Me desperté con una sensación que no había experimentado antes, como si acabara de nacer y el mundo fuera un lugar completamente nuevo. Estaba muy felíz, casi me desmayo de la felicidad, solo con pensar en Abdel. Mi corazón latía muy rápido, y no podía evitar sonreír como una tonta mientras me revolvía entre las sábanas. Apenas había comenzado a despertarme del sueño cuando mi teléfono vibró en la mesita de noche.
Era un mensaje de Abdel: Estoy en camino, princesa.
Sin pensarlo mucho, tomé una foto rápida de mi cara medio dormida, con el pelo todo desordenado, y se la envié, acompañada de un mensaje: Acabo de despertarme. Ahora me voy a preparar.
Él respondió al instante con un emoji de risa y uno con corazones en los ojos, seguido de: Aww, mi princesita ya está despierta.
Sonriendo, salté de la cama y me dirigí al baño para darme una ducha rápida. Después, me tomé un momento para rezar mis dos rakat voluntarias de la mañana, agradeciendo por el día tan especial que me esperaba. Bajé a la cocina donde mi madre,ya estaba preparando el desayuno.
—Mamá, creo que hoy no desayunaré aquí. Abdel y yo comeremos en el camino —le dije mientras me ponía el hijab.
Ella sonrió con complicidad, pero antes de que pudiera responder, una bocina de coche sonó desde fuera de la casa.
—Debe ser él —murmuré, sintiendo cómo los nervios volvían de golpe.
Mi madre se dispuso a salir para saludar a Abdel, pero él fue más rápido y entró a la casa, sonriendo ampliamente. Saludó a mi madre con respeto, inclinándose para besarle la mano.
—As-salamu alaikum, Umm Nur —dijo Abdel con una sonrisa cálida.
—Wa alaikum salam, hijo —respondió ella, con esa mirada que solo una madre puede dar cuando aprueba completamente a alguien.
Cuando salimos a la calle, me detuve al ver el coche que había traído. Era diferente al del otro día. Un Porsche de lujo que parecía sacado de una revista de autos.
—¿Nuevo coche? —le pregunté, sin poder ocultar mi asombro.
—Ah, sí, lo cambié por hoy. Quería impresionar a alguien especial —respondió Abdel, sonriendo de esa manera que siempre hacía que me sintiera como una niña.
Nos despedimos de mi madre, y mientras subía al coche, Abdel se inclinó para darme un beso en la frente, lo que me hizo sonrojar levemente.
—Tengo hambre —dije, tratando de quitarme los nervios de encima—. ¿Podemos ir a desayunar?
—Claro, pero primero haremos una parada antes —respondió, enigmático.
***
Después de un rato de trayecto, llegamos a un lugar que me dejó completamente desconcertada: una especie de pista de carreras.
—¿Qué es esto? —pregunté, con el ceño fruncido.
Abdel sonrió y señaló la pista.
—Haremos una carrera. Quiero ver cómo manejas en situaciones de velocidad.
—¿En serio? —pregunté, entusiasmada—. ¡Esto suena guay!
Mi emoción se desvaneció un poco cuando vi aparecer a Adam, acompañado por una chica muy guapa. Algo en la forma en que Adam me miraba siempre me ponía incómoda, pero traté de disimular.
—Adam y su amiga se unirán a nosotros para hacer esto más interesante —explicó Abdel.
—Hola, cuñada —dijo Adam con esa sonrisa suya, pero lo ignoré y en su lugar saludé a la chica.

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Mi alma en el mar
RomanceQuién dice que todas las personas que llegan a tu vida son buenas personas? Quién te dice que esa es su verdadera cara? Quién te dice que pueden cambiar en cuanto te tienen en sus manos? Quién te dice que tu propia sangre te puede llegar a apuñalar...