7 | El Hockey y el Sol no se llevan

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Cede: 16 de Junio, 2010. Quebec, Canadá.


El Héroe Perdido (5)


Para cuando llegaron a su destino, ya se había hecho de noche. Haber pasado horas en silencio no representó un reto para ninguno, pues cada quien tenía en su cabeza los propios problemas representados en pensamientos. Piper se encargó de despertar a Leo. El chico, modorro, se enderezó y estudió la ciudad debajo de ellos. 

Rodeados de unos altos muros, los edificios se amontonaban como en una ciudad medieval, mucho más antigua que todos los lugares que ellos habían visitado. En el centro había un castillo de verdad con enormes muros de ladrillo rojo y una torre cuadrada con un puntiagudo tejado verde a dos aguas. 

- Díganme que es Quebec y no el taller de Santa Claus - pidió el hijo de hefesto. 

Alicia rió. 

Fue increíble la sincronía que los otros tres tuvieron para observarla. La chica había demostrado frivolidad y seriedad en todo momento, pero en ese instante, estaba sonriendo con naturalidad. 

Cuando reparó en las miradas que sus acompañantes le enviaban, ella se incomodó, así que optó por volver a mirar debajo de ellos. 

- ¿Hice reír a la gran mestiza de nuestro equipo? Punto para Valdez. 

Alicia prefirió ignorar el comentario, y juntos prestaron más atención al castillo que se extendía a sus pies. A medida que se acercaron, se dieron cuenta de que era un hotel. La majestuosa entrada estaba llena de conserjes, valet parking y porteros recogiendo equipajes. Lustrosos coches de lujo negros avanzaban lentamente ahí mismo, y la gente con trajes elegantes y capas de invierno pesadas se apresuraba a escapar del frío. 

Era un alivio que no estuvieran en el invierno, pues estaría nevando. Pero definitivamente ahí hacia muchísimo más frío del que estaban acostumbrados. 

- ¿El Dios del Viento del Norte se alojará en un hotel? - inquirió Leo. 

La hija de Apolo asintió. 

- ¿Tú lo conoces? - preguntó Piper.

Alicia repitió el gesto. Justo cuando la chica que tenía enfrente estaba a punto de cuestionar más cosas, Jason llamó la atención de todos. 

- Oigan... Tenemos compañía... 

En lo alto de la torre del hotel se elevaban dos figuras aladas: ángeles furiosos con espadas de horrible aspecto. 

A Festo no le agradaron los ángeles, pues el dragón se detuvo en el aire, batiendo sus alas y enseñando las garras. Emitió un sonido estruendoso desde lo profundo de la garganta, pero Leo lo detuvo antes de que escupiera fuego. 

- Esto no me gusta... - dijo Jason. 

- Parecen espíritus de la tormenta - convino Piper. 

Los demás estuvieron de acuerdo, pero a medida que se acercaban los ángeles, cayeron en cuenta de que eran mucho más sólidos que los venti. Parecían adolescentes normales y corrientes, salvo por su pelo de color blanco hielo y las plumosas alas moradas que enmarcaban sus espaldas. Las espadas de bronce que llevaban con ellos tenían las hojas dentadas como témpanos. 

El canto del Sol | Jason GraceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora