14 | La lira de Orfeo

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Cede: 17 de Junio, 2010. Omaha, Nebraska, E.U.A.


El Héroe Perdido (12)


La anoche era terca y Alicia, Jason y Piper habrían muerto cinco veces contadas en la entrada de no ser por Leo. 

Primero fue la trampilla activada por movimiento de la acera, luego los láseres de la escalera, después el dispensador de gas nervioso del barandal del pórtico, las espinas venenosas sensibles a la presión de la alfombra de la entrada y, por supuesto, el timbre explosivo.

Leo los desactivó todos. Parecía que podía oler las trampas y sacar la herramienta adecuada de su cinturón para neutralizarlas.

- Eres increíble - le sinceró la castaña en su libreta. 

Leo estaba analizando la cerradura y se limitó a leerla de un aventón. Luego, gruñó. 

- Sí. Tan increíble que no puedo reparar un dragón...

- Oye - Jason lo cortó -. No fue tu culpa. 

Leo ignoró el comentario y siguió estudiando la cerradura. Piper estaba apoyándose en Alicia, pues aún le molestaba el pie que no había tenido oportunidad de sanar correctamente. 

- No está cerrada - anunció el moreno enderezándose. 

El hijo de Hefesto tomó la perilla y la giró sin rechistar. Entró con toda la confianza del mundo y a Alicia le dieron escalofríos la despreocupación con la que lo hizo. 

Los tres intercambiaron una mirada y después lo siguieron. 

La primera impresión que a Alicia le dio la casa fue de oscuridad. Por el eco de sus pisadas supo que el vestíbulo era enorme, más grande todavía que el ático de Bóreas, pero la única iluminación existente era la de las luces del jardín. Un tenue brillo se filtraba a través de aberturas en las gruesas cortinas de terciopelo. Las ventanas median unos tres metros de altura. Espaciadas entre ellas a lo largo de las paredes, había estatuas metálicas de tamaño real. A medida que los ojos de Alicia se adaptaron, vio unos sofás colocados en forma de U en el centro de la estancia con una mesita para el café en el centro y un gran sillón en el otro extremo. Un gigantesco candelabro destellaba en el techo. A lo largo de la pared del fondo había una hilera de puertas cerradas. 

- ¿Dónde está el interruptor de la luz? - inquirió Piper. 

Su voz resonó de modo alarmante por la estancia.

- No veo ninguno - dijo Leo.

- ¿Fuego? - propuso la hija de Afrodita. 

Leo alargó la mano, pero no pasó nada.

- No funciona.

- ¿Se apagó el fuego? - preguntó confundida.

- Bueno, si lo supiera... 

- De acuerdo - dijo ella -. ¿Qué hacemos entonces? ¿Explorar?

Alicia negó con la cabeza. Piper se recargó en Jason en lo que ella escribía. 

El canto del Sol | Jason GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora