Las semanas que siguieron a la confrontación con Vicky fueron cada vez más frustrantes. Mi vida había cambiado drásticamente desde que el intercambio de cuerpos ocurrió, y la situación no parecía mejorar. Aunque intentaba mantener una apariencia de normalidad en mi rutina diaria, el constante recordatorio de que estaba atrapado en el cuerpo de una adolescente me consumía por dentro.
Vicky parecía evitar cada vez más el tema del intercambio de cuerpos. Sus respuestas eran evasivas y, en ocasiones, descaradas, como si la situación no tuviera importancia para ella. Intenté hablar con ella en varias ocasiones, tratando de encontrar una solución. Sin embargo, cada vez que mencionaba el tema, ella cambiaba de conversación o, en el mejor de los casos, respondía con promesas vagas de que lo resolveríamos "pronto".
Me sentía impotente. En el cuerpo de Vicky, me enfrentaba a un mundo en el que me sentía visto en menos, no solo por los demás, sino también por mí mismo. Sentía que, en comparación con la fuerza y el respeto que tenía como Adrián, ahora era vulnerable y sin poder.
Comencé a notar cómo las revistas y las redes sociales estaban llenas de imágenes de chicas que parecían perfectas, y sentí una presión constante por encajar en ese molde, a pesar de que sabía que mi situación era temporal.
Una noche, después de una larga jornada en la escuela y con la frustración acumulada, decidí tomar una ducha para despejar mi mente. Mientras el agua caía sobre mí, me permití un momento de reflexión. Las sensaciones del agua sobre mi piel, el aroma del gel de ducha y el toque de la toalla me hicieron pensar en cómo había estado lidiando con mi nueva realidad. Me di cuenta de que mi percepción de mí mismo estaba cambiando, no solo en cómo me veía físicamente, sino en cómo me sentía obligado a comportarme. Era como si la sociedad me estuviera empujando a ser más dócil, más cuidadoso en mis palabras y acciones, simplemente porque ahora era una chica.
Después de salir de la ducha y secarme, me miré en el espejo del baño. La imagen que me devolvía el espejo era la de una adolescente de 14 años, y no podía evitar sentir una mezcla de desesperación y determinación. Me di cuenta de que, si no podía encontrar una manera de revertir el intercambio, tal vez necesitaba al menos intentar adaptarme mejor a esta vida que me había sido impuesta.
Decidí experimentar con mi apariencia. Empecé por intentar maquillarme. Usé un poco de base para igualar el tono de mi piel y aplicar un toque de rubor para darle un poco de color a mis mejillas. Me sorprendió lo fácil que era lograr un estilo natural y cómo cambiaba la percepción que tenía de mí mismo. Me apliqué un poco de lápiz labial y miré mi reflejo. Aunque no era lo que había imaginado, el cambio me hizo sentir algo de control sobre mi situación.
Luego, me puse una ropa que había estado guardando en el armario de Vicky: una blusa que resaltaba mis nuevos atributos y una falda que me permitía sentirme un poco más cómodo. Me sorprendió cómo, a pesar de lo poco que disfrutaba de estos cambios, había algo en la moda y el maquillaje que me daba una sensación de empoderamiento. Pero ese empoderamiento venía acompañado de una extraña mezcla de inseguridad, ya que era consciente de que, como mujer, estaba siendo constantemente juzgado por mi apariencia y comportamiento.
En los días siguientes, seguí experimentando con diferentes estilos y formas de maquillarme. Me di cuenta de que, aunque no podía revertir el intercambio de cuerpos de inmediato, podía al menos comenzar a aceptar y entender este nuevo rol que me había tocado "jugar". La experiencia, aunque desafiante y desconcertante, me permitió ver la vida desde una perspectiva completamente nueva. Empecé a notar cómo se esperaba que hablara con más suavidad, cómo debía cuidar cada movimiento para no parecer "desaliñada" o "imprudente". Los comentarios que recibía sobre mi apariencia, aunque fueran elogios, me hacían sentir constantemente observado y juzgado.
Sin embargo, el miedo persistía. La idea de que Vicky, ahora en mi cuerpo, pudiera volverse violenta o abusiva era una preocupación constante. La última vez que intenté abordar el tema con ella, la respuesta había sido una mezcla de desdén y evasión. No parecía dispuesta a hacer el esfuerzo necesario para ayudarme a resolver esta situación.
A pesar de mi creciente aceptación del papel que me había tocado, sabía que debía mantener mi enfoque en encontrar una solución definitiva. La desesperación de estar atrapado en el cuerpo de una niña y la impotencia de no poder hacer nada al respecto seguían siendo una carga pesada. Mientras tanto, el intento de adaptarme y hacer que esta nueva realidad fuera más llevadera era un pequeño consuelo en medio de la frustración.
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Devuélveme mi vida
Chick-Lit"Devuélveme mi vida" cuenta la historia de Adrián, un joven de 24 años, y su prima Vicky, de 14 años, quienes, tras romper un antiguo jarrón en una tarde lluviosa, intercambian cuerpos de manera mágica. Atrapados en los cuerpos del otro, deben naveg...