12 | Mejor no toquen nada

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Cede: 17 de Junio, 2010. Chicago, E.U.A.


El Héroe Perdido (10)


- Quiero correr al ascensor - le sinceró Piper al oído. 

- Prepara tu daga. 

La princesa de Cólquide señaló el mostrador de los cosméticos. 

- ¿Empezamos por las pociones? 

- Estupendo - dijo Jason. 

- Chicos - interrumpió Piper -, venimos por los espíritus de la tormenta y el entrenador Hedge. Si esta... princesa... es realmente nuestra amiga... 

- Oh, soy más que una amiga, querida. Soy una dependienta - dijo Su Alteza. Sus diamantes refulgían y los ojos le brillaban como los de una serpiente: fríos y oscuros -. No te preocupes, bajaremos a la primera planta, ¿de acuerdo? 

Leo asintió entusiasmado. 

- ¡Sí, claro! Nos parece bien, ¿verdad chicas?

Si las miradas mataran, el rubio y el moreno ya hubieran muerto siete veces contadas. 

- ¡Por supuesto que está bien! - exclamó Su Alteza -. Vengan, chicos. 

La mujer tomó a Jason y Leo por los hombros y los llevó a la sección de cosméticos. Piper y Alicia avanzaron con parsimonia. 

- ¿Sabes quién es? - le preguntó en susurros la hija de Afrodita. 

- Medea, una hechicera bendecida por Hécate - le contestó en señas -. Era ella quien protegía al vellocino de oro en Cólquide. 

- Claro, recuerdo haber escuchado su historia... Dioses, esto no me gusta nada... 

- Y aquí está el mejor surtido de pócimas que se puede encontrar - dijo Medea con voz afable sacándolas a ellas de su conversación. 

El mostrador estaba repleto de vasos de precipitación burbujeantes y ampollas humeantes apoyadas en trípodes. Los mostradores estaban llenos de frascos de cristal, algunos con forma de cisnes o con silueta de oso. Dentro había líquidos de todos los colores, de un blanco reluciente a un tono moteado. Y los olores... ¡Uf. Algunos olían bien, a galletas recién horneadas o rosas, pero otros estaban mezclados con aromas de neumático quemado, orina de zorrillo y vestidor de gimnasio. La princesa señaló un frasco de color rojo sangre: un sencillo tubo de ensayo con tapón de corcho. 

- Este cura cualquier enfermedad.

- ¿Incluso el cáncer? - inquirió Leo asombrado -. ¿La lepra? ¿Los padrastros? 

- Cualquier enfermedad, encanto - corroboró -. Y este frasco - señaló un recipiente con forma de cisne que contenía un líquido azul -, es capaz de matar a una persona de forma muy dolorosa. 

- Alucinante - dijo Jason con un tono aturdido y soñoliento. 

Alicia le pidió paciencia a todos los Dioses para no darles un zape en la cabeza, pero incluso ella sintió curiosidad. Le señaló a Piper que usara su embrujahabla. 

El canto del Sol | Jason GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora