basado en una historia de fantasía y ficción del siglo XIX.
creado por mí.
El aroma a flores y velas perfumadas impregnaba el aire mientras la elegante mansión se iluminaba con la luz de las antorchas. Daniel Fairchild, con su mirada penetrante y su...
El sol de la tarde proyectaba una cálida luz dorada sobre el Palacio Real del Imperio Esmeralda, iluminando la mesa opulenta donde el Rey Joaquín y la Reina Berta Esmeralda se encontraban almorzando con sus hijos, Bartor y Lucas. La decoración victoriana, con sus delicados detalles y el aroma a flores frescas, creaba un ambiente de elegancia y distinción.
El Rey Joaquín, con una expresión seria pero decidida, anunció a Bartor: "Mi querido Bartor, cuando cumplas veinte años, te casarás con la Princesa Emma Fairchild Fénix del Reino Dorado."
Bartor, con una expresión de disgusto, frunció el ceño. El anuncio lo había tomado por sorpresa, y no le agradaba la idea de un matrimonio político. Aunque la Princesa Emma le había parecido agradable, no sentía ningún afecto por ella.
"Padre, no puedo casarme con ella," protestó Bartor con firmeza. "No la amo, no la quiero como esposa. Por favor, considera cambiar de prometido. Mi hermano Lucas estaría más dispuesto a seguir las tradiciones del Reino Esmeralda."
La Reina Berta Esmeralda, con una sonrisa amable, asintió. "Sí, Bartor, es un matrimonio político. No hay necesidad de que tú te comprometas con la Princesa Emma. Lucas tiene la misma edad que ella, y es un joven responsable. Sería un buen partido para la princesa."
El Rey Joaquín, con una mirada de desaprobación, observó a Bartor. No esperaba esa respuesta, y la actitud desafiante de su hijo lo había irritado. Pero, reconociendo que no podía obligarlo a casarse con una mujer que no amaba, aceptó la idea de cambiar el prometido.
"Muy bien, Bartor," dijo el rey Joaquín, con voz firme. "Lucas se casará con la Princesa Emma. Ella es una joven admirable, y es un honor para nuestra familia recibirla como parte de nuestra familia."
Lucas, con una expresión neutral, asintió. Para él, era una simple cuestión de cumplir con las normas anticuadas del Reino Esmeralda. Un matrimonio político era una necesidad para fortalecer la alianza entre los reinos.
Bartor, sintiendo un peso menos en su pecho, se levantó de la mesa y se retiró del salón con un gesto de desprecio. Caminó con rapidez por los pasillos del palacio, sintiendo una ola de liberación y confusión. No quería pensar en el matrimonio, no quería pensar en la princesa Emma, no quería pensar en su futuro.
En ese momento, su mente voló hacia el Príncipe Heredero Cielo Servil Fairchild. Recordaba su cabello marrón corto y sus ojos rojos intensos, la forma en la que su sonrisa iluminaba su rostro, la calidez de su presencia. Cielo Servil Fairchild, un Príncipe que se había robado su corazón sin darle permiso.
Pero Cielo Servil Fairchild era un príncipe de otro reino, un reino que no aceptaba los matrimonios entre hombres. Su padre, el Rey Mayoko Servil, y su esposo, el Rey Daniel Fairchild, no querían que su hijo se casara. No tenían nada en contra de las relaciones entre personas del mismo género, solo que no querían que su hijo se casara.
Bartor sintió un profundo sentido de desesperación. ¿Cómo podía encontrar la felicidad si estaba condenado a vivir en la sombra de un amor imposible?
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