Observaba sus manos—mis manos—trabajar con una concentración que me resultaba ajena. El simple hecho de ver mi propio cuerpo desde esta nueva perspectiva me descolocaba. Era como si una parte de mí se hubiera desprendido, permitiéndome ver el mundo y a mí mismo de una manera completamente distinta. Algo tan simple como el movimiento de sus dedos, firmes y seguros, provocaba una mezcla de incomodidad y fascinación en mí.
El sonido de un fragmento encajando perfectamente en su lugar me sacó de mi ensimismamiento. Vicky levantó la mirada, sus ojos encontrando los míos. Esa sensación extraña, la de mirarme a mí mismo, me hizo sentir aún más incómodo.
—Adrián, si seguimos así, podríamos terminar hoy mismo —dijo ella, con un tono que mezclaba esperanza y cansancio.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, Vicky terminó de ensamblar el jarrón. Había algunas grietas visibles, pero el objeto estaba completo nuevamente, aunque no del todo restaurado a su antigua gloria.
—Lo hemos logrado —dijo Vicky, exhalando profundamente mientras se recostaba en el sofá, evidentemente agotada.
—Sí... pero ¿ahora qué? —pregunté, mirando el jarrón con una mezcla de esperanza y escepticismo—. ¿Deberíamos intentar hacer un ritual o algo así?
Ella se encogió de hombros, claramente tan perdida como yo en ese aspecto.
—No lo sé —admitió, su tono resignado—. Lo único que sabemos es que este jarrón provocó el intercambio, y que repararlo es el primer paso. Pero lo que realmente necesitamos es el hechizo de reversión... y de eso no tenemos ni idea.
Nos quedamos en silencio, ambos contemplando el objeto en la mesa, como si esperáramos que de repente revelara su secreto. Pero el jarrón permaneció inmóvil, inerte, tan vacío de respuestas como nosotros.
El cansancio comenzaba a instalarse en mi cuerpo—el cuerpo de Vicky—y noté que a ella le pasaba lo mismo. Sentí una punzada de culpa por haberla arrastrado a todo esto. No era justo que tuviera que lidiar con mis errores.
—Vicky... lamento tanto todo esto —murmuré, sin atreverme a mirarla a los ojos—. Si no hubiera sido tan impulsivo, no estaríamos en esta situación.
Ella levantó la vista, sus ojos reflejando una compasión que me desarmó.
—No es solo culpa tuya —respondió suavemente—. Ambos estábamos allí, ambos rompimos el jarrón. Lo importante ahora es que estamos juntos en esto, y vamos a encontrar la manera de salir de aquí, sea como sea.
El alivio que sentí ante sus palabras fue inmenso. No solo porque me liberaba de parte de la culpa que sentía, sino porque me recordaba que, a pesar de todo, seguíamos siendo un equipo. Un equipo extraño y disfuncional, sí, pero un equipo, al fin y al cabo.
Nos quedamos en silencio por un momento más, ambos contemplando el jarrón como si tratáramos de adivinar su siguiente movimiento. El cansancio finalmente se impuso, y sentí mis párpados pesados. Vicky también parecía agotada.
—Deberíamos dormir un poco —dije finalmente, sin apartar la vista del jarrón—. Mañana podemos seguir investigando, con la mente fresca.
Vicky asintió, bostezando mientras se levantaba del sofá. Por un momento, la imagen de mi propio cuerpo estirándose de esa manera me resultó casi graciosa, pero la seriedad de la situación me impidió reír.
—Sí, tienes razón —respondió—. Mañana será un día largo.
Ambos estábamos exhaustos, y decidimos que lo mejor sería descansar un poco antes de seguir buscando una solución.
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Devuélveme mi vida
ChickLit"Devuélveme mi vida" cuenta la historia de Adrián, un joven de 24 años, y su prima Vicky, de 14 años, quienes, tras romper un antiguo jarrón en una tarde lluviosa, intercambian cuerpos de manera mágica. Atrapados en los cuerpos del otro, deben naveg...