|25| Los amantes suicidas.

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Lo que sucedió después de que el señor Okkotsu se percatara del lamentable estado de su hijo fue todo un drama, donde por supuesto las preguntas o mejor dicho interrogatorio no se hicieron esperar, y Megumi habiendo agarrado parte en el asunto no se salvó de que lo bombardearan de preguntas insoportables y acusaciones por parte de Toji por haber dejado a Yuta solo, el pensamiento de Megumi en ese momento fue como Sukuna solía decir; «tampoco era su niñera».

El pelinegro extrañamente se sintió aliviado de que Yuta dijera que una pandilla fue quienes lo atacaron, e incluso se tomó el decoro de defenderlo alegando que Megumi no tenía nada de culpa y solo había sido un mal imprevisto.

El Omega esperaba que al menos lo sucedido pusiera un gran margen de distancia entre el pelirosa y el beta; al parecer no sería así, por lo menos no aún.

Contempló el cielo raso como si fuera algo interesante, encontrando que en efecto era la peor distracción a sus pensamientos. Volteó el rostro al calendario de mesa al costado de su cama, un suspiro lastimero le estremeció al notar la fecha encerrada en un círculo rojo; pronto tendría su celo y seguro que la iba a pasar fatal.

—¿Tal vez no...? —inconscientemente una mata de cabellos rosas le cruzó la mente y luego se evaporó al hacer memoria de cómo le rechazó la última vez. —Imbécil, ni que fueras el único con algo colgando entre las piernas.

Como efecto colateral las dudas no tardaron en llegarle, ¿Por qué carajo quiso cambiar de opinión y detener todo? Si unía puntos, seguro el pelirosa cuando se fue era para hacerle el desastre a Yuta, ya se le hacía extraño que antes no le hiciera nada; pero, aun así, creía que no era el único motivo como para contenerse al haber estado a toda su disposición, ¿Y entonces qué? ¿Era para desquitarse? Tampoco sonaba muy fuera de lo común sabiendo lo vengativo que llegaba a ser por la mínima cosa.

El pelinegro odiaba lo sumiso que se ponía cuando su celo estaba cerca, pero era algo que no conseguía controlar, para su mala suerte tenía la impresión de que estar cerca de Sukuna lo volvía peor, pero... mentiría diciendo que no le causaba un escalofrío imaginarse siendo dominado por el alfa.

La inquietud también le asfixiaba al preguntarse y no encontrar respuestas secundarias a la pregunta: ¿Por qué deseaba tener algo con Sukuna sin segundas intenciones? Sabía la respuesta, pero admitirlo le hacía sentir ingenuo, algo que por supuesto no quería volver a ser. Aún dudaba en la veracidad de la confesión del pelirosa, aunque, sabía que por muy qué le dijo que le gustaba también diferenciaba en que: gustar, desear y amar son cosas tan parecidas y diferentes a la vez.

Un margen de engaño también podría caber en todas.

Se restregó las manos por el rostro para despabilarse y se sentó en el borde de la cama para luego ponerse de pie y caminar hasta la puerta. Llegando al vestíbulo Okkotsu ya estaba esperándolo, sus brazos cruzados y expresión de seriedad dejaba en evidencia lo mucho que le desagradaba la idea de tener que ver a cierta personita.

Megumi no se detuvo a decirle nada y solo salió de la casa con el beta siguiéndole el paso.

En la clase de literatura se les había indicado en grupo protagonizar una obra de teatro, en la cual estaban cinco integrantes y de donde, un lisiado y lucifer debían convivir por el bien de una nota. Al omega le hubiera importado más o menos nada, de no ser porque recibió la advertencia de Toji diciendo que mas le valía no ocasionar más problemas innecesarios. Un bufido casi se le escapa con solo recordar.

El camino a la casa de Maru, el líder del grupo; fue lo más silencioso posible. Ninguno tenía mucho que decir en realidad, por lo tanto, se ahorraron la molestia de iniciar un intento de conversación.

 𝐈 𝐡𝐚𝐭𝐞 𝐲𝐨𝐮 | 𝐬𝐮𝐤𝐮𝐟𝐮𝐬𝐡𝐢  (omegaverse) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora