El pelinegro aún continuaba sin saber el motivo por el cual Sukuna le había llevado ha ese lugar, pero en su malicia empezaba a encontrar respuestas. Sostuvo en sus manos la baraja de cartas sobre la mesa y no le quitó de encima la mirada juzgadora al pelirosa mientras este se sentaba frente a él.
—¿Puedes dejar de verme así? —pidió el alfa —. No vengo a prostituirte.
—La verdad no me sorprendería que lo hicieras, pero prefiero que dejes de ser “don misterio” y me expliques esto. —expresó refiriéndose al casino en el que estaban metidos. Lo más curioso es que no había nadie mas a parte de ellos, pese a eso la ambientación hacía parecer lo contrario.
—Que concepto tan horrible tienes de mí —se quejó el pelirosa, en su tono reluciendo un falso dolor. Sin aviso le quitó de las manos la baraja al Omega y empezó a mezclarlas con destreza —. Bueno, ¿No es obvio? Vamos a hacer una apuesta.
La excesiva confianza con la que hablaba activó en Megumi la alerta de que si no prestaba suficiente atención le iba ir mal. Sin embargo, podría tener todas las de perder, pero nunca se iba a acobardar. Resultaba siendo más una cuestión de capricho que por ventaja en habilidad.
—¿Qué tipo de apuesta? —inquirió interesado, tratando de que la sonrisa perversa del alfa no le quitara sus gramos de confianza.
—Iremos a la antigua, ya sabes, imponer —aclaró el mayor mientras repartía las cartas para ambos —. Se cuanto te gusta y eso me pone mucho.
En otras palabras; nadie sabría lo que el contrario quería hasta que hubiera ganado.
A pesar de entender a medias, el pelinegro aceptó poniendo en juego veinte fichas como apertura.
—Me haces recordar que aún me enferma tu satisfacción —confesó dándose el lujo de imitar la sonrisa del contrario.
Sukuna analizó con un perspicaz vistazo sus propias cartas e incrementó la cantidad de fichas a treinta.
—Eso es todavía mejor pero, olvidas que yo también disfruto como no tienes idea someterte.
Para el Omega, la traducción a eso tuvo más sentido siendo «disfruto humillarte» y debió preocuparse porque tal cosa le provocara un escalofrío placentero.
Aumentó la apuesta a veinte fichas más.
El pelirosa le dobló la cantidad al cabo de poco tiempo y entonces empezó a dudar de que obtendría la victoria, tenía una buena mano pero quizás no sería suficiente.
—¿Recuerdas las última vez que jugamos? —dijo de pronto Sukuna, apostando todas sus fichas sobrantes y ya que el pelinegro no tenía más para continuar; el juego terminó y mostró sus cartas en una humillante victoria —. En el campamento, realmente si ganaste, pero no podía dejar pasar la oportunidad de lo que sucedió después.
Megumi quería sorprenderse pero la verdad se lo esperaba, en ese entonces e incluso ahora veía tantas patrañas de su parte. De él se esperaba un todo que resultaba inquietante, pero que así es como era.
Tantas maneras de cambiar algo, pero eligió una opción errónea.
—Ya está, —tiró sus cartas sobre la mesa y se resignó a cumplir la apuesta —¿Qué quieres?
Como si el pelirosa hubiera estado esperando que dijera tales palabras, se levantó para ir al mostrador y luego regresó con una bolsa de compras que fue colocada al frente del menor.
—No me jodas… —cuando este observó la etiqueta de la bolsa se rió sin poder creerlo, siendo algún producto de una sex shop ya no tenía ni ánimo de saber lo que estaba adentro.
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𝐈 𝐡𝐚𝐭𝐞 𝐲𝐨𝐮 | 𝐬𝐮𝐤𝐮𝐟𝐮𝐬𝐡𝐢 (omegaverse)
FanfictionA Megumi le llega su celo en el peor de los momentos, sobre todo por que para empeorar la situación quien termina supliendo su inevitable deseo es aquel alfa de cabello rosa y tatuajes peculiares. Sukuna, la persona a la que más detesta.