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La mañana comenzó tranquila, con los primeros rayos del sol entrando por la ventana. Aún medio dormida, escuché el vibrar de mi teléfono en la mesita de noche. Al ver que era un mensaje de Abdel, sentí un cosquilleo en el estómago. Deslicé mi dedo para abrir el mensaje y, al leerlo, una ola de emoción y nerviosismo me envolvió por completo.

Este fin de semana iré a tu casa a pedirte la mano, inshallah.

Me quedé unos momentos mirando la pantalla, tratando de asimilar lo que acababa de leer. ¿Realmente estaba sucediendo? Sabía que este día llegaría, pero ahora que estaba tan cerca, no podía evitar sentirme un poco mal.

Me levanté de la cama, todavía en pijama, y me dirigí al salón, donde mis padres estaban tomando su desayuno. Mi papá, como siempre, estaba leyendo el Quran, mientras mi mamá servía el desayuno. Inspiré profundamente y me acerqué a ellos, intentando mantener la calma.

—Papá, mamá... —comencé con un nudo en la garganta—. Abdel vendrá este fin de semana a pedirme la mano.

Papá levantó la vista del libro y me miró con una expresión seria pero llena de ternura.

—La familia de Abdel ya me ha informado —dijo, asintiendo con una leve sonrisa.

Mamá me miró con ojos llenos de alegría y se acercó para darme un beso en la frente.

—Alhamdulillah, mi hija. Estoy muy feliz por ti —dijo con suavidad, mientras acariciaba mi mejilla.

Me sentí aliviada y emocionada, pero un pensamiento inquietante cruzó mi mente: Adam, que haré con ese imbécil y que va a pasar cuando ese secreto salga a la luz?

***

Finalmente llegó el gran día, el día que tanto había esperado. Me encontraba frente al espejo, ajustando con cuidado el hijab que había elegido para la ocasión. Sentía que mis manos no dejaban de temblar por los nervios. Zahra, mi hermana, entró en la habitación con una sonrisa tranquila, lo que me ayudó a calmarme un poco.

—Azraa, te ves hermosa —dijo Zahra, ajustando una parte de mi hijab—. No te preocupes tanto, todo saldrá bien, insha'Allah.

Intenté sonreír, pero los nervios seguían presentes.

—¿Y si algo no sale como esperamos? —pregunté, sintiendo la ansiedad apoderarse de mí.

—Tienes que confiar en que todo está en manos de Allah —respondió Zahra—. Además, estás increíble. No hay de qué preocuparse.

Justo en ese momento, el sonido del timbre resonó por toda la casa. Zahra y yo nos miramos, y por un momento sentí que mi corazón dejó de latir.

—Vamos, es hora —dijo Zahra, dándome un suave empujón.

Bajamos juntas al salón, donde nuestros padres ya estaban esperando para recibir a la familia Khalid. Todo estaba preparado según las tradiciones: el salón adornado con sencillez, pero con detalles elegantes, y la atmósfera cargada de una mezcla de anticipación y formalidad.

Al abrir la puerta, lo primero que vi fue a Abdel, vestido con su thobe impecable, y un ramo de flores en la mano. Su sonrisa, llena de calidez, me ayudó a relajarme un poco.

—Son para ti —dijo Abdel, entregándome las flores con una sonrisa sincera.

Aunque no eran lirios, mis flores favoritas, las acepté con gratitud, sintiendo que mis nervios empezaban a disiparse.

***

Las familias se reunieron en el salón, donde la conversación comenzó a fluir de manera natural. Sin embargo, yo apenas podía concentrarme, sabiendo que el momento más importante estaba por llegar: cuando mi padre y Abdel hablarán sobre la pedida de mano. Según nuestra tradición, este momento era fundamental, y no podía evitar sentirme ansiosa.

—Abdel —comenzó mi padre, con una seriedad que hizo que mi corazón se acelerara—, cuéntame sobre tu fe. ¿Cómo vives tu relación con el Islam?

Abdel, con una calma admirable, respondió con sinceridad y seguridad, describiendo cómo su fe guía cada aspecto de su vida. Mi padre asintió lentamente, satisfecho con sus palabras.

—Alhamdulillah, estoy de acuerdo —dijo mi padre finalmente—. Puedes casarte con mi hija, inshallah.

El alivio y la felicidad me inundaron, y pude ver cómo las sonrisas se extendían por todo el salón. Mi mamá, con los ojos brillantes, no pudo evitar soltar unas lágrimas de emoción.

En ese momento, la madre de Abdel hizo un comentario que hizo reír a todos:

—Ahora solo falta que se nos case el gran Adam.

Adam, que había estado tranquilo durante toda la reunión, soltó con una sonrisa traviesa:

—Si mi hermano no se hubiera enamorado de Azraa, tal vez lo hubiera hecho yo.

—Ya basta, Adam, que estás haciendo el ridículo —respondió Abdel, tratando de mantener la compostura.

Todos rieron, y yo también, aunque por dentro intentaba ignorar la extraña incomodidad que siempre sentía alrededor de Adam.

Después de la reunión, mientras la familia Khalid se preparaba para irse, Abdel se acercó a mí con una sonrisa. Tomó mi mano suavemente y, con su teléfono, tomó una foto de nuestras manos entrelazadas. Era una imagen simple, pero tan significativa, que no pude evitar sonreír.

—Te la enviaré —dijo, mirándome con ternura.

—Gracias, pero no la subiré... ya sabes, por el mal de ojo —respondí, medio en broma, medio en serio. No me gusta presumir o publicar mi vida privada en las redes, hay gente con buenas intenciones y otras con el contrario.

Abdel pareció no darle mucha importancia, pero me envió la foto de todos modos. Cuando finalmente se marcharon, no pude evitar abrir su perfil y comenzar a explorar un poco.

Noté que Abdel tenía 700 mil seguidores y que solo seguía a 56 personas. En comparación, yo apenas tenía 16 seguidores. Suspiré, notando la diferencia, pero entonces vi algo que me sorprendió: Adam me había enviado una solicitud para seguirme en Instagram. Ni pensarlo. No iba a aceptar a ese idiota.

Curiosamente, Adam tenía 2 millones de seguidores y seguía a 79 personas. Muy típico de alguien tan popular.

De repente, un mensaje de Abdel apareció en mi pantalla:

Abdel: ¿Estás stalkeando a mi hermano?

Sentí un ligero pánico antes de responder rápidamente.

Yo: No, solo estaba viendo cuántos seguidores tenéis en comparación con los míos... Yo solo tengo 16 jajaja ¿Y cómo sabes k estoy mirando su perfil?

Abdel: los dos compartimos nuestras cuentas y le has dado like a una publicación.

Yo: ¡¡No me he dado cuenta!! Lo habré hecho sin querer. — Respondo yo sintiendo que la sangre se me corre por todo el cuerpo.

QUÉ VERGÜENZAAA!

Abdel: Tranqui. Por cierto, quiero invitarte a salir mañana. Tengo una sorpresa para ti.

Yo: ¿En serio? No me puedo negar a una sorpresa. ¿Solo tú y yo? —pregunté, sintiendo un cosquilleo de emoción.

Abdel: Sí, solo nosotros dos

Di un pequeño salto de alegría, gracias a Allah, todo ha salido como yo me lo imaginé.

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora