Llegamos al consultorio de la psicóloga. Mientras Adam aparca el coche, no puedo evitar sentir un ligero nerviosismo. Sé que necesito hablar con alguien, pero abrirme siempre ha sido difícil. Adam estaciona y se baja sin decir nada, lo cual es extraño en él. Por un momento, espero algún comentario sarcástico, pero sorprendentemente, se queda en silencio.
—Vamos, Azraa —dice, como si fuera cualquier otra cita. Ni siquiera me mira. Me adelanto hacia la puerta.
Entramos en la sala de espera y una mujer sonriente sale del despacho. —Azraa, puedes pasar —dice con una voz suave. Asiento y me giro hacia Adam.
—Espera aquí —le pido, esperando algún comentario típico suyo.
—Vale —responde sin añadir ninguna tontería. Me sorprende, pero no digo nada.
Al entrar, miro a mi alrededor. El despacho de la psicóloga es cálido, acogedor, lleno de luz natural. Cosa que me gusta.
—Hola, Azraa. Es un placer conocerte. Soy Nadia—me dice con una sonrisa tranquila.
—Igualmente —respondo, aunque mi tono suena más frío de lo que pretendía.
Nadia comienza a hacer preguntas simples al principio, pero poco a poco, me va guiando hasta que empiezo a hablar de lo que verdaderamente me atormenta: Abdel, su muerte, el matrimonio forzado con Adam, los problemas con Hannah y Jamila. Las palabras van saliendo solas, como si nunca hubiera dejado de pensar en todo esto, lo cual es verdad.
—Parece que tienes mucho acumulado —dice Nadia con amabilidad cuando termino. Me siento agotada, como si hubiera dejado parte de mi alma en esa silla.
—Sí... creo que sí —murmuro.
—Te recomiendo que empieces a socializar más con Yasin, tu suegro, y que poco a poco te abras con Adam. Eso puede ayudarte a aliviar algunas tensiones. Y también empieza a escribir en un diario. Todo lo que sientes, se lo cuentas al diario.
Pienso en contarle mi plan de fingir para molestar a Hannah y Jamila, pero me detengo. Algo dentro de mí me dice que no es buena idea revelarlo. Me limito a asentir.
La sesión termina y nos despedimos. Antes de salir, Nadia me recuerda que la próxima cita es la semana que viene. Salgo de su oficina sintiéndome un poco más ligera, pero no completamente mejor. El peso de mis pensamientos aún está ahí.
Adam
Veo a Azraa salir del despacho con una ligera sonrisa en los labios. No puedo evitarlo; me gusta molestarla.
—Aquí está mi querida esposa —le digo, fingiendo un tono dramático.
Ella me ignora completamente, caminando hacia la salida como si yo no existiera. Eso me divierte más.
—Tienes vergüenza, ¿eh? No te preocupes, cuando lleguemos a casa, ya me responderás —le suelto con una sonrisa burlona.
Finalmente, se gira hacia mí, con ese ceño fruncido que ya he aprendido a reconocer.
—Adam, eres muy pesado. ¿Te lo han dicho alguna vez?
—La verdad, eres la primera persona que me lo dice —respondo riendo—. Ah, por cierto, tengo una sorpresa para ti.
Ella frunce el ceño.
Azraa
Escucho la palabra "sorpresa" y algo dentro de mí se rompe. De repente, recuerdo aquella vez con Abdel... la sorpresa que me dio cuando me pidió matrimonio y la casa en donde íbamos a vivir después de nuestra boda. Y luego... luego lo perdí. Un dolor sordo me atraviesa el pecho, y el humor que tenía antes de salir del despacho desaparece por completo.
—Sea lo que sea, no quiero verlo —le respondo, ahora molesta.
—¿Y ahora qué te pasa? Estabas tan feliz hace un momento —dice Adam, sorprendido por mi cambio de actitud.
—Nada, solo... no quiero nada. Llévame a casa, por favor.
Nos dirigimos hacia el coche. Adam abre las puertas con llaves automáticas y me siento en el asiento del copiloto, sin decir una palabra más. Conduce en silencio, algo muy raro en él. Yo solo miro por la ventana, perdida en mis pensamientos. No puedo evitar pensar en Abdel, en lo que habrá sentido en sus últimos momentos, en el dolor que sufrió. Sin darme cuenta, una lágrima se desliza por mi mejilla. La limpio rápidamente. Odio ser tan sensible.
***
Ya ha pasado una semana, y es la hora de ir a terapia. Esta vez, Adam quiere acompañarme, pero me niego. Me siento mal por haber estado tan distante con él. No ha hecho nada para acercarse a mí, pero supongo que estas son las consecuencias de este matrimonio forzado.
Antes de que me vaya, Adam me detiene.
—Azraa, ven conmigo un momento al garaje. Tengo algo que mostrarte.
Mi primer instinto es rechazarlo, pero algo en su expresión me hace cambiar de opinión. Lo sigo al garaje, curiosa. Al llegar, veo que está sonriendo con una llave automática en la mano y una gran silueta tapada por una manta.
Adam retira la manta y, para mi sorpresa, es un Porsche rosa. Me tiende las llaves.
—Esto era la sorpresa de la semana pasada. Es para ti —me dice, aún sonriendo.
—Yo... Adam, no puedo aceptarlo —respondo, aún sorprendida y sin saber cómo reaccionar.
—Si no lo aceptas,no te volveré a hablar.
No puedo evitar reír un poco ante su amenaza, pero al final acepto. Después de todo, mi coche ya es bastante viejo. Hace unas semanas, si me hubiera dicho que no me hablaría, me habría gustado, pero ahora... de alguna manera, ya me he acostumbrado a él.
—Gracias, Adam —digo, algo incómoda.
—¿Sabes? Esa actitud amable no te queda nada bien —me dice, divertido—. Estoy más acostumbrado a tu mal humor. Es raro verte así.
Me río, aunque trato de disimularlo. —Bueno, es hora de probar a este bebé —digo, señalando el coche.
Me monto en el Porsche y arranco. Mientras salgo del garaje, veo cómo Adam se despide con la mano, aún sonriendo.
***
En la terapia, le cuento a Nadia sobre cómo Adam y yo hemos estado distantes toda la semana, aunque mi relación con Yasin ha mejorado. También menciono que Hannah no ha aparecido en toda la semana, lo cual ha sido un alivio. Y, por último, le cuento sobre el coche que Adam me regaló.
—Es un buen progreso, Azraa —me dice Nadia, sonriendo—. Quizá Adam está intentando hacer las paces contigo. Deberías abrirte un poco más con él.
—Lo intentaré —le respondo, aunque la idea me asusta. Cuando soy amable con Adam, siento que traiciono a Abdel de alguna manera. Siento como si Abdel me juzgara, y eso me da miedo.
Nadia me escucha pacientemente y me da algunos consejos antes de que la sesión termine.
***
Cuando vuelvo a casa, me encuentro con una escena inesperada. Hannah está en la sala, llorando desconsolada, con varias maletas a su lado. Adam la está abrazando, tratando de consolarla. Al verme, se levanta y se acerca.
—Le han robado en su casa —me explica—. Incluso la atacaron. Le da miedo quedarse en su casa. Se quedará aquí unos días.
Asiento sin decir nada y subo las escaleras. Y a mi que me importa si le da miedo. No es una niña. Pero en fin. Mientras subo, escucho a Adam dando órdenes a las criadas para que preparen una habitación para ella. Cansada y molesta, sin pensarlo demasiado, entro en nuestra habitación y me tumbo en la cama de Adam. Antes de darme cuenta, me quedo dormida.
01/10/2024

ESTÁS LEYENDO
Mi alma en el mar
RomanceQuién dice que todas las personas que llegan a tu vida son buenas personas? Quién te dice que esa es su verdadera cara? Quién te dice que pueden cambiar en cuanto te tienen en sus manos? Quién te dice que tu propia sangre te puede llegar a apuñalar...