Tras prepararme para el día, salí del apartamento y me dirigí a la universidad. Desde que estaba en el cuerpo de Adrián, había notado cómo las personas me trataban de manera diferente, como si la seguridad y la confianza fueran algo que todos esperaban de mí.
Durante la mañana, asistí a clases y, para mi sorpresa, me encontré enfrentando una serie de problemas que no había anticipado. Un grupo de compañeros me abordó durante el receso, hablando con entusiasmo sobre fútbol y videojuegos. Temas que, aunque típicamente asociados con la masculinidad, me resultaban completamente ajenos y desconcertantes.
—Oye, Adrián, ¿viste el último partido? —preguntó uno de ellos, un chico alto con un aire despreocupado que parecía esperar mi respuesta con entusiasmo.
—Eh, no, no tuve tiempo —respondí, sintiendo que mi desconocimiento era una especie de traición al cuerpo que ocupaba.
—¿En serio? ¡Te lo perdiste! —exclamó otro, mirando con incredulidad.
Después de las clases, decidí ir al gimnasio. Sentía que debía enfrentar otro aspecto de la vida masculina: la presión constante para mantener un cuerpo en forma. Entrar en ese espacio fue como cruzar un portal hacia un mundo de competencia silenciosa, donde cada hombre parecía medir su valía por la fuerza de sus músculos y la intensidad de su entrenamiento.
Intenté seguir una rutina básica, pero pronto me di cuenta de que el esfuerzo era mucho mayor de lo que había imaginado. Los músculos de mi cuerpo protestaban con cada repetición, y me pregunté si realmente valía la pena someterse a esta tortura solo para cumplir con una expectativa social que, hasta hace poco, me era completamente ajena. Antes era solo bajar de peso, ahora debo añadir músculos para resaltar mi nueva virilidad.
—¡Vamos, Adrián! ¡No te rindas! —me animó un entrenador, su voz resonando con la energía que yo estaba empezando a perder.
—Sí, claro —respondí, esforzándome por mantener la compostura mientras el dolor y el cansancio me hacían desear estar en cualquier otro lugar.
Al salir del gimnasio, el día no ofrecía respiro. De vuelta en el apartamento, me enfrenté a las responsabilidades domésticas que ahora recaían sobre mis hombros. Tenía que manejar las tareas del hogar, hacer la compra, y coordinar con los amigos para eventos sociales. Todo esto mientras lidiaba con la creciente presión interna de mantener una imagen de fortaleza y autosuficiencia, una imagen que comenzaba a agrietarse bajo el peso de la realidad.
A medida que la noche caía, me sentía agotada, tanto física como emocionalmente. Al prepararme para dormir, no podía evitar reflexionar sobre lo que significaba realmente estar en el cuerpo de Adrián. Las relaciones interpersonales eran distintas, las presiones sociales eran diferentes, y la responsabilidad de ser "el fuerte" se sentía como una carga constante que no había anticipado.
Empezaba a darme cuenta de que, aunque había subestimado los desafíos que Adrián enfrentaba, ahora estaba experimentando en carne propia lo que significaba cargar con el peso de esas expectativas. La vida que una vez deseé empezaba a mostrar su verdadera cara, y mi confianza en querer permanecer en este cuerpo se tambaleaba bajo la presión de una realidad mucho más compleja de lo que había imaginado.
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Devuélveme mi vida
ChickLit"Devuélveme mi vida" cuenta la historia de Adrián, un joven de 24 años, y su prima Vicky, de 14 años, quienes, tras romper un antiguo jarrón en una tarde lluviosa, intercambian cuerpos de manera mágica. Atrapados en los cuerpos del otro, deben naveg...