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Abdel

Llegué a casa, aunque llamarla casa es quedarse corto. Parece una mansión, pero en realidad no lo es. Adam la compró cuando lo ficharon en ese equipo de básquet. Mientras me acercaba a la entrada, vi algo que me sorprendió: Azraa. No pude evitar sonreír.

—¿Qué hace una obra de arte como tú en un lugar como este? —le solté, bromeando.

Azraa soltó una risa suave y me explicó que había venido a recoger a su madre, ya que estaba de paso.

Con un toque coqueto y mi voz ronca (típica de los hombres), la miré intensamente.

—¿Ah sí? —dije, con esa actitud juguetona que siempre la desconcertaba.

—Abdel, este no es el momento ni el lugar —me respondió, cortante, pero sonriendo un poco.

—¿Por qué llevas esas gafas de sol? — pregunta ella. — En plena sombra. — Dice señalando a su alrededor.

Antes de que pudiera responder, me las quitó rápidamente. Mis ojos quedaron al descubierto. La mirada de Azraa se llenó de sorpresa.

—¡Guau! —dijo, claramente impresionada.

Suspiré un poco, nervioso.

—Tengo heterocromía. Siempre he llevado lentillas para no llamar la atención.

—¿O sea que tienes un ojo verde y el otro marrón? —preguntó, aún más interesada.

—Exacto. Adam tiene los dos verdes, pero él no tiene esta condición.

Azraa me miraba con curiosidad.

—¿Y cómo ves las cosas? ¿De color amarillo oscuro o algo así?

Me reí, cogiendo suavemente sus mejillas entre mis manos.

—Veo las cosas como tú las ves, pero a ti te veo de color rosa porque estoy loco por ti.

Azraa se sonrojó y apartó la mirada, intentando disimular.

—Anda, vámonos dentro —dije, guiándola hacia la puerta.

***

Azraa

Abdel me llevó hasta el salón, que estaba decorado con un gusto exquisito. Me impresionó lo elegante que era todo. Al entrar, vi a mi suegra y la saludé con una sonrisa.

—Venía de comer con mi padre y mi hermana, y ya que les quedaba de camino, decidí pasar a recoger a mamá —le expliqué, un poco nerviosa.

Mi suegra me sonrió y me invitó a sentarme.

—Siéntate un rato, tenemos que hablar de la boda.

Abdel apareció en el salón, saludando a mi madre, Nur, con esa cortesía suya. Luego, su madre nos llamó a todos para que habláramos de los preparativos.

Nos sentamos y empezamos a planear todo: los invitados, el imán que oficiará la ceremonia islámica, y, lo más importante, la fecha. ¡Solo faltaba un mes! Ayyy que emoción!!

***

Un mes después...

Estaba en mi habitación, lista, mientras me maquillaban y arreglaban mi velo blanco de tela jersey. Mi vestido, hecho de seda, se sentía ligero y hermoso. En mis manos sostenía mis flores favoritas. A pesar de los nervios, recitaba oraciones del Quran en voz baja para tranquilizarme.

 A pesar de los nervios, recitaba oraciones del Quran en voz baja para tranquilizarme

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De repente, escuché el sonido de unos coches pitando. Sabía que era Abdel, acompañado por Adam, quienes venían a recogernos a mí y a mi familia. Me asomé por la ventana y vi una limusina... ¿para mí? ¿De verdad? Unos segundos después, recibí un mensaje de Abdel confirmándolo. Sonreí.

—Ya es hora, hija —dijo mi madre, con un toque de tristeza en la voz.

Las estilistas nos dejaron solas, y me acerqué a ellas para darles las gracias antes de que salieran de la habitación. Mamá se quedó conmigo, y comenzamos a hablar. Sentí su nostalgia en cada palabra.

—No llores, mamá, o me vas a hacer llorar a mí también, y se me arruinará el maquillaje —le dije, tratando de aligerar el momento.

Nos abrazamos fuerte, y justo en ese momento, otro pitido de coche rompió la atmósfera emotiva.

—¿Ves? Ni siquiera nos dejan en paz —bromeé, haciéndola reír.

Salimos al salón, y allí me esperaban mi padre y Zahra. Ambos me dieron un abrazo, diciéndome que estaba preciosa. Me despedí de ellos con una sonrisa.

—¿Ustedes también irán no? —les pregunté.

—¡Sí Adam nos llevará, y no sabes lo genial que es el coche! —respondió Zahra, emocionada.

Al salir, me encontré con Abdel esperándome afuera. Me miró de arriba abajo, y su sonrisa lo decía todo.

—Estás preciosa —dijo, abriendo la puerta de la limusina.

—Tú tampoco estás mal —le contesté con una sonrisa juguetona.

Justo cuando iba a subir, me acordé de que había dejado mi teléfono en la habitación.

—Voy a buscar mi teléfono, no tardo —le dije, corriendo con los tacones de vuelta a la casa.

***

Cuando llegué a mi habitación, cogí mi teléfono y no pude evitar sacarme una selfie en la sala de estar para calmar los nervios. De repente, sentí una presencia detrás de mí. Al girarme, vi a Adam. El aire del salón se volvió denso.

Mi corazón se aceleró, pero traté de mantener la calma.

—Bueno, cuñada, es hora de elegir tu destino —dijo Adam, con una sonrisa perturbadora—. No te vas a casar con mi hermano. ¿Sabes por qué? Porque ya has elegido tu destino, ¿no?

Me quedé en silencio, con miedo.

—En veinte minutos, nuestro gran secreto se va a publicar. Bueno, más bien tu secreto, porque mis padres ya saben la verdad. Te culpan a ti por haber ido a ese hotel sin un mahram por delante —continuó.

—¿Eres capaz de hacerle esto a tu propio hermano? ¿A tu otra mitad? ¿A tu propia sangre? —le pregunté, con asco en la voz y al borde de las lágrimas.

—Sí, puedo. Y ojalá que se entere de que intenté sobrepasarme contigo. ¿Crees que te va a creer a ti antes que a mí? —dijo, acercándose. Di un paso atrás, alejándome de él.

—Dime una cosa, ¿por qué no le has contado nada todavía? —preguntó, con una sonrisa perversa.

Las lágrimas empezaron a rodar por mis mejillas, pero me las sequé rápidamente. Recordé quién era yo: Azraa Saeed, y nunca me rindo. Nadie me aplasta, excepto Allah.

—Porque te da miedo que no te crea —dijo Adam, disfrutando de mi sufrimiento.

Con la voz temblorosa, lo miré fijamente.

—Estás completamente loco. Eres un inmaduro y un idiota. Ahora, si me disculpas, tengo que ir con mi marido.

—Ex prometido —corrigió una voz familiar detrás de mí.

Me di la vuelta,me detuve en seco. Al girarme, encontré a Abdel, apoyado en el marco de la puerta, con una expresión de profundo dolor.

16/09/2024

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora