13.

136 8 7
                                    

Es de noche. Estoy en la habitación de Adam, mi habitación ahora, o eso dicen. Pero, ¿cómo podría compartir el mismo espacio que él? Ni siquiera quiero estar aquí. No me quito el hijab, ni siquiera para dormir, porque no confío en él. No quiero mostrar ni una parte de mí que me haga sentir vulnerable.

Adam me observa desde la cama, con esa sonrisa que siempre me irrita. Su arrogancia no conoce límites.

—¿Vas a dormir en el sofá? —me pregunta, vacilándome. Lo noto en su tono.

—Sí, no tengo otro lugar —le respondo sin mirarlo, acomodándome lo mejor que puedo en este sofá incómodo.

—Azraa, ven a la cama. Hay suficiente espacio para los dos —insiste.

—No. —Mi respuesta es rápida, cortante. No pienso compartir una cama con él.

Adam se incorpora un poco, aún sonriendo. —No te voy a morder. Duermo en la cama, tú puedes estar al otro lado. Ni nos tocaremos.

—Ya te he dicho que no. —Miro hacia la ventana, intentando ignorarlo. Siento su mirada en mí, pesada, como si intentara entenderme, pero sé que no lo hace.

Sigue insistiendo, como si se divirtiera con la situación. —Bueno, entonces yo dormiré en el sofá y tú en la cama. No voy a dejarte dormir aquí toda la noche. No tiene sentido.

Me siento un poco tentada de aceptar la oferta, pero me niego. —No pienso dormir en tu cama. Esta es tu habitación, tus cosas. No quiero que tu olor se apegue a mí. No quiero tu maldad cerca.

Adam se queda callado un momento. Su rostro cambia, como si lo que acabo de decir lo hubiera afectado más de lo que esperaba.

—Haz lo que quieras, entonces. Me da igual —responde finalmente, con un tono más serio.

Me vuelvo hacia él y lo veo girarse, dándome la espalda. En segundos, parece que se ha quedado dormido. ¿Cómo puede dormir tan tranquilo, mientras yo siento que el mundo se me cae encima?

El sofá es incómodo. Mi espalda me duele después de unos minutos, pero no voy a moverme. No voy a dejar que Adam gane esta pequeña batalla. El simple hecho de que insista en que duerma en su cama solo refuerza mi decisión de no hacerlo.

Escucho el viento afuera, pero dentro de esta habitación, el silencio es aplastante. Me siento atrapada, no solo en este espacio, sino en esta vida que nunca pedí. Intento respirar profundamente para calmarme, pero el peso de todo lo que ha ocurrido desde la boda no me deja. Todo me recuerda lo ajena que soy aquí.

Algunas veces, deseo que Abdel estuviera aquí, que las cosas hubieran sido diferentes. Pero entonces recuerdo lo que ha pasado, que ya no está, y me pregunto cómo es posible que todo haya cambiado tan rápido. Me siento como una extraña en mi propia piel.

Miro al techo, perdiendo la noción del tiempo. Me da miedo quedarme dormida y perderme en sueños que no quiero tener. Miedo a soñar con Abdel y que la realidad me golpee al despertar, recordando que él ya no está, y que Adam está a mi lado, aunque no lo quiera.

De repente, escucho la voz de Adam otra vez, suave, adormilada, pero firme.

—Azraa... —susurra—. Sabes que no tiene sentido todo esto, ¿verdad?

No respondo, cierro los ojos fingiendo que no lo escuché, esperando que se rinda, que vuelva a dormir.

—Si esto va a ser así todos los días, no va a funcionar. —Su voz ahora es más seria, aunque aún suave, como si estuviera a punto de quedarse dormido otra vez. Siento un nudo en el estómago, pero no respondo. ¿Qué espera que diga?

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora