Capitulo 34

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Capitulo 34 :

Capítulo 34 : El Bosque de las Almas Gemelas

El sol se filtraba entre las hojas del bosque, creando un halo de luz dorada sobre la figura de Daniel Fairchild. Sus ojos rojos, usualmente fríos y calculadores, ahora reflejaban una mezcla de melancolía y esperanza. Salomón Valerio, con su habitual sonrisa radiante, se acercó a él, el corazón latiéndole con fuerza.

Daniel, con la voz temblorosa, rompió el silencio.

Daniel: Salomón... te he buscado por todas partes. No puedo dejarte ir.

Salomón: Daniel, mi amigo... sé que debo partir, pero...

Daniel: (Interrupción) No eres solo un amigo, Salomón. Eres mucho más que eso.

Salomón se quedó atónito, sin poder creer lo que escuchaba. Daniel, con una intensidad que nunca antes había mostrado, continuó.

Daniel: Te amo, Salomón. Te amo con una pasión que nunca creí posible. Desde el momento en que te conocí, mi vida ha cobrado un significado nuevo.

Salomón, con la voz entrecortada por la emoción, respondió:

Salomón: Daniel... yo... yo también te amo. Tus palabras me llenan de alegría.

Daniel: (Tomando la mano de Salomón) Entonces quédate. Sé mi consorte, mi Rey Regente. Arreglaré todo, te lo prometo. Quiero que estemos juntos, para siempre.

Salomón, sin poder contener la emoción, abrazó a Daniel con fuerza.

Salomón: Daniel, no puedo negarme a tu amor. Acepto ser tu Rey Regente. Pero necesito tiempo para arreglar las cosas con mi familia. No tardaré más de dos meses. Te lo prometo, volveré a tu lado, para siempre.

Daniel, con una sonrisa que iluminó su rostro, respondió:

Daniel: Te esperaré, Salomón. Cada segundo, cada minuto, cada hora. Te esperaré hasta que vuelvas a mis brazos.

Y en ese instante, en medio del bosque, bajo la luz dorada del sol, Daniel y Salomón se juraron amor eterno, sellando su destino con un abrazo que prometía un futuro juntos.

Y en ese instante, en medio del bosque, bajo la luz dorada del sol, Daniel y Salomón se juraron amor eterno, sellando su destino con un abrazo que prometía un futuro juntos

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La Despedida

Daniel aferraba a Salomón con fuerza, como si temiera que se desvaneciera en el aire. Sus labios se encontraron en un beso lento y apasionado, lleno de promesas y deseos.

Daniel: Te esperaré, mi amor. Arreglaré todo lo más pronto posible. Quiero volver a verte, a sentir tus labios contra los míos.

Salomón: (Sonriendo) Lo sé, Daniel. Y yo también quiero que todo se solucione pronto.

Salomón correspondió el beso con la misma intensidad, saboreando cada instante, cada suspiro, cada caricia.

Salomón: Te echaré mucho de menos, Daniel. Pero me consuela saber que nos seguiremos escribiendo. Te enviaré cartas, solo para nosotros.

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