Parte 16 La pijamada

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Había pasado algo que nunca había considerado. Fui invitado a una pijamada. La invitación de las amigas de Vicky me había causado una serie de emociones contradictorias, entre miedo y una curiosidad oculta. Mientras me miraba en el espejo, el pijama que habían elegido "mis padres" parecía tanto una prisión como una invitación a un mundo desconocido.

El pijama era de seda rosa claro, con encajes delicados en las mangas y los bordes. La tela suave se sentía extraña contra mi piel, pero también había algo provocativo en la manera en que se ceñía a mi cuerpo. Con una mezcla de ansiedad y anticipación, decidí que debía asistir. La idea de ver a las amigas de Vicky en ropa interior y pijamas reveladores me resultaba inquietante, pero también excitante.

Cuando llegué a la casa de la amiga de Vicky, me recibieron con entusiasmo. Las chicas estaban riendo y charlando animadamente, ya en ropa de pijama. La atmósfera era relajada y alegre, y pronto me uní a la conversación, intentando adaptarme al grupo.

—¡Vicky! ¡Qué bien que hayas venido! —exclamó Carla, la amiga más cercana de Vicky, con una sonrisa amplia.

—Hola, chicas —respondí, tratando de sonar natural mientras me unía al grupo. Me senté en el sofá, sintiendo las miradas curiosas sobre mí.

Las chicas estaban en su elemento, cambiándose a pijamas más cómodos y relajados. Algunas mostraban su ropa interior con total naturalidad, sin el menor atisbo de vergüenza. Me sentí un poco incómodo al principio, pero la atmósfera relajada y la conversación desenfadada ayudaron a calmar mis nervios.

—Oye, Vicky, ¿te has adaptado bien a nuestra pijamada? —preguntó Carla, mientras se acomodaba en el sofá con un pijama de franela.

—Sí, claro, me está gustando —respondí, intentando sonar convincente.

Las chicas comenzaron a hablar de sus temas favoritos: chicos, moda y, por supuesto, rumores de la escuela. El tema se volvió más íntimo cuando una de ellas, Laura, comenzó a hablar sobre sus últimas experiencias amorosas.

—No puedo creer que Tomás me haya invitado a salir otra vez —dijo Laura, con una risa nerviosa—. Creo que me está volviendo loca.

—¡Vaya! —exclamó Carla—. ¿Y qué pasó?

Laura comenzó a contar la historia con más detalles de los necesarios, mientras las otras chicas escuchaban con atención y hacían comentarios. La conversación rápidamente se tornó en torno a experiencias más íntimas, y me di cuenta de lo abierta y sin tapujos que era esta conversación entre amigas.

En ese momento, Ana, una chica con la que había tenido varias conversaciones previas, se acercó a mí y se sentó a mi lado en el sofá. Con una actitud juguetona, comenzó a bromear sobre Christopher y yo.

—Oye, Vicky —dijo Ana con una sonrisa traviesa—, ¿así que Christopher se declaró?

—Ojalá —respondí, intentando mantener una expresión relajada.

Ana se rió y se inclinó un poco más cerca. El contacto cercano y su risa me hicieron sentir una mezcla de incomodidad y excitación. La proximidad era incómoda, pero también había algo en la forma en que Ana me miraba que me resultaba fascinante. Mientras hablaba, su mano tocó mi brazo, y sentí una chispa de deseo que me sorprendió.

La conversación se volvió más atrevida a medida que avanzaba la noche. Las chicas empezaron a relajarse más y a hablar abiertamente sobre sus preferencias y deseos. La atmósfera se cargó de sensualidad, y me encontré atrapado entre la curiosidad y el deseo. En un momento, Laura comenzó a hablar sobre cómo a veces se sentía atraída por chicos que no conocía bien, y las demás la animaban a compartir detalles más íntimos.

—Nunca he entendido cómo puedes tener esa confianza para acercarte a chicos desconocidos —dijo Carla con admiración.

—Es más fácil de lo que parece —respondió Laura—. Solo tienes que atreverte a dar el primer paso.

Cuando nos acomodamos para ver una película, las chicas se agruparon en el sofá. Ana se movió cerca de mí, y su cercanía hizo que mi corazón latiera más rápido. La película comenzó, y las chicas estaban en una actitud completamente despreocupada. En un momento, Ana se tumbó sobre el sofá, y su pijama se subió un poco, revelando más de lo que había esperado ver.

A medida que la noche avanzaba, el ambiente se volvía cada vez más relajado. La intimidad entre las chicas se volvía evidente. Las charlas subidas de tono y los gestos íntimos que se sucedían ante mis ojos me hacían cuestionar mi propia perspectiva sobre la situación. Las chicas estaban cómodas en sus cuerpos y no dudaban en mostrarlo.

Cuando finalmente me despedí de las chicas, me sentía excitado y sorprendido por la intensidad de la noche. La pijamada había sido una experiencia reveladora y compleja, llena de descubrimientos inesperados y emociones encontradas. Mientras regresaba al apartamento de Vicky, me sentía como si hubiera cruzado una frontera en mi comprensión de la vida de mi prima, con nuevas y desconcertantes percepciones sobre el deseo, la intimidad y mi propio papel en esta intrincada situación.

Devuélveme mi vidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora