Parte 24 Vicky borracha

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La tarde comenzaba a desvanecerse. Miré por la ventana por enésima vez, preocupado por la ausencia de Vicky. Habíamos acordado vernos temprano para seguir buscando una solución a nuestro problema, pero ya eran casi las siete y no tenía noticias suyas.

Intenté llamarla varias veces, pero su teléfono iba directo al buzón de voz. La inquietud se instaló en mi pecho, y empecé a imaginar todo tipo de escenarios posibles. ¿Y si le había pasado algo? ¿Y si alguien había notado que no era realmente yo en su cuerpo? La ansiedad me comía por dentro, y cada minuto que pasaba sin saber de ella hacía que mi mente se llenara de más y más preocupaciones.

Finalmente, escuché el sonido de la puerta principal abriéndose. Mi corazón dio un salto, y me apresuré hacia el comedor, esperando ver a Vicky entrar. Cuando la puerta se abrió por completo, allí estaba ella, en mi cuerpo, tambaleándose ligeramente mientras intentaba cerrar la puerta detrás de sí.

—¡Vicky! ¿Dónde has estado? Estaba preocupado —dije, notando inmediatamente algo extraño en su comportamiento.

Ella levantó la mirada hacia mí, y una sonrisa amplia y algo boba se dibujó en su rostro.

—¡Adrián! primo, prima... lo que sea —balbuceó, soltando una risita—. He estado... explorando.

El olor a alcohol era inconfundible. Una mezcla fuerte de cerveza emanaba de ella, y sus ojos tenían un brillo vidrioso que dejaba claro que había estado bebiendo más de la cuenta.

—¿Has estado bebiendo? —pregunté, intentando mantener la calma, pero sintiendo una oleada de irritación y preocupación mezcladas.

Vicky se tambaleó hacia mí, apoyándose pesadamente en mi hombro—bueno, en su propio hombro, técnicamente—y me miró con una expresión entre divertida y desafiante.

—Tal vez... solo un poquito —respondió, juntando el pulgar y el índice para enfatizar—. ¿Sabes qué? La cerveza no está tan mal. No entiendo por qué mis padres siempre la prohibieron.

Suspiré, intentando controlar mi frustración. No solo había desaparecido todo el día sin avisar, sino que ahora volvía borracha, en mi cuerpo, lo que podía traer todo tipo de problemas si alguien la veía así.

—Vicky, esto es serio. ¿Y si alguien te hubiera visto? ¿Y si te hubieras metido en problemas? —dije, tratando de mantener mi voz firme.

Ella simplemente se rió y se dejó caer en el sofá, estirando los brazos y dejando caer la cabeza hacia atrás.

—Relájate, Adrián. Nadie me vio. Además, tenía curiosidad. Siempre has tenido más libertad que yo, y quería probar cómo se sentía.

Me acerqué y me senté en el borde del sofá, observándola con preocupación. Sus mejillas estaban sonrojadas, y sus movimientos eran torpes. Nunca había visto mi propio cuerpo en ese estado, y era una experiencia extraña y algo perturbadora.

—Bueno, ya lo probaste. Pero tenemos que ser más cuidadosos. Estamos tratando de arreglar esto, ¿recuerdas? Volver a nuestros cuerpos originales —le recordé, esperando que entrara en razón.

Ella giró la cabeza hacia mí, con una expresión pensativa que pronto se transformó en algo más melancólico.

—¿Y si... no quiero volver? —susurró, sus ojos fijándose en los míos con una intensidad que no esperaba.

Esa declaración me tomó por sorpresa. Abrí la boca para responder, pero las palabras se atoraron en mi garganta. ¿Qué quería decir con eso?

—¿A qué te refieres? —pregunté finalmente, sintiendo una inquietud creciente en el estómago.

Devuélveme mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora