30 | El regalo de Epiro

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Cede: 28 de Junio, 2010. Long Island, Nueva York, E.U.A.


INTER de El Hijo de Neptuno (6) 


Alicia sintió que estar ahí con él de esa manera era todavía más íntimo a su encuentro en la enfermería. No sólo por la manera en la que se habían explorado con profusión, pero también por el hecho del lugar en el que estaban. No fue la zona segura de Alicia donde se explayaba en la mayoría de sus días en el campamento; era la cabaña de Jason. La simple idea de estar ahí, en su cama, recostada a un lado de él mientras la abrazaba en sueños, le causó una maroma en sus entrañas con un sentimiento de pertenencia. 

Jason le había remarcado que en su nueva vida ella sí tenía un lugar, pero eso fue la confirmación que la semidiosa necesitaba. 

Lo observó mientras dormía. Su respiración tranquila y el ceño calmado. Un último rayo de luz perteneciente al atardecer se filtraba por las cortinas cerradas de la ventana paralela y le iluminaba el perfil con hegemonía. Estudió las curvas en su rostro, desde los pómulos balanceados hasta la nariz filosa. Su mandíbula marcada entonaba con la complexión de su fisiología y la cicatriz en su labio resultaba altanera para todo aquel que no supiese que se la hizo por tratar de ingerir una engrapadora. Alicia trató de imaginárselo así, de bebé. Estaba cien porciento segura de que el chico debió haber sido de esos niños cachetones y tiernos que lloraban por los peluches. Intentó imaginarse a Thalia cuidando de él, pero se arrepintió en ese mismo instante. Ella debió ser demasiado joven como para encargarse de alguien más. Un niño no puede cuidar de otro. No tenía ni idea de quién era la mamá del par de semidioses, pero en ese momento la aborreció con el alma. 

Si alguna día se convertía en mamá, ella amaría a sus hijos y los cuidaría con devoción, tal como su propia madre lo hacía. 

Sacó aquellas ideas de la mente; se quedó viendo su tatuaje romano en el brazo, y justo cuando calculó que debió de haber dormido una hora y planeaba acurrucarse con el rubio para dormir un poco más, la puerta sonó. 

Ella se enderezó. Jason ni siquiera se removió entre sueños. Se veía tan plácido que no tuvo valor de levantarlo, pues debía estar agotado con sus lesiones y las actividades del día, así que con cuidado, se zafó de su agarre y se levantó de la cama. Se colocó la camiseta naranja, los zapatos, y se acomodó el cabello en lo que llegaba hasta la entrada. 

Abrió y se encontró con Quirón. 

El centauro traía un semblante serio, pero Alicia sospechó que no tendría nada que ver con el hecho de que estaba ahí. 

- Will me dijo que podrías estar aquí - anunció -. Llevo un rato buscándote. 

- Vine para charlar con Jason de algo... - mintió -. Pero se quedó dormido. 

Quirón asintió y caminó en el pórtico hasta que se recargó en el barandal de mármol. Alicia tomó eso como una seña para seguirlo. Cerró la puerta detrás de ella y acudió hasta él. 

- Jason me contó de lo que les sucede. Y no soy ciego, querida. Se te nota hasta el Partenón que estás enamorada. No tienes por qué mentirme. 

El canto del Sol | Jason GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora