Parte 32 La graduación de Adrián ¿o de Vicky?

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Había pasado un año desde que Adrián y yo tomamos la decisión más crucial de nuestras vidas: aceptar y abrazar nuestra nueva realidad en lugar de buscar la forma de revertirla. No fue una decisión fácil, pero una vez tomada, nos liberó de una carga invisible.

En mis momentos de soledad, a menudo me encontraba pensando en cómo el cambio había revitalizado mi vida. Había un placer oscuro y excitante en saber que Adrián y yo habíamos hecho algo tan radical y, sin embargo, tan necesario. No había vuelta atrás, y en lugar de lamentarnos, nos habíamos lanzado de lleno a nuestras nuevas identidades.

La verdad es que me encanta ser hombre. No me malinterpreten, no es que odiara ser mujer, pero ser un hombre tiene sus ventajas. Hay una libertad, una falta de presiones que antes me ahogaban. No tengo que preocuparme por la menstruación, por si me veo lo suficientemente bonita, o por la constante presión de ser la niña perfecta que todos esperaban que fuera. Ahora, cuando me miro al espejo, me siento fuerte, capaz de cualquier cosa. Puedo vestirme de forma sencilla, sin preocuparme por si mi ropa es demasiado ajustada o reveladora. Y, lo mejor de todo, siento que finalmente tengo el control sobre mi propia vida.

Ser hombre me ha permitido explorar partes de mí misma que nunca supe que existían. He aprendido a disfrutar de la fuerza física, de la simpleza en la forma en que los hombres se relacionan entre ellos, sin tanto drama ni complicaciones. El compañerismo entre hombres es diferente, hay una camaradería que es difícil de explicar. Y me gusta. Me gusta ser parte de eso.

Al principio, me preguntaba si Adrián estaría tan feliz como yo con este cambio. Sabía que él había sentido una conexión con su lado femenino, pero ¿cómo se sentiría ahora que esa conexión se había convertido en su realidad diaria? A medida que pasaba el tiempo, veía cómo Adrián se adaptaba cada vez más a su nuevo cuerpo, encontrando una paz que antes no tenía. Se veía tan bonito, más de lo que yo jamás me veía cuando era una chica. Se había liberado de la carga de ser el "el hombre sacrificado" y había encontrado su propio ritmo como mujer. Sabía que él también estaba satisfecho con el cambio. No tenía que decirlo, lo veía en la forma en que se movía, en la forma en que me sonreía.

El día de la graduación de Adrián llegó, aunque en realidad era mi graduación. Ya no pensábamos en términos de "Adrián" y "Vicky", sino en términos de lo que habíamos logrado en conjunto. Me había esforzado por mantener y mejorar su cuerpo, entrenando, estudiando, y finalmente, obteniendo el título universitario que tanto deseaba. Mis padres (que antiguamente eran mis tíos) estaban orgullosos, emocionados, y al igual que todos los demás, no sospechaban nada de lo que realmente había sucedido. Y Natalia, mi Natalia, estaba a mi lado, sosteniendo mi mano con una sonrisa que reflejaba todo lo que habíamos construido juntos. Carajo, se veía tan bella. Nuestra relación había evolucionado, profundizándose de maneras que jamás habría imaginado.

Pero no todo fue sencillo. Hubo momentos en los que me preguntaba si estaba haciendo lo correcto, si realmente estaba viviendo mi vida o la vida de Adrián. Sin embargo, cada vez que esas dudas surgían, me recordaba lo mucho que había cambiado, lo fuerte que me había vuelto. Me recordaba que, al final del día, esta era mi vida ahora, y la estaba viviendo en mis propios términos. Eso era lo más importante para mí: el poder de decidir, de no ser lo que los demás esperaban que fuera, sino lo que yo quería ser.

En la graduación de Adrián, mientras todos celebraban, él se acercó a mí. No necesitamos decir mucho; nuestro entendimiento iba más allá de lo físico. Natalia, con su intuición habitual, nos dejó un momento a solas, sabiendo que este era un cierre que necesitábamos.

—¿Quién iba a decir que terminaríamos aquí? —Adrián sonrió, una sonrisa genuina, cargada de una calma que jamás había mostrado antes.

—Ni en un millón de años —respondí con una risa suave—. Pero estoy feliz, Adrián. Realmente feliz.

Devuélveme mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora