intrusivos. Bajé la mirada, intentando concentrarme en mis pies, en el ritmo de mis pasos, pero no podía ignorarlo. Era como si el aire alrededor de mí se hubiera vuelto más pesado, cargado con la presión de esas miradas. No sabía si era la forma en que los jeans ajustados resaltaban mis caderas o si era simplemente porque era una joven adolescente, pero, de cualquier manera, me sentía atrapado en un cuerpo que parecía atraer una atención no deseada.
Pasé por una obra en construcción, y los silbidos y comentarios no se hicieron esperar.
—¡Ey, guapa! ¿A dónde va tan solo ese culito? —gritó uno de los obreros, un hombre con la cara sucia de polvo y una sonrisa vulgar que me hizo sentir asqueado.
—¡Esas tetas no son una rusa, son la Unión Soviética! —agregó otro, mientras el resto se reía.
Mi ritmo se aceleró, y me obligué a mantener la cabeza baja, intentando desaparecer entre la multitud, aunque sabía que era imposible. No estaba acostumbrado a esta sensación, a ser juzgado de esta manera. En mi cuerpo original, había tenido control, había tenido la seguridad de saber quién era y cómo quería ser percibido. Pero en este cuerpo, me sentía vulnerable, como si estuviera constantemente a la merced de las opiniones y deseos ajenos.
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Devuélveme mi vida
ChickLit"Devuélveme mi vida" cuenta la historia de Adrián, un joven de 24 años, y su prima Vicky, de 14 años, quienes, tras romper un antiguo jarrón en una tarde lluviosa, intercambian cuerpos de manera mágica. Atrapados en los cuerpos del otro, deben naveg...