31 | Todo va a estar bien

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Cede: 29 de Junio, 2010. Long Island, Nueva York, E.U.A


Final del INTER de El Hijo de Neptuno (7) [ZARPE DEL ARGO II]


Jason daba vueltas en la cama, pero a eso de las seis no pudo más y se duchó para refrescarse. Estiró sus extremidades y se sobó la muñeca curada, pensando inevitablemente en la chica obsesionada con sandalias que lo tenía loco. Sonrió ante el pensamiento. Aún sin cambiarse, se lavó los dientes y se quedó un momento viendo su reflejo. 

El día había llegado. Después de todo lo que había vivido, Jason por fin volvería al campamento que lo forjó. Vería a sus amigos y compañeros; charlaría con los fantasmas de la cafetería y volvería a pisar suelo romano. Se enjuagó y secó cuando dejó su única mortificación salir:

Vería a Reyna, también. 

Tomó las esquinas del lavabo para recargarse y respiró apesadumbrado. 

¿Qué le diría? ¿Qué desapareció por azares del destino y ahora estaba enamorado de una griega? 

Lo que sí, queridos lectores, es que lo más claro es lo más decente. No iba a negar u ocultar lo que tenía con Alicia, le sería un martirio. Pero debía tener cuidado, Reyna y él habían dejado muy en claro que la situación estaba simplemente en pausa y no terminada entre ellos. 

Salió exasperado del baño y se empezó a vestir. No ganaba nada con sobrepensar las cosas ahí, fue eso lo que lo llevó a ponerse los tenis y proponerse salir a correr. Le pediría después a Alicia que lo volviese a vendar, aún así, sus moretones en el abdomen ya eran mínimos y las punzadas de dolor no lo limitaban en sus movimientos. 

La mañana era clara, casi como si se burlara de él. La hora muerta ya había pasado: el amanecer pintaba el cielo con esplendor y el aire se respiraba con humedad. Jason calentó un poco y empezó a trotar. 

Dejó el Pabellón de las Cabañas atrás y anduvo por la orilla del bosque. Limpió su mente como quien enjuaga las malezas y se dirigió al lago. 

No tenía más de diez minutos corriendo cuando la vio. 

Una cabellera negra resaltaba en la clara superficie del agua: alguien parecía estar sentada en el muelle. Jason notó la playera naranja y las dimensiones pequeñas. 

No alcanzaba a enfocar con la distancia, fue por eso que caminó hasta el inicio de la estructura de madera para reconocerla, y al percibir los rizos, confirmó sus sospechas. 

- ¿Isla? 

La semidiosa ni siquiera se giró. 

Jason no tenía idea de qué hacer, pero obligó a sus piernas a moverse hasta que la alcanzó en el extremo. 

- ¿Qué haces despierta tan temprano? 

- Yo puedo decidir a qué hora levantarme. 

Esa respuesta no encajaba con las anécdotas tan alegres y adorables que Alicia le contaba de su hermana. 

El canto del Sol | Jason GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora