5 | ¿Jalas con pilas?

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Cede: 15 de Junio, 2010. Long Island, Nueva York.


El Héroe Perdido (3)


Annabeth se encargó de seguir a Alicia. 

Después del gran número que tuvo lugar en la fogata, la hija de Apolo compartió una última mirada con Jason. Él intentó descifrarla, pero no le gustó el resultado: desprecio. ¿Cómo fue que la única persona con la que se sintió cómodo en un inicio, acabó siendo una enemiga? Tal vez el término fuera muy drástico, pero había intentado matarlo. Lo provocó para demostrar que él era hijo de Zeus, y por mucho que esos métodos no fueran los mejores, el rubio aún así quería a la semidiosa en su equipo. 

Quirón dijo que las misiones se llevaban a cabo con un líder y la compañía de dos campistas. Jason supo que Piper sería de utilidad cuando se reveló la verdad sobre el embrujamiento en sus palabras, además, por algo habían llegado juntos, ¿no? Y no se sentía un desastre con su compañía. Ver a Piper le recordaba que no era el único al que le jugaron malvadamente en las memorias. Después, Leo se ofreció para ser el tercer integrante del grupo. Todos en la fogata lo habían mirado con sorna, pero él prometió que conseguiría el transporte. El chico era un peligro andante, pero si les ayudaba a cumplir su misión imposible de cuatro días, valía la pena darle una oportunidad.  

Aún con todo eso, Jason le dijo a Quirón que ninguno de ellos tenía la experiencia para triunfar en la búsqueda, y pareció ser que el corazón del centauro se compadeció. 

- Ha habido una excepción necesaria a lo largo de los años - le había dicho -, tal vez podamos tomar en cuenta las presentes condiciones para autorizar una salida de cuatro personas. Podrás elegir a un último campista de aquí, que tenga las herramientas para ayudarlos, sólo si el consejo lo aprueba. 

Después de ese intercambio de palabras, la persona en la que inmediatamente pensó el rubio había llegado a la fogata. Alicia, empapada y seguida por dos perros, apareció en su campo de visión, y aunque en un principio estaba aliviado, el caos se terminó desatando. 

El resto es historia. 

Ahora, Annabeth había llegado hasta la cabaña siete, pues a pesar de que llamaba a su mejor amiga en el camino, ella nunca se detuvo. 

- ¿Vas a dejar de ignorarme por favor? - le reclamó con estupor cuando subió el pórtico, alcanzándola dentro de la estancia. 

Los cachorros Golden las habían seguido desde el inicio, y ahora, estaban muy calmados recostados en una esquina, cerca de la ventana que miraba hacia las hamacas del porche. Alicia se descalzó sus tenis húmedos y se quitó la playera mojada. Todo el mundo seguía en la fogata, así que estaban solas. Annabeth, irritada por que Alicia no se dirigía a ella, se colocó al frente. 

- No debiste haber hecho eso - la regañó -. Hay maneras, ¿sabes? 

Alicia evitó el contacto visual y se acercó al cofre que se encontraba a un lado de su litera. Sacó ropa interior seca, unos shorts de mezclilla y una playera anaranjada limpia. Se dirigió al baño. 

Annabeth, exasperada, tomó las zapatillas y las sacó de la cabaña para que pudieran secarse con la brisa nocturna. Volvió dentro de la estancia y de debajo de la cama de Alica sacó un nuevo par para que la chica usara al salir. Sabía que ella amaba sus Converse negros, pero tendría que conformarse con los Vans hasta que se secaran. 

El canto del Sol | Jason GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora