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La mañana está tranquila cuando Zahra y yo comenzamos a preparar el desayuno en la cocina. Es nuestro pequeño momento antes de que nuestros padres se levanten. El olor del pan recién tostado y el café llena el aire, pero mi mente está a kilómetros de distancia, todavía anclada en los sucesos de ayer.

Mi teléfono suena, interrumpiendo mis pensamientos. Miro la pantalla y veo un número desconocido. Dudo un momento, pero decido contestar.

—Buenos días, ¿hablo con Azraa? —escucho una voz formal al otro lado de la línea.

—Sí, soy yo, ¿quién habla? —respondo, mi voz llena de cautela.

—Le llamamos de una cadena de periodismo, hemos revisado su perfil y creemos que sería una gran incorporación a nuestro equipo. Nos gustaría ofrecerle una entrevista para un puesto. ¿Estaría interesada?

Me quedo en silencio unos segundos, sorprendida. Esto... no lo esperaba. ¿Por qué ahora? Después de todo lo que ha pasado, ¿me ofrecen un trabajo?

—Lo... lo agradezco mucho, pero necesito un poco de tiempo para pensarlo —digo finalmente, con la voz algo temblorosa.

—Por supuesto, tómese su tiempo. Le estaremos esperando. Que tenga un buen día —responde la voz con amabilidad antes de colgar.

Zahra, que ha estado observando todo desde la encimera, levanta una ceja.

—¿Quién era? —pregunta, con una mezcla de curiosidad e impaciencia.

—Una cadena de periodismo... me ofrecieron un trabajo —le explico, todavía tratando de procesar lo que acaba de ocurrir.

—¡¿Y por qué tienes que pensártelo?! —pregunta Zahra con incredulidad—. ¡Eso es genial, Azraa!

Sus palabras me hacen sonreír por un segundo, pero mi cabeza sigue dándole vueltas al asunto.

—No es tan obvio para ti, Zahra. Mi reputación ha estado por los suelos estos últimos meses, y de repente, aparece esta oferta. No sé... es muy raro todo.

Zahra frunce el ceño y suspira.

—Lo único raro aquí es tu mente, hermana. No tiene nada de malo. Deberías aceptar las oportunidades que se te presentan —me dice, cruzando los brazos.

—Voy a pensarlo, no te preocupes —le digo, intentando calmar sus ánimos.

Ella suspira nuevamente y va a poner la mesa. Mientras tanto, me pierdo en mis pensamientos. Este trabajo podría ser la oportunidad que necesito para dejar atrás todo el caos, pero ¿qué pasa si es solo otra trampa? ¿Otra forma de enredarme en problemas? No puedo tomar decisiones apresuradas.

Adam

Leila entra en la habitación, llamándome para que baje a desayunar. No puedo soportar la idea de sentarme allí, fingiendo que todo está bien. Aún no puedo dejar de pensar en lo que le hice a Azraa. ¿Cómo pude ser tan idiota? No solo la alejé más, sino que además la lastimé de una forma que quizás no pueda reparar.

—No voy a bajar —le digo a Leila, intentando ocultar el peso que llevo sobre mis hombros.

Leila me mira extrañada, pero no insiste. Sale de la habitación en silencio. Justo cuando me dejo caer sobre la cama, sintiendo el peso de la culpa, aparece Hannah en la puerta, con esa sonrisa que siempre me irrita.

—Adam, cariño, ¿por qué tan serio? —dice, caminando hacia mí con esa confianza que siempre parece tener.

Se acerca más, hasta que su mano intenta rozar la mía. Pero me aparto rápidamente, incapaz de soportar su cercanía en este momento.

Mi alma en el marDonde viven las historias. Descúbrelo ahora